A estas alturas disertar sobre la Saga de los Incales sin duda resulta superfluo. Esta gran obra de Jodorowsky y Moebius goza de justa fama no sólo en el mundo del cómic, también en el ámbito de la cultura general. La conjunción creativa de ambos artistas ha forjado todo un clásico de la ciencia ficción. Y precisamente por ello, aunque sea evidente, hay que reseñarlo.
Alejandro Jodorowsky, auténtico creador del Incal, es un personaje inclasificable. Este genio de nacionalidad chilena, proveniente de una familia judío-ucraniana, presume de ser un chamán y se declara fanático del Tarot. Ostenta orgulloso el título de psicomago y curandero, fue co-fundador del movimiento Pánico junto a Topor y Arrabal, era amigo de Pablo Neruda, ha ejercido de mimo y cineasta… ¡Tantas cosas pueden decirse de él!
Señalemos que el azar colocó a Jodorowsky, a finales de los años setenta, al frente de un gran proyecto cinematográfico. Tras el éxito cosechado por su extraño western “El Topo” acometió la idea de realizar “La montaña sagrada”, financiada por John Lennon y protagonizada por George Harrison. Pero este último abandonó al enterarse que debía mostrar su ano en un primer plano. Por suerte el productor De Laurentiis se fijó en Jodorowsky y le contrató para guionizar y dirigir “Dune”. Durante cinco años trabajaría en el proyecto, implicando a gente tan variopinta como Orson Welles, o Pink Floyd. Al final la cosa no cuajó, pero serviría para que el guionista congeniara con un extraordinario ilustrador, autor de la mayoría de bocetos del proyecto. Este dibujante no era otro que Moebius.
El francés Jean Giraud es otro personaje pintoresco. Tras dibujar varias historias del oeste que aparecieron en la revista Spirou, en 1963 publicó en Pilote la primera aventura de un famoso personaje creado junto con Jean-Michel Charlier: Blueberry. El éxito estaba asegurado. Un giro sorprendente en su carrera le hizo adoptar el seudónimo de Moebius. Entonces, junto a otros dibujantes como Dionnet, Druillet y Farkas, fundó “Les Humanoides Associés”, movimiento vanguardista que culminaría con la aparición de la mítica revista Metal Hurlant. Desde luego, nada recuerda en los dibujos firmados por Moebius, sin duda más caricaturescos y experimentales, a los de Giraud, formales y esbeltos pero convencionales. Son las dos caras de una misma moneda. Estilos tan opuestos hicieron que muchos aficionados tardaran en aceptar que ambos artistas eran idéntica persona.
Para Moebius las cosas iban bien y su fama se extendía. Participó en el diseño de vestuario de la película “Alien” y en el de los personajes de “Tron”, entrando también a formar parte del proyecto “Dune”. Y aunque este último no fructificó, sirvió para labrar una sólida amistad entre él y Jodorowsky. Los escarceos de ambos con las drogas y la mística ayudaron a fomentar semejante unión. Fruto de ello fue la aparición en 1980 de El Incal Negro, primer álbum de una serie de seis y con un total de 312 páginas dibujadas, que se iría publicando en el lapso de ocho años. De hecho existe en el mercado una edición íntegra, con los seis volúmenes en uno, que Norma ha editado bajo el título genérico de El Incal. Una historia de ambientación futurista que aúna cierta denuncia social con resonancias mitológicas, a su vez repleta de toques místicos e incluso metafísicos, muy en la línea de sus autores. En definitiva, una auténtica borrachera para los sentidos.
La Saga de los Incales, también conocida por Las Aventuras de John Difool, es un fantástico rompecabezas donde las piezas van encajando poco a poco para conformar todo un mosaico superior. Tanto el guionista como el dibujante son verdaderos devotos de lo esotérico y eso se nota. Los seis tomos de la serie son concebidos por parejas, en una dualidad muy característica del Tarot. Así al Incal Negro se le opone el Incal Luz, a Lo que está abajo se contrapone Lo que está arriba, y en las dos partes de La Quinta Esencia tendremos a La Galaxia que Sueña frente al anodino Planeta Difool.
La extraordinaria imaginación de Jodorowsky crea un mundo rico y complejo que nos atrapa desde el primer momento. Sus personajes pueden ser simbólicos, pero tienen una gran personalidad que los hace únicos. El propio protagonista John Difool se nos presenta como un pobre hombre, un detective de clase R (al principio la letra irá bailando, siendo una B o una P en algún momento para demostrar lo poco que importa), nada heroico y capaz de traicionar a cualquiera. En ese sentido recuerda mucho a Gilles Hamesh, el protagonista de Polar Extreme, o Detective privado de todo como se tradujo al castellano, un álbum guionizado por Jodorowsky y dibujado por Durandur.
En El Incal Negro se nos presentan los personajes principales y el mundo que habitan. John Difool aparece dibujado de una forma feísta. Es delgado y poco agraciado, más bien pequeño. Un típico producto del proletariado futuro tan bien descrito. La propia civilización humana es presentada como decadente. Los Tecnos han creado una orden que aúna ciencia y religión, los aristos viven en orgías perpetuas y la mayoría de los humanos se halla atontada, dominada por una televisión 3D omnívora y unas drogas cada vez más adictivas y alucinógenas.
Para acabarlo de arreglar, como agentes del orden existen robots inteligentes y cyborgs en forma de feroces guardias jorobados. Pero hay otros seres mutantes como el propio Cabeza de Perro, además de predominar el sexo sintético con sus homeoputas. Todo un panorama devastador que no hace presagiar nada bueno respeto al futuro de la humanidad.
El segundo álbum de la serie se titula El Incal Luz y en él aparecen otros personajes que irán adquiriendo mayor protagonismo a lo largo de la historia. Aparte de la mascota de Difool, una gaviota de cemento llamada Deepo que ya tuvo sus momentos en el primer tomo, irrumpe con fuerza la figura del Metabarón, una gran creación que tendría vida propia años más tarde en la no menos extraordinaria saga de La Casta de los Metabarones, de obligada lectura para todo buen aficionado al género. Tampoco podemos olvidar la presentación de la bella Animah, el amor y deseo de Difool, o la Emperoratriz y su horrible oponente La Tiniebla, devoradora de universos y adorada por los Tecnos, de quienes también se bifurcaría una nueva colección, Los Tecnopadres, de la cual a día de hoy todavía siguen publicándose números con una enorme calidad. Todo un conglomerado entre metafísico y onírico que sin duda hace subir mucho el listón de la serie.
En el tercer álbum, Lo que está abajo, nuestros héroes abandonan rivalidades y parecen formar un pequeño grupo unido por un fin común, la defensa de los dos incales para que conformen un ser sobrenatural, capaz de alterar el destino del propio universo. La aventura prosigue ininterrumpida, haciéndose más intensa. Un detalle bastante típico del genio de Moebius es que en ciertos momentos John Difool nos aparece dibujado mucho más apuesto, alto y esbelto, la imagen de un héroe clásico. Es como si los incales operaran alguna transformación en su ser… Pero semejante aspecto es momentáneo y el protagonista, al perder de forma frecuente su equilibrio, de nuevo vuelve a mostrársenos como el tipo feo y desgarbado del principio. Con un final impactante, donde se ve un huevo-sombra de La Tiniebla devorando el mismo sol, todo queda en el aire hasta el número siguiente.
Lo que está arriba es el título del cuarto episodio. En ella estalla una guerra intergaláctica entre la humanidad y la galaxia Berg, una especie realmente extraña pero en comparación mucho más centrada y más evolucionada espiritualmente que la nuestra. Mención aparte merece el planeta Aquaend, donde los humanos han domesticado a las medusas gigantes y las utilizan como medio de transporte o como naves de guerra para atacar los huevos-sombra lanzados por La Tiniebla. Por su parte, para evitar la guerra, John Difool deberá participar en los Juegos de la Fecundación Quinquenal de los Berg. De nuevo, dependiendo de cada momento, tenemos a un protagonista desgarbado o bien un ser andrógino capaz de las mejores gestas, aunque sea con ayuda externa. El final, de nuevo inquietante, nos presenta a la Emperoratriz infectada por La Tiniebla y arrastrada hacia la oscuridad.
La saga concluye con un gran tomo titulado La Quinta Esencia, pero para su publicación fue dividido en dos partes: la primera se publicó bajo el título de La galaxia que sueña. Este tal vez es el más underground de toda la serie. Digamos que a los autores se les va un poco la olla y experimentan sin recato en un mundo onírico. Hay que leer y explorar los dibujos con gran atención para no perder detalle de esta lucha entre la Tiniebla y el Incal, una lucha que resulta más bien metafísica. Y tras la batalla, una victoria pírrica, pues al parecer toda la galaxia ha sido condenada a muerte. La solución para no ser destruidos radica en someter a toda la Humanidad a un estado inducido de éxtasis, el denominado sueño Theta. Pero al parecer los humanos que habitan el planeta Berg se niegan al proceso…
El sexto y último número de la serie es la segunda parte de La Quinta Esencia, titulado Planeta Difool. Allí asistimos a la llegada de John Difool al planeta Berg para tratar de convencer a sus habitantes sobre la conveniencia de someterse al sueño Theta, única esperanza de salvar a toda la Humanidad. Pero Difool descubre aterrado que todos los humanos del planeta son clones suyos, nacidos de su fecundación a la Reina Berg. Naturalmente, las cosas se complican cuando se descubre que él es el aborrecido protopadre, único culpable de semejante aberración. Al final, mediante unas páginas realmente alucinatorias, el Incal lo pondrá todo en su sitio. Todos los componentes del grupo sufren ciertas experiencias místicas, en especial el propio Difool. La vena underground de los autores explota casi sin control y la historia adquiere un tono psicodélico. Pero salvando este aparente caos, la saga acaba de una forma sorprendente que sabe unir el principio con el final en una bella viñeta simétrica, muy en la línea del Watchmen de Alan Moore. ¿Será casualidad que ambos guionistas, Moore y Jodorowsky, sean fervientes seguidores del Tarot? No lo creo.
Lo cierto es que todo el universo del Incal se nos presenta con una complejidad realmente cegadora. Pocas veces se ha explicado tanto de forma tan sucinta y a la vez arrebatadora. Sin duda hay momentos en que puede resultar hermética en exceso, tal vez demasiado cabalística para el gusto de la mayoría, pero la belleza de su historia y de sus imágenes la eximen de toda crítica. Algunas viñetas son de una genialidad desbordante, ocupando toda una página y mostrando el esplendor de un Moebius en estado de gracia. A ese respecto conviene señalar la forma de trabajar entre Jodorowsky y el dibujante. Este tomaba notas de las explicaciones del primero, hacía croquis y luego dibujaba las planchas, donde el guionista pondría los textos. Sólo con una gran compenetración entre ambos artistas se podía crear de semejante forma.
Pero en la mente de Jodorowsky, el Incal había sido concebido como un gran tríptico donde la Saga del Incal simplemente era la parte central del mismo. Existen un Antes del Incal y un Después del Incal que explican todos los cabos sueltos en la Saga. En esta ocasión Jodorowsky, con la colaboración del dibujante Janjetov, desarrolló seis tomos más, aunque hasta la fecha yo sólo he podido acceder al primero: La juventud de John Difool, también editada como Adiós al padre. Aquí se nos presenta la historia de un Difool joven, de madre prostituta y padre inventor fracasado, quien acabará transformado en un sanguinario Jorobado. Y todo ello desarrollado de forma magistral entre el proletariado futurista de Ciudad-Pozo. Sin duda resulta un relato estimulante, repleto de interés. Conoceremos cómo Difool llegó a adoptar a Deepo, así como las miserias y penalidades que le llevarán a convertirse en un detective de clase R, precisamente el título del segundo álbum que todavía no he podido leer. ¿Para cuándo una nueva edición de la obra? La historia, que precisamente se cierra con la caída de Difool en el pozo donde se inicia El Incal Negro, explica muchas cosas, entre ellas por qué encontró nuestro “héroe” el Incal y quién lo robó. El dibujo de Zoran Janjetov recuerda lo suficiente a Moebius para no romper el encanto, así que resulta una muy digna precuela.
Pero por el otro extremo de la Saga tenemos Después del Incal, la secuela propiamente dicha con un primer álbum editado hasta el momento: El nuevo sueño. Lo más maravilloso es que otra vez tenemos a Moebius en la parte gráfica de la historia, y eso eleva la nota. De hecho, fue la insistencia del dibujante la que en cierta manera “obligó” a Jodorowsky a retomar la obra. Con gran maestría nos retrotrae de nuevo al principio y nos plantea la posibilidad de que todo lo acaecido en El Incal haya sido un simple sueño. Ya se anuncia la segunda parte, Delirio intra-dimensional, también con Moebius a los lápices. La narración de esta secuela comienza justo cuando acaba la saga central, con la ya mítica caída de Difool. Es un arranque muy esperanzador y sin tiempos muertos, como otra vuelta de tuerca a la historia ya conocida, ¿o no? Porque aquí se nos presenta a un Difool inteligente a quien han robado la memoria, por lo que tratará de recuperarla. Los dibujos de Moebius se muestran más firmes, sin las figuras alucinatorias y recargadas de la etapa anterior. Digamos que parecen haber perdido su antigua frescura, parte de la locura transgresora de su origen, habiendo ganado con el cambio en profesionalidad, con mayor orden y clasicismo. Metal Hurlant ya no existe y parece que el espíritu underground se fue con la revista. Ahora todo es más “normal”, al menos en el aspecto gráfico.
¿Y los lectores? ¿Hemos ganado o hemos perdido con esta evolución en el estilo, con un Moebius más “domesticado” y un Jodorowsky menos críptico? Un poco de cada cosa. De todas formas, la historia sigue siendo muy atractiva y deja ganas de saber más, haciéndonos aguardar con impaciencia la salida de un nuevo álbum con su continuación y el ansiado desenlace. Seguro que esta Saga todavía ha de depararnos muchas sorpresas. Talento no falta, desde luego. La tremenda imaginación de Jodorowsky y el arte en el dibujo de Moebius no suelen decepcionar a sus seguidores.
© Joan Antoni Fernández, 2006.
Joan Antoni Fernàndez nació en Barcelona el año 1957, actualmente vive en Argentona. Escritor desde su más tierna infancia ha ido pasando desde ensuciar paredes hasta pergeñar novelas en una progresión ascendente que parece no tener fin. Ha sido ganador de premios fallidos como el ASCII o el Terra Ignota, que fenecieron sin que el pobre hombre viera un duro. Inasequible al desaliento, ha quedado finalista de premios como UPC, Alberto Magno, Espiral, El Melocotón Mecánico y Manuel de Pedrolo entre otros. Ha publicado relatos y artículos en Ciberpaís, Nexus, A Quien Corresponda, La Plaga, Maelström, Valis, Dark Star, Pulp Magazine, Nitecuento y Gigamesh, así como en la web NGC y en BEM on Line. Que la mayoría de estas publicaciones hayan cerrado es una simple coincidencia… según su abogado. También es colaborador habitual en todo tipo de antologías, aunque sean de Star Trek. Hasta la fecha ha publicado cuatro libros: Reflejo en el agua, Policía Sideral, Vacío Imperfecto y Esencia divina, este último aparece estos días de la mano de Espiral. Ha ganado el premio de relatos en catalán Manuel de Pedrolo.