LOS DIOSES ASTRONAUTAS EN LA CIENCIA FICCIÓN, por Mario Moreno Cortina

Los nefilim existían en la tierra por aquel entonces (y también después), cuando los hijos de Dios se unían a las hijas de los hombres y ellas les daban hijos: estos fueron los héroes de la antigüedad: hombres famosos.

                                                                                                                                 Gen: 6, 4

Más oscuro de lo que pensáis. A modo de introducción

La Ciencia Ficción es un género complejo y curioso como pocos por varias razones y la que más me llama la atención es la imposibilidad de delimitarlo. No importa lo extensa y exhaustiva que sea la definición que se proponga ―y ha habido muchas y de grandes autoridades en la materia―, siempre hay subgéneros enteros que quedan fuera. Desde luego, esto no es siempre accidental. Juan Ignacio Ferreras, en su famoso ensayo La novela de Ciencia Ficción, dice que el Space Opera no es Ciencia Ficción, sino la enésima reencarnación de la vieja novela de aventuras al estilo Alexandre Dumas, que se resiste a morir[1]. Otros, en sus propias definiciones, dejarán fuera las ucronías. O a Philip K. Dick. Por supuesto, todos lo harán sin ser del todo conscientes de que se están definiendo más a sí mismos que al género. En cualquier caso, en la inmensa mayoría de las definiciones de las que hablábamos antes, que pueden encontrar en Internet a poco que busquen, se hace hincapié en el papel de la Ciencia, el Método Científico o la Razón para construir los mundos fantásticos del género.

En mi opinión, lo que ocurre con la Ciencia Ficción es una interesante metáfora del pensamiento occidental contemporáneo. El ser humano moderno se cree hijo de una época racionalista que ha dejado atrás la magia y la superstición. Y en general es así… hasta que alguien apaga la luz. O hasta que el miedo nos bloquea. El pensamiento irracional está ahí, forma parte de nuestra forma de conocer el mundo que nos rodea. Sólo que no nos gusta convivir con él, porque estamos acostumbrados a obedecerlo y dejar que gobierne nuestras vidas, no a canalizarlo. Tres millones de años viviendo en las cavernas contra seis mil de civilización y apenas doscientos de Revolución Industrial.

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(dcha) John W. Campbell jr., director de Astouding, y (izda) L. Ron Hubbard, creador de la Iglesia de la Cienciología

Y de la misma manera, el escritor de Ciencia Ficción ―y sin duda, también el aficionado―, le gusta pensarse a sí mismo como un tipo culto con una variada colección de conocimientos sobre las más variadas ramas de las Ciencias Físicas y Humanas. Cuando crea sus historias, emplea todo ese bagaje ilustrado para extrapolar datos y crear sociedades y tecnologías con al menos una apariencia de verosimilitud y racionalidad. Pero ¿son únicamente éstas herramientas las que usa? ¿No hay otras tradiciones, otros conocimientos, otras sabidurías implicadas en el asunto?

Alexandrian identifica el momento en que nace esa otra tradición: con la aparición y éxito social del Cristianismo[2]. Los galileos ―como los llamaba el bueno de Juliano― no se conformaron con ser la principal religión: querían ser la única. El cristianismo persiguió no sólo la magia y las prácticas supersticiosas populares, sino también todas las otras religiones bajo su área de influencia, hasta su total y absoluta eliminación.

¿Total? Quizá he exagerado. Toda acción tiene una reacción. La presión de los galileos por eliminar el paganismo originó una corriente crítica ―escribo esta palabra con precaución― y ecléctica que aglutinó diversas religiones y tradiciones culturales paganas de Europa y Asia. Alexandrian llama a esa tradición “Filosofía Oculta”, un término tan bueno como otro cualquiera. Se trata de una vastísima corriente contracultural ―también escribo con precaución esta otra palabra― subterránea, cuyas primeras expresiones fueron el Neoplatonismo y el Gnosticismo, que llega hasta nuestros días y que goza de tan buena salud como entonces. Podemos utilizar el término de Alexandrian o podemos hablar de Esoterismo. O de Ciencias Ocultas. No importa, me basta con que se queden con la idea.

El Esoterismo es el convidado de piedra en la fiesta de la Ciencia Ficción. El tipo al que nadie dice haber invitado y que sin embargo está ahí. Ese que jamás aparecerá después en las fotos y del que sólo se hablará después con un gesto de desagrado. Y sin embargo, todas las chicas de la fiesta bailaron con él en un momento u otro. Todos los chicos rieron con sus chistes e incluso se dejaron invitar a una pinta por él.

Ahí va: el género de Ciencia Ficción es hijo tanto de la Ciencia oficial como del Esoterismo. Con tanta frecuencia como dejan sentir su influencia en el género los nuevos descubrimientos y logros tecnológicos, lo hacen las ideas de los investigadores paranormales. No olviden que uno de los principales responsables de que el género alcanzara su madurez, John W. Campbell (1910-1971), al tiempo que exigía una base científica para los relatos que publicaba en Astounding Science Fiction, utilizó la revista para expandir las teorías nacientes de la Dianética de L. Ron Hubbard (1911-1986), una extraña mezcla de ciencia ficción, esoterismo y religión. No dejes que tu mano derecha sepa que la izquierda lee a von Däniken, dijo Isaac Asimov.

Bueno, en realidad no lo dijo, pero podría haberlo dicho.

En otro momento y lugar y con otro talante, hablé ya de la influencia de las tradiciones esotéricas en la Ciencia Ficción y ya avancé alguna de estas ideas. Entonces hablé de los continentes perdidos. Ahora me gustaría echar algo de luz sobre otra de esas corrientes ocultas que ha dejado su huella en la Ciencia Ficción. Es conocida como Paleoastronáutica o Astroarqueología tanto en círculos esotéricos como escépticos, aunque más frecuentemente se habla de ella como Los dioses astronautas.

Dioses, tumbas y gaters. Erich von Däniken y su herencia

Supongo que todos han visto Stargate, dirigida por Roland Emmerich y estrenada en 1994. Un grupo de arqueólogos descubre en los años 20 un extraño artefacto en Giza (Egipto); años más tarde, el profesor Daniel Jackson ―famoso por sus opiniones heterodoxas― es requerido para traducir unos documentos hallados junto al artefacto, que se encuentra ahora en las instalaciones militares de Cheyenne Mountain. Gracias a su aportación, el objeto es puesto en funcionamiento y crea un agujero de gusano, que transporta a un equipo formado por un pelotón de soldados al mando del coronel Jack O’Neil, con el profesor Jackson como asesor. Al otro lado encuentran un mundo desértico llamado Abydos[3], dominado por Ra, un extraterrestre que ha poseído el cuerpo de un humano. La población del planeta habla una lengua derivada del antiguo egipcio y vive completamente sojuzgada por Ra. Inevitablemente, el equipo se enfrenta a él y lo derrota.

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Stargate (Roland Emmerich, 1994) es un film plenamente danikeniano. En la imagen, el momento en que es descubierta la puerta estelar en Gizeh

En un momento de la cinta, Jackson descifra unos relieves en los que los habitantes de Abydos dejaron constancia de su pasado. Así sabemos cómo llegó Ra a la Tierra hacia el 8.000 a.C., moribundo, y encontró un mundo rico y habitado. No sólo eligió un huésped humano que le permitiera alargar su vida, sino mano de obra barata para trabajar en las minas de Abydos, que enviaba a través de la puerta estelar que da título a la película. En un momento dado, los terrestres se rebelan contra Ra, éste sella la puerta que comunica ambos planetas y prohíbe la escritura para que el conocimiento del pasado se pierda.

El éxito de Stargate suscitó dos series de televisión con personajes reales ―Stargate SG1 y Stargate Atlantis―, una de animación ―Stargate Infinity― y un proyecto en marcha llamado Stargate Univers del que no se sabe mucho en el momento de redactar este artículo. Las dos series han enriquecido de forma extraordinaria el universo conceptual de la película, a pesar de que Dean Devlin y Roland Emmerich, autores del guión original de ésta, no reconocen como oficiales estas aportaciones. Sea como sea, en el universo de Stargate, las distintas mitologías de la Antigüedad (egipcia, griega, escandinava…) se originaron por el contacto con razas extraterrestres llegadas la Tierra, donde asumieron el papel de divinidades. Como hemos visto en el caso de Ra, no se trataba siempre de deidades benevolentes.

La película original de Emmerich me sorprendió en su día por dos razones. La primera, porque suponía el retorno de la Ciencia Ficción aventurera a las pantallas después de una década de sequía. La segunda, porque revitalizaba las teorías de un hostelero suizo llamado Erich von Däniken que habían sido muy populares en los años 70 y que yo creía completamente olvidadas. Y no podía ser de otra forma, puesto que Emmerich afirma que tuvo la idea original en 1979, leyendo un libro de Däniken. En aquel entonces, sus libros se encontraban entre los más vendidos en todas las listas y sus ideas eran ampliamente discutidas.

Se había dado a conocer en 1968 con la publicación de un libro titulado Recuerdos del futuro[4]. Fue el primero de una larga serie de best sellers ―que aún sigue escribiendo hoy día―, entre los que se cuentan títulos tan populares como Regreso a las estrellas[5] y El oro de los dioses[6], traducidos a todos los idiomas imaginables y cuyas ventas se cuentan por decenas de millones. Su influencia en la cultura popular es tan enorme que el antropólogo francés Wiktor Stoczkowski, en su obra Para entender a los extraterrestres, habla de “danikeismo” para referirse al fenómeno [7].

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Erich von Däniken

La tesis básica de Däniken es que seres extraterrestres visitaron nuestro planeta en el pasado, crearon primero a la raza humana manipulando genéticamente a las hembras primates y después inculcaron en ella la cultura y la tecnología. Una vez completada su labor, volvieron al espacio y jamás regresaron. Según el autor suizo, las pruebas de la presencia de los alienígenas ―de los dioses astronautas― están a nuestro alrededor, en forma de ítems arqueológicos y mitos.

Algunas de esas pruebas son auténticos iconos de la cultura popular, como las líneas de Nazca (Perú), que Däniken interpreta como pistas de aterrizaje para astronaves extraterrestres o un relieve maya hallado en Palenque (México), en el que el suizo ve a un astronauta sentado en la cabina de su nave. Las estatuas de la isla de Pascua (Chile) o la pirámide de Keops en Egipto ―según las palabras de Däniken― son obras de ingeniería extraterrestre y se encuentran muy lejos de las capacidades de los pueblos antiguos a las que las atribuyen la Arqueología oficial. La huella de los astronautas que visitaron la Tierra en la antigüedad podía rastrearse también en las armas fantásticas y carros voladores de los poemas épicos hindúes, el Ramayanay el Mahabharata, así como en diversos relatos bíblicos ―como en la famosa cita del libro de Ezequiel― y en las dinastías míticas sumerias.

También cayó bajo el influjo de las teorías de Däniken el valenciano Pascual Enguídanos Usach (1923-2006). Este autor de bolsilibros, que firmaba como George H. White y Van S. Smith, es conocido sobre todo por ser el autor de la Saga de los Aznar, una serie de cincuenta y seis novelas escritas entre 1953 y 1978. Se trata de un Space Opera clásico que toma la forma de una historia del futuro a través de las hazañas de una familia de militares y estadistas. En la segunda parte de la serie, escrita entre 1974 y 1978 ―en plena fiebre editorial danikeista―, los humanos toman contacto con una raza milenaria, los bartpuranos, que recorrieron el universo en el pasado esparciendo la vida y la inteligencia. Las principales razas humanas del universo conocido ―la terrícola entre ellas― son fruto de su labor. En la novela El retorno de los dioses, ya muy cerca del final de la serie, los humanos viajan en el tiempo de forma fortuita hasta la época de formación de la cultura sumeria y encuentran al sacerdote Mu-Ra, mestizo de terrícola y bartpurano, poseedor de amplios conocimientos de astrofísica y de los poderes mentales de sus antepasados extraterrestres. Ante los sumerios, Mu-Ra es descendiente de los dioses, una idea plenamente danikeniana[8].

En el momento del contacto, los bartpuranos se han retirado a un gigantesco mundo anillo artificial para entregarse a una vida más sencilla, pero una extraña enfermedad genética se está cebando con ellos y la raza está a punto de extinguirse. La razón es que las almas de los bartpuranos, después de sucesivas reencarnaciones, están alcanzando la perfección e ingresando en la Dimensión Eterna.

Esta idea no es ajena en absoluto al universo de las series Stargate. Los Antiguos, la raza que construyó la red de puertas estelares, también abandona nuestro mundo material ―ascienden, por utilizar la terminología de la serie― y se convierten en seres de pura energía. Esta idea común ―con dos formulaciones diferentes, eso es cierto― es una herencia de la literatura esotérica vinculada a la teoría de los antiguos astronautas.

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Misión a Marte. (Mission to Mars, Brian de Palma, 2000). En la imagen, la escena en el que la cara de Marte es desenterrada por un violento huracán

La película Misión a Marte (Mission to Mars, Brian de Palma, 2.000) tiene, en principio, un tratamiento menos pulp que Stargate y pretende dotarse de cierta verosimilitud en sus planteamientos. Sin embargo, nos sirve como ejemplo paradigmático. El astronauta Story Musgrave fue contratado como asesor técnico para una historia que pretende tener un cierto aire Hard Science, o al menos todo lo cerca de ello que Hollywood está dispuesto a estar. Incluso, el plan de la misión está tomado de una propuesta real de la Mars Society para enviar un vuelo tripulado al planeta rojo. Y sin embargo, toda la historia está cimentada sobre las mismas propuestas esotéricas que Stargate.

La historia comienza cuando la tripulación de la primera expedición a Marte decide explorar una montaña cerca del Valles Marineris que podría albergar una afloración de agua subterránea. Cuando los astronautas se acercan para investigarla notan un extraño sonido que proviene de ella y que atribuyen a una interferencia del rover. La lectura del radar dice que bajo la montaña hay grandes masas de metal. En ese momento, un pulso electromagnético quema los instrumentos y se levanta un violento vendaval que lo arrasa todo y mata a todos los astronautas excepto al comandante, Luke Graham. Mientras se va calmando el viento, la cámara va remontándose en el aire y nos muestra la construcción que se ocultaba bajo las rocas, barridas ahora por el viento: una gigantesca cara ovalada de ojos grandes y boca pequeña que responde a la perfección al arquetipo pop de un extraterrestre. Seguramente Brian de Palma no era consciente de la metáfora que había creado en esta escena: el viento alienígena se lo lleva todo y destapa lo que hay debajo, nada más y nada menos que la famosa cara de Marte[9], uno de los más populares ítems de la literatura esotérica, utilizado como supuesta prueba de que en el pasado existió una civilización avanzada en nuestro planeta vecino.

Inmediatamente se organiza una segunda expedición que sufre el necesario accidente que debe sufrir toda expedición a otro planeta para que haya un poco de buena y vieja aventura. Los tripulantes de la nave que logran llegar a la superficie encuentran al comandante Luke aún vivo. Durante todo el tiempo que ha permanecido solo, Luke se ha dedicado a investigar el sonido procedente de la cara de Marte y ha llegado a la conclusión de que contiene información sobre el ADN humano.

Lo que ocurre después podría haber salido de uno de los libros de von Däniken y aunque es la parte más endeble de la película es realmente la que más nos interesa: los astronautas se dirigen a la cara de Marte y logran acceder al interior, donde hay condiciones atmosféricas terrestres. Allí encuentran un gran modelo holográfico animado de nuestro sistema solar. Sorprendidos, ven Marte tal y como fue miles de millones de años atrás, un mundo habitable (y habitado) como la Tierra. La animación muestra como un gran meteorito golpeó el planeta y los marcianos se vieron obligados a emigrar. No sin antes haber sembrado la vida en la Tierra, entonces completamente yerma.

Misión a Marte es una película que resulta fallida en muchos aspectos, siendo el más llamativo ese final tan edulcorado que puede llegar a resultar sonrojante. Sin embargo, a nosotros nos interesa por la pervivencia de las ideas danikeistas en la Ciencia Ficción, en este caso en una película que presumía de su sólida base científica.

La gurú que vino del frío H. P. Blavatsky y la genealogía del danikeismo

Diversos especialistas se han tomado la molestia de refutar las teorías de Däniken, un arduo trabajo que no voy a emprender yo aquí. Uno de los más virulentos en sus ataques es el mago James Randi, en su obra Fraudes paranormales. Randi es conocido por su compromiso con el movimiento escéptico.

La principal acusación que suele hacerse a la teoría de los dioses astronautas es el racismo y el europeocentrismo. Según Randi, Däniken

Es simplemente incapaz de admitir o concebir el hecho de que el hombre antiguo fuera capaz de tener visiones elevadas y la capacidad técnica y artística para crear la fortaleza Sacsahuamán, la Gran Pirámide de Egipto y otras maravillas, sin la asistencia de seres del espacio exterior. Pero en ningún momento nos incita a observar el milagro de la Catedral de Chartres, el Partenón de Grecia o incluso Stonehenge […] porque esas maravillas son europeas, construidas por personas que poseen sin ninguna duda la inteligencia y la capacidad para llevar a cabo ese trabajo[10].

La historia no sería nueva en absoluto. En 1871, el arqueólogo alemán Karl Mauch (1837-1875) descubrió las ruinas del Gran Zimbabwe y no dudó en identificarlas con la mítica Ofir del Antiguo Testamento porque no podía concebir que las tribus negras locales pudieran haber construido aquellos monumentos[11]. Se podría decir que no hay peor ciego que el que se empeña en ver.

Sin negar la posible influencia de un cierto prejuicio europeocentrista en determinados autores adscritos a las teorías de los Dioses astronautas[12], algo que por supuesto no siempre es fácil de demostrar, pienso que se trata de una forma un tanto tosca de solventar el problema y una versión poco sutil del viejo argumento ad hominem. Los que conocen a Randi y otros autores vinculados a la revista Skeptical Inquirer reconocerán a la primera ese estilo beligerante[13]. Sin embargo, creo que un análisis más sereno de la cuestión pone en duda esa tesis. Porque para los danikeistas sería muy difícil intentar demostrar que el Partenón de Atenas fue construido por alienígenas, ya que se trata de un monumento relativamente reciente y tenemos todo tipo de datos de cómo fue construido y por quién. El esoterismo necesita una cierta distancia ―espacial y temporal― para presentar sus pruebas en un adecuado ambiente de misterio. Para eso, nada mejor que obras de civilizaciones antiguas, como las pirámides egipcias y mayas. Esa es la razón por la que los fantasmas no se aparecen en la Puerta del Sol a pleno día.

Stoczkowski ―que, por cierto, no descarta el racismo como uno de los vectores de la teoría de los dioses astronautas― propone una explicación más compleja. Según el investigador francés, la tradición esotérica de los astronautas de la antigüedad es una tercera vía de pensamiento entre la tradición del pensamiento racional y científico, nacida del Siglo de las Luces, y la religión tradicional. Frente a la idea del Hombre hecho a imagen y semejanza de Dios, las evidencias cada vez más abrumadoras de la Ciencia fueron dibujando el panorama ciertamente inquietante de la aparición de Homo sapiens como resultado del devenir azaroso de la selección natural. El concepto de Naturaleza que nos ha legado Darwin resulta desolador para algunas personas, porque puede ser explicado, puede funcionar sin la presencia de un Dios bondadoso que ha colocado todas las cosas a los pies del Hombre. Es como el niño que descubre que vino al mundo porque se rompió un preservativo. Sin embargo, ni las explicaciones sencillas del Génesis ni las ambiguas posiciones de las religiones modernas, que se limitan a aceptar la Evolución como un hecho comprobado y relegan a Dios al papel de Diseñador parecen satisfacer del todo a muchas personas. La teoría de los dioses astronautas, diceStoczkowski, llena ese vacío.

El danikeismo no niega la evolución y las evidencias acumuladas por décadas de investigación. No niegan que las especies se transforman para acomodarse a las necesidades del medio ambiente. Pero pretenden salvar al ser humano del terrible destino de haber aparecido por casualidad y como resultado de circunstancias contingentes. El Hombre debe proceder de un destino más alto y más noble: su linaje procede de las estrellas, porque una raza milenaria manipuló los genes de las hembras de los simios africanos para producir una especie inteligente. Y el destino del Hombre, que no procede del fango como el resto de la Creación, es volver a su auténtico hogar: las estrellas.

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2001, una odisea espacial (2001, Space Odyssey, Stanley Kubrick, 1968). El monolito extraterrestre alumbrando el nacimiento de la tecnología entre los australopitecos.

En la película 2001, una odisea espacial, dirigida por Stanley Kubrick en 1968 ―casualmente, el mismo año en que apareció la primera obra de Däniken―, una raza alienígena coloca un artefacto en forma de monolito en la sabana africana y enseña a un grupo de australopitecos los rudimentos de la tecnología. Millones de años después, una expedición descubre en la Luna otro monolito, que emite una señal de aviso: el experimento iniciado tiempo atrás ha tenido éxito. El guión de2001 fue coescrito por el propio Kubrick y el escritor de ciencia ficción Arthur C. Clark, basado su el cuento «El centinela», de 1953. Aunque el tratamiento estético de la historia es radicalmente diferente al de Roland Emmerich en Stargate, y 2001 no bebe de Däniken (ya veremos de quién), la idea base es la misma: la intervención de una raza extraterrestre en el nacimiento de la inteligencia o la civilización humanas. Lo que no deja de resultar curioso en un autor al que se suele identificar con la llamada Ciencia Ficción Dura[14].

Hemos dicho que Clarke y Kubrick no trabajaron bajo la sombra de Däniken. ¿Cómo podían haber sido influenciados por una teoría que nacía en 1968 con la publicación de Recuerdos del futuro de Erich von Däniken? La respuesta es queDäniken no fue el primero en hablar de astronautas en la prehistoria.

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Helena Petrovna Blavatsky (1831-1891), fundadora de la Sociedad Teosófica y autora de Isis sin velo y La doctrina secreta. Sus ideas están en la base de muchas teorías esotéricas modernas

Wiktor Stoczkowski investiga en su obra el linaje de la Teoría de los Dioses Astronautas, acompañando sus razonamientos de numerosos datos y citas que lo apoyan. Postula que los danikeistas tomaron numerosos elementos de la Doctrina Teosófica de Helena Petrovna Blavatsky (1831-1891). Esta ucraniana emigrada a Estados Unidos fue la responsable de uno de los movimientos esotéricos más influyentes y curiosos de la Historia. La influencia de sus ideas llegó hasta personas tan diferentes como Ghandi, Hitler o el poeta irlandés Yeats. H. P. Lovecraft yClark Ashton Smith utilizaron sus ideas para crear sus historias ―sin creer en realidad una palabra de ellas, por cierto― y estuvieron implicadas en el nacimiento y desarrollo de las teorías racistas alemanas del armanismo y el ariosofismo e instituciones deudoras de éstas como la Orden Germánica[15].

Es difícil resumir las ideas de Blavatskymadame Blavatsky para sus seguidores― en pocas palabras[16]. Quien esté interesado en consultar la fuente original, debe leer las dos monumentales obras en que son desgranadas: Isis sin velo y La doctrina secreta, ambas publicadas en castellano[17]. Blavatsky decía que sus escritos estaban extraídos de un llamado Libro de Dzyan, que le había sido revelado. El Teosofismo es una compleja cosmogonía creada a partir de diversas fuentes esotéricas precedentes sobre una fuerte base de gnosticismo. No voy a ocuparme ahora de describir por extenso sus ideas porque esa tarea caería por completo fuera del ámbito de este artículo. Lo que nos interesa es su concepción antropogenética. Según Blavatsky, la naturaleza del Hombre es dual. Su cuerpo mortal ha sido creado por los Demiurgos Inferiores y está sujeta a la contingencia de la evolución, pero su alma inmortal procede de la divinidad y aspira a volver a ella[18]. El hombre atravesará en su evolución por siete razas matriz, cada una de ellas compuesta a su vez por tres subrazas. Nosotros somos la quinta raza que habita la Tierra[19]. Cada una de esas razas es más corpórea y menos espiritual que la anterior. Según Stoczkowski, la tradición de los dioses astronautas es, en cierto modo, una simplificación de la obtusa ideología teosófica, desplazando a los Demiurgos y colocando en su lugar a los alienígenas. Blavatsky y sus discípulos ―y aquí llegamos al meollo del asunto― señalaban diversos monumentos arqueológicos antiguos como restos de las razas matriz pasadas. Los danikenianos tomarían gran parte de esos monumentos y ejemplos y los reutilizarían para probar sus teorías, aunque señalándolos como evidencias del paso de astronautas extraterrestres por la Tierra.

Stoczkowski, por tanto, se opone a la opinión generalizada de que la teoría de los dioses astronautas nació en el seno de la literatura de Ciencia Ficción. Ésta habría proporcionado un cierto lenguaje y una cierta estética, pero no el armazón ideológico principal.

G. H. Williamson (1926-1986), fue uno de los primeros autores esotéricos en popularizar la teoría. Seguidor de George Adamski y uno de los primeros creyentes en el fenómeno OVNI, Williamson decía contactar con entidades extraterrestres a través de una ouija[20] y publicó varios libros con una fuerte influencia teosófica explicando sus teorías sobre la Historia Antigua[21]. Sus ideas nos son muy familiares: en el lejano pasado de la Humanidad, seres de otros mundos visitaron el nuestro y trajeron la civilización a nuestros antepasados.

Sin embargo, la auténtica popularización llegó en 1960 con un libro titulado El retorno de los brujos, de Jacques Bergier y Louis Pauwels. Esta obra, de gran éxito en su día, trataba diversos temas esotéricos que iban desde los poderes mentales hasta los Rosacruces, e incluía una revisión de los teorías de Charles Fort[22] sobre las civilizaciones desaparecidas. Se sugerían diversas evidencias de la presencia de razas extraterrestres en el pasado de la Tierra. Al parecer, aunque el libro estaba firmado por ambos, fue Jacques Bergier (1912-1978) ―un judío ruso nacionalizado francés cuyo auténtico nombre era Yakov Mikhailovich Berger― el que aportó las ideas y el contenido, limitándose Pauwels, que era periodista, a darle forma escrita. Bergier era aficionado a la Ciencia Ficción y fundó en 1961, junto con Pauwels, la revista Planète, que siguió publicándose hasta 1972.

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Jacques Bergier (1912 – 1978), coautor junto con Louis Pauwels de «El retorno de los brujos». Aquí, en una entrevista concedida el mismo año de su muerte

En 1963, la teoría de los dioses astronautas da un nuevo paso adelante con la aparición del libro One Hundred Thousand Years of Man’s Unknown History[23], de Robert Charroux (1909-1978). Este escritor francés, muy posiblemente influenciado por la obra de Pauwels yBergier, despliega la panoplia de teorías sobre astronautas en la antigüedad y monumentos ciclópeos que caracteriza a esta literatura. Los libros de Charroux, al igual que los de otros antes y después que él, conocieron un extraordinario éxito editorial algunos años antes de que Däniken publicara su primer título. El autor suizo con seguridad conocía a Charroux y menciona casi las mismas “pruebas” de la existencia de visitantes extraterrestres en la Prehistoria y la Historia Antigua queCharroux, Pauwels, Bergier y Williamson.

Aunque carece del tirón comercial de que gozó en los años 60 y, sobre todo, en los 70, la teoría sigue teniendo hoy en día sus defensores. Uno de los más famosos actualmente es Zecharia Sitchin (1922)[24], que ha heredado de sus predecesores legiones de admiradores y enemigos. En nuestro propio país, el navarro Juan José Benítez (1946) se hizo hecho eco de la teoría en un libro con un título significativo: Los Astronautas de Yavé (1980).

Y el culpable es…

H. P. Lovecraft como eslabón perdido

Hemos visto como la tradición esotérica de los dioses astronautas evolucionó a partir de la Teosofía de H. P. Blavatsky, que a su vez reelaboraba las ideas gnósticas que han acompañado al pensamiento mágico occidental desde hace milenios, con la adición de la figura de los visitantes extraterrestres que visitaban nuestro planeta y el culto OVNI que nació en 1947 con el famoso avistamiento del aviador Kenneth Arnold en Mount Rainier (Washington). También hemos visto como las teorías de los autores danikenianos han influido en la literatura y el cine de Ciencia Ficción de forma directa o indirecta.

Esta es, fundamentalmente la teoría de Stoczkowski muy esquematizada. Aunque estoy básicamente de acuerdo con ella, creo que se podrían apuntar un par de cuestiones. En primer lugar, creo que el nacimiento y evolución de los fenómenos culturales es siempre un asunto complejo y que trazar hipótesis genéticas excesivamente lineales, aunque ayude a explicar un fenómeno como es el de los dioses astronautas, puede hacer perder de vista la realidad de las evidencias. En segundo lugar, Stoczkowski se confiesa absolutamente ajeno tanto a la Ciencia Ficción como a las Paraciencias, por las que nunca parece haber sentido una gran atracción. Por eso es posible que se le escape la particular esencia tanto de aquella como de estas últimas. Guillermo de Baskerville enseñaba a Abso cómo las herejías funcionaban como vasos comunicantes que intercambiaban conceptos, ideas, esquemas y con frecuencia los mismos fieles. Un investigador de la Ciencia oficial, como Wiktor Stoczkowski, está acostumbrado a que cada especialista se dedica a un determinado campo y raramente se sale de él. Sin embargo, los llamados investigadores de lo paranormal funcionan más bien como los heresiarcas a los que aludía Guillermo de Baskerville: toman de aquí y de allá, hoy poderes extrasensoriales, mañana OVNIS, pasado el astronauta de Palenque. A su vez, esa confusa amalgama que llamamos Esoterismo tiene una extraña relación de simbiosis con la literatura de Ciencia Ficción. Relación que, como hemos visto, se desarrolla en ambas direcciones. Los aficionados solemos enojarnos cuando se coloca a Robert A. Heinlein y Ursula K. LeGuin junto a Juan José Benítez y Erich von Däniken en la misma estantería bajo el epígrafe “Ciencia Ficción”, y yo soy de los que más se enoja. Pero lo cierto es que los libreros actúan siguiendo una intuición que no está del todo desencaminada. Porque aún siendo ámbitos absolutamente diferentes, se trata de ingredientes que han entrado a formar parte con frecuencia del mismo puchero ―como hemos visto en el caso de las revistasAstouding y Planète― y con frecuencia han producido los guisos más extraños (como la Iglesia de la Cienciología y el Movimiento Raeliano).

Esa relación simbiótica, lo hemos visto, existió desde los mismos inicios del género, cuando aún no había recibido su controvertido nombre. No resultaría extraño que, antes de que G. H. Williamson publicara sus obras, la síntesis se hubiera producido ya. Eso, aparentemente, daría la razón a los que sostienen la tesis clásica sobre los dioses astronautas, esto es, que se trata de un fenómeno nacido en el ámbito de la Ciencia Ficción que devino en culto esotérico.

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H. P. Lovecraft (1890 – 1937)

Y eso es exactamente lo que defiende el norteamericano Jason Colavito, autor de un libro con un título sugerente y revelador: The Cult of Alien Gods: H.P. Lovecraft And Extraterrestial Pop Culture[25]. Colavito realiza en su libro una labor similar a la de Stoczkowski, sólo que las influencias de los diferentes autores esotéricos que se han ocupado de los astronautas prehistóricos le llevan hasta Howard Phillis Lovecraft (1890-1937).

En un género literario tan lleno de estupendos chiflados como es el fantástico ―Alfred Bester decía que tener algo suelto en la azotea era el precio que debían pagar por su genialidad―, Lovecraft podría ser considerado como raro entre los raros. L. Sprague de Camp, gran aficionado y lector suyo, nos lo pinta en su famosa biografía[26] con tales tintas que le hace pensar a uno qué diría de él y sus amigos de haberle caído mal. Hipocondríaco, filonazi, racista, clasista, gandul…de Camp no ahorra palabras para definir a Lovecraft. Lo cierto es que no me interesa ninguna de esas características, me interesa una que sólo en boca en un norteamericano como de Camp suena a insulto: ateo. Lovecraft no creía en Dios, en ningún Dios, era un materialista convencido. Y como materialista reconvirtió el viejo cuento gótico bajo parámetros modernos, reinsertándolo en la moderna literatura fantástica, precisamente en un momento en que la Ciencia Ficción estaba convirtiéndose en un género popular.

Lovecraft es sobre todo conocido por ser el creador e inspirador de los llamados Mitos de Cthulhu, un complejo panteón de criaturas alienígenas que acechan al ser humano desde pavorosos espacios exteriores. La llamada de Cthulhu, escrito en 1926, es el primer cuento del ciclo escrito por Lovecraft. En él sitúa Colavito el momento genesíaco de la teoría de los dioses astronautas. El cuento, una pequeña joya de la moderna literatura de horror, se centra en el descubrimiento por parte de un investigador de un antiguo culto a una misteriosa deidad llamada Cthulhu, mitad pulpo mitad figura antropoide. A la muerte del emérito profesor Angell, su sobrino encuentra en los papeles del anciano un pequeño bajorrelieve de Cthulhu que le causa una extraña inquietud[27]. A partir de él y siguiendo el rastro de los estudios de su tío, entra en conocimiento de las extraordinaria antigüedad del culto de Cthulhu.

El viejo Castro recordaba fragmentos de una horrible leyenda que hacían palidecer las especulaciones de los teósofos[28] y dejaban al hombre y al mundo reducidos a algo de creación reciente y efímera existencia. En eras remotas la Tierra estuvo regida por otros Seres que vivían en grandes ciudades. Según Castro […] aún podían encontrarse vestigios suyos en ciclópeas piedras en algún lugar de las islas del Pacífico. Todos los Seres murieron eras antes de que el hombre apareciera sobre la Tierra. […] Naturalmente habían venido de las estrellas y habían traído consigo sus imágenes[29].

Aquí es donde, según Colavito, ligó el guiso, en este mismo párrafo. Lo cierto es que Lovecraft no inventó las historias sobre civilizaciones perdidas más antiguas que la historia conocida; ahí tenemos la serie de Ella de H. Rider Haggard(1856 – 1925)[30], la reina inmortal de una civilización varias veces milenaria. O la magnífica El estanque de la Luna (The Moon Pool, 1919) de Abraham Merrit (1884 – 1943), que guarda cierta afinidad estética y conceptual con las narraciones lovecraftianas. Como hemos visto, la propia Blavatsky había especulado ampliamente con la existencia de civilizaciones y razas anteriores a la Humana que se habían desarrollado mucho antes de que ésta apareciera sobre la Tierra. Sin embargo, señala Colavito, Lovecraft fue el primero en introducir alienígenas en la ecuación.

Cinco años después de escribir La llamada de Cthulhu, Lovecraft escribiría la que todo el mundo reconoce, casi sin excepción, como su obra maestra: En las montañas de la locura (At the Mountains of Madness, 1931). Quizá se trata de la más cienciaficcionesca de las narraciones que se pueden encuadrar dentro de los mitos de Cthulhu y en cierto modo se trata de una desmitificación y una racionalización de éstos. La historia narra la expedición que organiza la inevitable universidad de Miskatonic a la Antártida (aún entonces envuelta en misterios, quizá la última de las tierras ignotas de nuestro planeta) dirigida por el profesor William Dyer. Detrás de una impresionante barrera de montañas más altas que el Himalaya, Dyer y su acompañante encuentran una ciudad gigantesca. La urbe tiene decenas de millones de años de antiguedad, es anterior al Hombre y a la mayoría de especies conocidas. Sus habitantes, conocidos como los Primordiales, llegaron a la Tierra procedentes de las estrellas cuando el planeta era aún joven. Particularmente revelador es este fragmento:

Cómo pudo sufrir una evolución tan tremendamente compleja en una tierra recién nacida a tiempo de dejar huellas en rocas arcaicas resultaba tan inconcebible que llevó a Lake a recordar los mitos primigenios de aquellos “Ancianos” que bajaron de las estrellas y crearon la vida en la tierra por travesura o por error…[31]

Parecería que con esto tenemos ya completo el panorama. Hemos visto el influjo de Blavatsky y la Teosofía en Lovecraft cuando hemos hablado de La llamada de Cthulhu; la influencia de las historias de civilizaciones perdidas y la creación de la vida en la Tierra por parte de seres venidos de otros mundos[32]. Desde luego, resulta perfectamente natural que la fusión de todos los elementos se diera precisamente en el instante en que se estaba formando la Ciencia Ficción como género y en un autor materialista y ateo que pretendía adaptar la vieja narración gótica a las nuevas literaturas.

Y aquí podría haber quedado todo. Sin embargo, Jason Colavito postula que H. P. Lovecraft, que tomó todos estas ideas como elementos literarios con los que crear historias sugerentes y morbosas, fue leído por varias personas de forma acrítica, que tomaron sus narraciones como reflejos de una realidad. Williamson,Pawles y Bergier, Charroux, von Däniken y otros muchos autores danikeistas se tomaron en serio ―siempre según Colavito― las oscuras, y con frecuencia contradictorias, referencias a deidades venidas de las estrellas que crearon la vida en nuestro planeta en un tiempo remoto. Su argumentación está apoyada en la comparación de textos y en los claros paralelismos de las argumentaciones de los autores mencionados.

En cualquier caso, la hipótesis de Colavito no es contradictoria con la de Wiktor Stoczkowski. Éste defendía, recordemos, que las teorías esotéricas de los dioses astronautas eran una reelaboración en clave pop de la Teosofía de Blavatsky, que a su vez había nacido en el seno de la tradición Gnóstica occidental. Jason Colavito, en todo caso, ha señalado con acierto el eslabón perdido de la cadena, que no es otro que el bueno de Lovecraft.

Y sin embargo, tanto Colativo como Stoczkowski parecen haber olvidado a la que podría ser la auténtica pieza clave de este rompecabezas.

Quizá no tan culpable

Charles Fort y El libro de los condenados

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Charles Fort (1874 – 1932)

En 1919, un periodista neoyorquino llamado Charles Fort (1874 – 1932) publicó un libro con título sugerente: El libro de los condenados (The Book of the Damned). Utilizando una prosa extraña y enrevesada y un estilo argumentativo torticero y oscuro, Fort intentaba mostrar al mundo toda una serie de fenómenos extraños sin aparente conexión entre sí. Desde la lluvia de ranas a la teleportación. Casi treinta años antes de que los avistamientos de Kenneth Arnold pusieran de moda el fenómeno OVNI, Fort sostenía que nuestro planeta estaba siendo visitado ―desde el más remoto pasado― por astronaves alienígenas y recopila avistamientos a lo largo del planeta de aeronaves en forma de dirigible:

Si considero a otro mundo comunicándose en el mayor secreto con algunos habitantes muy esotéricos de nuestra Tierra, me será necesario considerar también otros mundos intentando comunicar con todos los habitantes de nuestra Tierra, después vastas estructuras costeándonos a kilómetros de distancia, sin el menor deseo de ponerse en contacto con nosotros, como buques de cabotaje cruzando de isla en isla sin hacer su elección. Después creo que tengo también datos sobre una vasta construcción, que ha llegado numerosas veces a hacernos una visita subrepticia, hundiéndose en el océano y permaneciendo sumergida, después volviendo a partir hacia lo desconocido. ¿Cómo explicaría un esquimal a un navío venido a aprovisionarse de carbón (que abunda en las playas árticas, pero cuya existencia desconocen los nativos) y volviendo a partir sin intentar la menor tentativa diplomática?

Resultará difícil a mucha gente admitir que nosotros podamos no ser interesantes.

Admito que se nos ha esquivado, probablemente por razones morales. Pero la noción de los visitantes extraterrestres en China, durante lo que nosotros llamamos el período histórico, no será más que moderadamente absurda cuando la abordemos.

Admito que varios de estos otros mundos puedan poseer condiciones de vida análogas a las del nuestro, pero creo que algunos son tan diferentes que sus emisarios no podrían vivir entre nosotros sin medios artificiales de adaptación. ¿Cómo podrían respirar nuestro aire atenuado los visitantes venidos de una atmósfera gelatinosa?

Quizá con máscaras. Como aquellas que se han encontrado en los antiguos depósitos. Algunas eran de piedra, y son atribuidas a un atavío ceremonial de las poblaciones salvajes. Pero la máscara encontrada en 1879 en Sullivan Country, Missouri…

…¡Era de hierro y plata![33]

Aquí está ya toda la panoplia argumental que 50 años después popularizaría Erich von Däniken, incluyendo las pruebas en forma de ítems arqueológicos de dudosa adscripción para la Ciencia oficial. Una década antes de que Lovecraft escribiera La llamada de Cthulhu, Fort había realizado ya la mixtura entre la Ciencia Ficción y las tradiciones esotéricas de civilizaciones perdidas que trajo al mundo a los dioses astronautas. La hipótesis de que Williamson, Bergier, Charroux, von Dänikeny otros se tomaron demasiado en serio las narraciones de Lovecraft es atrevida y atractiva, pero la explicación más sencilla es casi siempre la que más se acerca a la realidad. El libro de los condenados ―así como el resto de la producción de Fort―, conocieron el éxito y parece que el libro causó un buen revuelo e impresionó a algunas personas. Sprague de Camp afirma que Lovecraft leyó a Fort[34] y utilizó sus ideas como utilizó también las de Blavatsky: como inspiración puramente literaria, ya que no creía una sola palabra de lo que decían uno y la otra.

Fort amplió sus teorías en otros libros posteriores: New Lands (1923), Lo! (1931) y Wild Talents (1932). La revistaAstounding Science Fiction, publicó Lo! en forma de serial en 8 partes cuando el director era aún Tremaine. John W. Campbell también leyó a Fort y le dio crédito, aunque le reprochaba su falta de método y su prosa oscura. Sin duda, debió ser en Astouding donde Jacques Bergier, compulsivo lector de pulps, conoció a Charles Fort, quien parece haber inspirado El retorno de los brujos. Seguramente también en este contexto Arthur C. Clarke fue inspirado por las teorías forteaneas ―aunque, a diferencia de Lovecraft, parece que se las tomaba muy en serio― y las utilizó para escribir «El centinela» (The Sentinel, 1953), historia que reciclaría en 1968 para el guión cinematográfico de 2001, una odisea espacial.

Quizá la hipótesis de que los Dioses Astronautas nacieron en el seno de la Ciencia Ficción y pasaron al campo de las teorías esotéricas no sea, después de todo, tan descabellada, aunque habría que matizarla. Charles Fort era un escritor de Ciencia Ficción frustrado. En 1915 escribió dos novelas tituladas X y Y. X tenía un tema inquietante: la posibilidad que la vida en la Tierra estuviera controlada por una civilización ubicada en Marte. La segunda hablaba de la existencia de una civilización maligna en la Antártida[35]. Hubo un intento de publicación por parte del editor Theodore Dreiser (1871-1945), pero por alguna razón el proyectó no salió adelante y Fort decidió destruir los manuscritos. Sin embargo, decidió reciclar varias de las ideas contenidas en las novelas en la redacción de El libro de los condenados. Nuevamente vemos como Ciencia Ficción y esoterismo son vasos comunicantes.

Aunque quizá, quien primero recogió el testigo de Charles Fort fue Eric Frank Russell (1905-1978), un escritor de Ciencia Ficción británico que se convirtió en un apasionado forteano. No sólo se limitó a popularizar sus ideas en una serie de artículos, sino que las utilizó con frecuencia en sus novelas. Barrera siniestra (Sinister Barrier, 1939)[36] es una novela alocada y conspiranoica: un científico, buscando una fórmula que le permita ampliar la visión humana, descubre que la vida humana está controlada, quizá desde el inicio de la historia, por una raza extraterrestre ―los vitones― que nos usa como fuente de energía. Dreadful Sanctuary (1948)[37] tiene tintes aún más siniestros, ya que parte de la hipótesis de que la Tierra es una especie de manicomio cósmico al que han ido a parar los elementos más insanos de los distintos mundos del sistema solar ―los blancos procedemos de Marte― siendo los chinos la única raza aborigen.

Concluyendo

A modo de epílogo

Los astronautas que visitaron la Tierra en el pasado más lejano para traernos la vida, la civilización, la cultura o la tecnología ―o todo ello a la vez― nacieron como una teoría seudocientífica en el momento en que la literatura de Ciencia Ficción había popularizado ya la idea de que podían existir civilizaciones en otros planetas con tecnología suficiente para viajar a través del espacio y visitar nuestro planeta. Las viejas leyendas sobre civilizaciones perdidas y las teorías blavatskianas sobre razas prehumanas que dominaron la Tierra millones de años antes de que el Hombre apareciera sobre ella proporcionaron la panoplia de argumentos, puntos de interés y pruebas arqueológicas que hoy día hacen reconocible al danikeismo.

La literatura de Ciencia Ficción fue el contexto, el crisol, en el que esa fusión se produjo y la revista Astouding el medio por el que fue dada a conocer al mundo. Una vez consolidada, la teoría de los Dioses Astronautas proporcionó una buena base de inspiración para los escritores de Ciencia Ficción y no parece descabellado pensar que el flujo de ideas pudo tener doble sentido. El éxito editorial de Erich von Däniken en los años setenta únicamente dio nuevo impulso a una vasta corriente que ya fluía desde 1919.

Curiosamente, la teoría había nacido en Estados Unidos, pero fue en Europa donde se desarrolló plenamente. El italiano L. R. Johannis, seudónimo de Luigi Rapuzzi(1905 – 1968), escribió C’era una volta un pianeta (1954) y su continuación Quando era aborigeno (1955), dos historias plenamente danikenianas que comienzan 400.000 años antes del presente con la lucha entre la pacífica civilización marciana y la belicosa rhaniana. La devastación de su planeta a causa de la guerra obliga a los marcianos a refugiarse en la Tierra. La mezcla genética con los aborígenes da lugar a una nueva raza que conoce su esplendor en Mu y la Atlántida. Francis Carsac, seudónimo tras del que se ocultaba el prestigioso prehistoriador francés François Bordes (1919-1981) escribió en 1954 la novela corta Tache de rouille, cuyo protagonista es un alienígena cuya nave queda varada en la Tierra del Paleolítico y provoca sin quererlo la revolución cultural.

Los Dioses Astronautas no aparecen únicamente en antiguas novelas que sólo pueden encontrarse en las librerías de viejo, ni son patrimonio de la serie B y la Ciencia Ficción más aventurera y científicamente menos exigente. El ciclo de novelas conocido como serie del Ekumen[38] de la californiana Ursula K. LeGuin, tiene como base la idea de que todas las razas humanoides que pueblan el universo conocido son descendientes de los Hain, una civilización que se colapsó después de haber colonizado decenas de mundos, el nuestro entre ellos.

Con el paso del tiempo, la teoría ha devenido en uno de esos temas universales que pertenecen al vasto acervo cultural de la Ciencia Ficción, junto con las Colonias Perdidas, los Imperios Galácticos, los Viajes en el Tiempo y otros muchos, continuamente alimentado por las especulaciones de los modernos esotéricos, herederos de von Däniken y Charroux. Quizá muchos de los autores que recurren al arquetipo lo hacen con el mismo espíritu esteticista y escéptico con que Lovecraft tomó los escritos de Charles Fort, porque así es como funciona el proceso creativo del gran y estupendo crisol que es la Ciencia Ficción. En cualquier caso, los Dioses Astronautas gozan de tan buena salud como hace treinta años, en plena fiebre danikeniana, y parece que seguirá igual durante mucho tiempo.

© 2008 Mario Moreno Cortina

[1] Ferreras, Juan Ignacio. La novela de Ciencia Ficción. Siglo XXI. Madrid, 1972
[2] Alexandrian. Historia de la Filosofía Oculta. Valdemar. Madrid, 2003.
[3] El nombre de Abydos ya debería situarnos en contexto. Abydos es el nombre de una localidad egipcia mencionada a menudo por los investigadores danikeistas, debido a unos jeroglíficos hallados en su templo. Para ampliar información pueden consultar la web: http://www.fraudesparanormales.com (última visita, 25 de diciembre de 2007).
[4] Däniken, Erich von. Recuerdos del futuro. Plaza & Janés editores. Barcelona, 1972.
[5] Däniken, Erich von. Regreso a las estrellas. Plaza & Janés editores. Barcelona, 1978.
[6] Däniken, Erich von. El oro de los dioses. Mr Ediciones. Madrid, 1974.
[7] Stoczkowski, Wiktor. Para entender a los extraterrestres. Acento. Madrid, 2001.
[8] Por si había alguna duda, Enguídanos hizo un pequeño homenaje a su inspirador en la novela Vinieron del futuro, dando el apellido Däniken a un teniente alemán.
[9] La denominada “cara de Marte” es una estructura geológica de la región de Cidonia fotografiada por vez primera por la misión Viking 1 en 1976. Fotografiada más recientemente por las cámaras mucho más potentes de la Mars Global Surveyor, su carácter natural y no artificial había quedado plenamente demostrado cuando estrenó Misión a Marte. Por eso se hacía necesaria la capa de rocas que la cubre en la película.
[10] Randi, James. Fraudes paranormales. Fenómenos ocultos, percepción extrasensorial y otros engaños. Tikal ediciones. Girona, 1994. Pag. 142.
[11] H. Rider Haggard tenía en mente las teorías de Mauch cuando escribió en 1885 Las minas del rey Salomón.
[12] Como es el caso de Robert Charroux, un radical antisemita. Hablaremos de él más tarde.
[13] Y con frecuencia maleducado. Muchos escépticos militantes creen que discutir tranquila y educadamente con defensores del esoterismo o desarrollar una argumentación razonada sobre sus ideas no sirve sino para darles la oportunidad de venderse a la opinión pública como iguales de los científicos. Entiendo sus razones y es cierto que permitir que determinadas ideas se comparen en un plano de igualdad con las de científicos serios puede ser peligroso, pero se trata (con perdón) de una cuestión de talante. No me da la gana ser maleducado y punto.
[14] Siempre me ha resultado gracioso esta clasificación de Clark dentro del Hard. O bien la gente maneja un concepto de “ciencias duras” diferente al que me han enseñado a mí, o bien han leído poco a Clark. No sólo se hace eco de la teoría de los dioses astronautas en 2001, una odisea espacial: en Cánticos de la lejana Tierra, se utiliza la fusión fría en el futuro. Menos conocida fue su credulidad en relación a los supuestos poderes del israelí Uri Geller y su apoyo a la investigación sobre diversos fenómenos paranormales como la telekinesia. Al parecer, Clarke había leído al conocido autor esotérico Charles Fort (1874-1932) y estaba muy influenciado por él. Hablaremos más tarde de Fort.
[15] Goodrick-Clarke, Nicholas. Las oscuras raíces del nazismo. Editorial Sudamericana. Buenos Aires, 2005.
[16] Para una visión crítica de H. P. Blavatsky y la Teosofía pueden consultar la obra El mandril de madame Blavatsky, de Peter Washington. Fue publicada por Ediciones Destino en 1995.
[17] Ambas en Editorial Sirio en 1988.
[18] Hay aquí una evidente herencia gnóstica en la concepción del alma humana como algo caído en la materia y que aspira a volver a las alturas. Por otro lado, resulta interesante como el gnosticismo hereda de las religiones paganas la creación del hombre como un acto de divinidades secundarias.
[19] No está de más señalar que, en la cosmogonía blavatskiana, el Hombre aparece en la Tierra hace 18 millones de años. Las primeras razas matriz, incorpóreas y espirituales, no dejaron rastro de su paso.
[20] Para los partidarios del racismo como explicación para la teoría de los dioses astronautas, no me resisto a aportar un dato interesante: Williamson contactó con Adamski a través de W. D. Pelley, un rendido admirador de Hitler y fundador en 1933 de la Legión Plateada de América, una organización fascista. Parece que incluso colaboró con ésta.
[21] No he podido encontrar ediciones españolas de sus libros. La Wikipedia menciona estos: Other Tongues – Other Flesh (1957), Secret Places of the Lion (1958),UFOs Confidential with John McCoy (1958), Road in the Sky (1959) y Secret of the Andes (1961). Si alguien tiene conocimiento de alguna edición de las obras deWilliamson en nuestra lengua, le agradecería que me escribiera. Sí he encontrado una edición online de El secreto de los Andes: http://www.bibliotecapleyades.net/atlantida_mu/secreto_andes/secreto_andes.htm [última visita: 31 de diciembre de 2007]
[22] Ver nota 14.
[23] Hay edición española: Charroux, Robert. Cien mil años de Historia desconocida. Plaza & Janés. Barcelona, 1982.
[24] No me resisto a hacer un comentario. Zecharia Sitchin es ruso de nacimiento, al igual que H. P. Blavatsky, Jacques Bergier e Immanuel Velikovsky―de quien me ocuparé en otra ocasión―. No estaría de más rastrear la literatura esotérica rusa porque parece haber un cierto caldo de cultivo en ese país.
[25] Colavito, Jason. The Cult of Alien Gods: H.P. Lovecraft And Extraterrestial Pop Culture. Prometheus Books. New York, 2006.
[26] De Camp, L. Sprague. Lovecraft, una biografía. Valdemar. Madrid, 2002.
[27] Tal y como señala de Camp en su biografía, los héroes de Lovecraft tienen un sistema nervioso más bien delicado y tienden a quedar paralizados por el pánico al más mínimo atisbo de algo que se sale de lo común. Desde luego, no hace falta ser psicólogo para ver en ello la personalidad del propio Lovecraft.
[28] Esta referencia a la Teosofía de H. P. Blavatsky no es casual ni es la primera en toda la narración. Ya hemos visto cómo Lovecraft utilizó sus ideas como inspiración literaria sin creer en ellas.
[29] Lovecraft, H.P. En la cripta. Alianza Editorial. Madrid, 1980. Traducción de Aurelio Martínez Benito. Pag. 135.
[30] Compuesta por Ella (She, 1887), Ayesha, el retorno de Ella (Ayesha, The Return of She, 1905), Ella y Allan (She and Allan, 1921) e Hija de la sabiduría(Wisdom’s Daughter, 1923). Las cuatro pueden ser encontradas en castellano. Excede el propósito de este artículo detallar el argumento de la serie.
[31] Lovecraft, H.P. En las montañas de la locura. Biblioteca de fantasía y terror, Alianza editorial. Madrid, 2007. Traducción de Fernando Calleja. Pag. 31.
[32] Las palabras de Lovecraft son “por travesura o por error”, lo que es un elemento gnóstico clarísimo, quizá heredado vía Blavatsky.
[33] Fort, Charles. El libro de los condenados. Ediciones Petronio. Barcelona 1976.
[34] Op. cit. Pag. 434.
[35] Desconozco si Lovecraft llegó a tener noticia de esto; sería interesante comprobar si pudo servir de inspiración para su novela En las montañas de la locura.
[36] Hay edición española. Russell, Eric Frank. Barrera siniestra. Editorial Tridente, colección Pulsar Ficción. L’Hospitalet de Llobregat, 1992.
[37] Según parece, fue publicada en forma de serial en Argentina bajo el título Sabotaje interplanetario, pero me ha sido imposible encontrar esa versión, por lo que mi información sobre la novela es de segunda mano. Agradecería cualquier información al respecto.
[38] La serie del Ekumen contiene algunas de las mejores obras de Ciencia Ficción escritas nunca. Está formada por las novelas: El mundo de Rocannon (1964),Planeta de exilio (1966), Ciudad de ilusiones (1967), La mano izquierda de la oscuridad (1969), Los desposeídos (1974), El nombre del mundo es bosque (1976),Cuatro caminos hacia el perdón (1995) y El relato (2000), además de diversas narraciones cortas. Recomiendo particularmente Los desposeídos y La mano izquierda de la oscuridad porque se trata de esas novelas que crean afición al género.

ignotusNota de los editores: Este texto fue el ganador del Premio Ignotus 2009 en la categoría de Mejor artículo.

mariomorenoMario Moreno Cortina, madrileño, es escritor y ensayista. Ha publicado diversas novelas ambientadas en el univero de la Saga de los Aznar y como articulista, ha aparecido en la mayoría de medios del género en nuestro país.

Acerca de Interface Grupo Editor

Editamos en papel 75 números de la revista BEM entre 1990 y 2000 y desde 2003 hasta 2012 mantuvimos el portal BEM on Line. Tras múltiples problemas de software, decidimos traspasar a este blog los principales textos publicados en esos años. Interface Grupo Editor está compuesto por Ricard de la Casa, Pedro Jorge Romero, José Luis González y Joan Manel Ortiz.
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