LA TRILOGIA STEAMPUNK, de Paul di Felippo

por Luis Fonseca

 

La trilogía steampunk de Paul de Filippo es una publicación original de 1998 que nos llega con 10 añitos de retraso aunque con ese tema hay poca cosa que caduque. Como su nombre bien indica consta de tres relatos: «Victoria», «Hotentotes» y «Emily y Walt».

Y como también indica el nombre, trata de steampunk. De todas formas, aunque es cierto que el primero de los relatos se abre con el típico sabor de esa corriente (un ingenio con imposibles engranajes mecánicos en manos de una mente gris bien engrasada, y los imprescindibles reflejos de las lámparas de luz de gas sobre las superficies cromadas), también es cierto que poco a poco asistimos a un steampunk algo diferente de lo habitual, sin esa típica aparición prematura del mundo binario de la computación.
En su caso, de Filippo sigue un cauce decididamente biológico o biotecnológico con algún escarceo atómico puntual. Al menos, esto es así en el primer relato, porque los otros dos se alejan aun más del canon steampunk, salvo quizá por la época en la que se desarrollan y su idiosincrasia. Aunque en ellos aparece el componente hard de la protociencia de la época, aderezada originalmente con elementos preter-científicos (por así decir) como remedios naturistas y alusiones al espiritismo, esos dos relatos parecen ejercicios de otra cosa, inclasificable, con mucho humor el segundo, y extrañamente poético el tercero. En cualquier caso, los tres relatos, aunque exigentes en sus referencias, son legibles e interesantes, y todo un prodigio de erudición con cameos de personajes históricos y algún nombre actual retrotraído en el tiempo.
Un rasgo que atraviesa en diagonal a los relatos es cierto homenaje a los inicios del fantástico: El castillo de Otranto de Walpole se menciona directamente, el segundo relato remite de forma directa a Lovecraft y todo el primer relato es una alusión velada a la autómata Olimpia de Hoffman y a la imagen del doble suplantador, la reina Victoria en este caso. Especialmente destacable resulta en ese primer relato la contraposición de la cromada imagen inicial con el duro progreso a base de vapor y mugre de la Inglaterra preVictoriana.
En el segundo relato, el superior, cultivado, ario y científico Agassiz, muestra de forma natural el racismo y clasismo de la época, aunque sus actos desmientan su superioridad y tenga que ser salvado y vindicado, una y otra vez, por toscos personajes inferiores, especialmente una mujer (y negra). Al final, Agassiz, creacionista, será parcialmente redimido por el hallazgo del Locus Cosmogónico, el lugar donde espontáneamente se generan nuevas formas de vida (con directa relación a los mitos de Cthulhu, y un poco al monstruo del lago Ness) pero verá, sin embargo, superadas sus teorías por el darwinismo, aunque la impostura de la superioridad racial o social no desaparecerá de las sociedades bienpensantes por ese nuevo conocimiento, como bien sabemos por el conocido como darwinismo social (y como muestra sirve las opiniones del mismísimo Lovecraft, por cierto, natural de Providence como de Filippo). Igual que la humanidad no ha dudado en aprovechar de forma innata cualquier principio físico para hacer armas que aporten ventaja de algunos sobre otros (desde la gravedad y el lanzamiento de pedruscos hasta la energía condensada en el interior del átomo), tampoco ha dudado en aprovechar cualquier ideología por santa o bienintencionada que fuera para hacer de menos a esos otros y diferentes. Es lo que tiene considerar el hombre la medida de todas las cosas, que el hombre de la frase suele particularizarse en quien tiene la vara de medir en la mano, y con ellas suele atizar los dedos de los demás… o al menos eso diría uno de los personajes del relato, de trágico destino.
Este segundo relato es a su vez una especie de Locus Cosmogónico de ideas concurrentes a mediados y finales del s.XIX, como el marxismo, el darwinismo, el feminismo, el espiritismo… y en él se da cita toda una borrachera de personajes aparte del orgulloso científico: la ilustrada hotentote, el anarquista revolucionario, el prusiano nacionalista…Ya que se menciona el feminismo, el autor dibuja mujeres especialmente fuertes en los tres relatos, personajes que cobran conciencia de sus posibilidades, derechos y sexualidad.
Por último, de Filippo reúne en el tercer relato (y en el mismo catre) a dos grandes y renovadores poetas americanos, Walt Whitman yEmily Dickinson, y los hace viajar a la otra vida a bordo del Tanatopsis. De esta manera el autor juega a situar al vital y extrovertido Whitman como amante de la huraña e introvertida Dickinson, y que el desengaño posterior al viaje desencadene su famosa autoreclusión.
Científicos y mediums farsantes viajan de la mano a un mundo más extraño de lo esperado bajo la atenta mirada de poetas y… avestruces. Un viaje financiado por el hermano de la poetisa por razones parecidas a las que hicieron que Arthur Conan Doyle abrazara el espiritismo. Un extraño mundo paralelo y de difícil vuelta atrás, en cierta forma similar al mundo de autoreclusión y fervor creativo en el que vivió Emily Dickinson durante los últimos 25 años de su vida, confinada entre cuatro tabiques reales y subiéndose por las paredes de lo imaginario.
Resulta curioso el cambio de papeles en la expedición: el científico crédulo y la poetisa escéptica. El papel de científico lo encarna un personaje real, William Crookes, el padre del radiómetro de Crookes (ese gadget de cuatro laminillas con caras oscuras y plateadas, en una especie de bulbo de cristal, que giran entorno a un eje cuando se exponen a la luz) que fue un avalador del espiritismo.
Este tercer relato es el más exigente y estéticamente más complejo. Especialmente atractiva resulta la descripción del transporte sobre ruedas del barco Tanatopsis hasta la era del pueblo y su tránsito al otro mundo embarrancando en una pradera infinita con el sol en pausa. Muy bella, también, la imagen del barco astral varado en la nada del tiempo, sus viajeros dejándolo atrás para probar fortuna a pie, con una fugaz mirada de despedida, como en la aventura antártica de Shackleton, en pos de un mar desconocido siguiendo a almas secretadas/renacidas (auténticos bebés) del humus de la pradera. “Me entrego, a mí mismo, al barro, para brotar en la hierba que amo. Si de mi necesitas otra vez, búscame en la suela de tus botas” escribió el Walt Whitman verdadero, para quien océano, hombres y mujeres náufragos y también hierba eran imágenes poéticas habituales: Hojas de hierba fue la obra-río de toda su vida. El relato está lleno de guiños literarios y de la vida de ambos poetas, prueba de la ya mencionada erudición del autor, no de la mía que para intentar pillar alguna he echado mano de internet.
(c) 2008 Luis Fonseca
La trilogía steampunk, de Paul di Filippo (The Steampunk Trilogy; 1992). Ediciones Grupo AJEC, col. Albemuth Internacional, nº 20. Granada, abril de 2008. Traducción de Teresa Ponce. Portada de Alejandro Terán. ISBN. 978-84-96013-40-7. 248 pgs, 14,95 euros.
Texto de la contraportada
Paul di Filippo, el autor de Páginas Perdidas nos ofrece tres novelas cortas , tres historias desarrolladas a finales del siglo XIX, en una época tan peculiar como atrayente, y por las que desfilan figuras como Emily Dickinson, Walt Whitman, Herman Melville, o la propia Reina Victoria, que se verán envueltos en aventuras más allá de la imaginación.

Acerca de Interface Grupo Editor

Editamos en papel 75 números de la revista BEM entre 1990 y 2000 y desde 2003 hasta 2012 mantuvimos el portal BEM on Line. Tras múltiples problemas de software, decidimos traspasar a este blog los principales textos publicados en esos años. Interface Grupo Editor está compuesto por Ricard de la Casa, Pedro Jorge Romero, José Luis González y Joan Manel Ortiz.
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