BLAKE Y MORTIMER no es, estrictamente hablando, una serie de ciencia ficción. Sin embargo no puede negarse que la ciencia ficción ha estado presente a lo largo de casi los dieciocho álbumes que se han publicado hasta hoy. De hecho esta serie creada por el guionista y dibujante belga Edgar Pierre Jacobs ha utilizado siempre en sus argumentos creaciones científicas con una tecnología que se situaba en el límite de lo que se suponía correspondía a su época.
Todas las aventuras de Blake y Mortimer giran en torno a sus protagonistas: Philip Angus Mortimer un científico nuclear de origen escocés criado en la India, su amigo Francis Percy Blake capitán de la RAF que trabaja para el servicio secreto británico y su eterno oponente, el coronel Olrik dado por muerto al final de muchas aventuras y milagrosamente revivido al cabo de uno o dos álbumes.
Aunque la serie apareció por primera vez el 5 de septiembre de 1946 en la revista Tintin muchos consideran que, para analizarla, no debe separarse de El rayo U, un único álbum anterior en el que aparecen definidos ya, aunque con otros nombres, los personajes principales.
Jacobs no terminó nunca de definir el género de la serie que se movió entre la aventura policíaca -en La marca amarilla o El caso del collar– la aventura científica realista –S.O.S. Meteoros, Las 3 fórmulas del profesor Sato– la aventura con claras connotaciones históricas –El misterio de la Gran Pirámide– y sólo una decididamente encuadrada en el género de ciencia-ficción –La trampa diabólica-. A pesar de ello la mayoría de aficionados a este género no dudaría en situar dentro del mismo mucha de las citadas anteriormente.
Ya en su primera aventura (el álbum fue publicado en 1950 por Lombard) la trama gira en torno al Espadón, un prototipo de avión revolucionario e innovador, inspirado evidentemente por las bombas volantes nazis utilizadas en la contienda que había terminado recientemente, que anticipa a los lectores la rápida evolución que va a sufrir la aeronáutica a partir de la introducción del motor de reacción. Como era normal en aquella época la propaganda política es inevitable. Desde el comienzo y para que no haya dudas Jacobs sitúa en «el corazón de Asia» un misterioso imperio belicista cuyo ejército dirigido por el coronel Olrik se enfrenta al mundo occidental con la pretensión de «vencer y esclavizar este rebaño de pueblos decadentes y corrompidos«. La guerra fría, que en palabras de Blake, ha sido desencadenada por «los amarillos» se convierte, de repente, en caliente. Pero en esta guerra Moscú, que está en el lado «bueno» es atacada con bombas atómicas, Varsovia está en llamas, Roma ha sido «borrada del mapa» y «Berlín solo es un montón de humeantes ruinas». Hay que reconocer que Mortimer y Blake habrán de enfrentarse a un poder excepcional puesto que en pocas horas ha puesto a todo el mundo civilizado bajo sus botas destruyendo la casi totalidad de las ciudades más importantes. Un típico producto de la guerra fría -la de verdad- y la propaganda anglófila.
Cuando comienza El misterio de la Gran Pirámide vemos que el mundo ha sido milagrosamente reconstruido y que, incluso, existe vuelos regulares entre Londres y El Cairo, azafatas incluidas. Lo que no ha sido capaz de ir tan rápido han sido las relaciones entre ingleses e hindúes puesto que mientras Mortimer trata de tu a Nasir -y en cambio utiliza el usted cuando se trata de su gran amigo Blake- el hindú siempre se dirige a Mortimer con la palabra sahib. Por lo visto el cómic no había eliminado todavía, igual que en la realidad, el espíritu del colonialismo. Nasir, que era un suboficial del ejército y había salvado la vida a Mortimer es considerado por el conservador del Museo de Antigüedades egipcias, amigo del profesor, con su criado acompañante sin que el profesor lo desmienta en ningún momento.
Esta segunda aventura, de dos álbumes, tiene dos partes claramente diferenciadas. La primera es una estricta lucha para conseguir un tesoro sin ningún elemento ni fantástico ni de ciencia-ficción a no ser, claro, que se consideren como tales las inexplicables reconstrucciones de todas las ciudades destruidas o las misteriosas resurrecciones de casi todos los «malos» de la aventura anterior. Por primera vez, Jacobs, demuestra su preferencia respecto sus personajes en una aventura dominada en su totalidad por Mortimer y en la cual Blake aparece muy ocasionalmente. Incluso, al final del primer volumen, parece que el autor se lo haya quitado de encima. El segundo volumen se inicia y prosigue de manera similar con una aventura más bien anodina pero cuando sólo quedan una docena de páginas para finalizar se produce un giro radical y la aventura realista deja paso a la magia. Claro que la mayoría de los hechos se intentan explicar gracias al hipnotismo y la sugestión pero sigue quedando alguno totalmente inexplicable si no se atribuye a supuestos poderes ocultos o al poder de los antiguos dioses egipcios.
La marca amarilla sigue el mismo esquema narrativo de tema policíaco en el que se incluyen elementos de tecnología avanzada y de algunos efectos paranormales gratos al autor. Un científico escritor, que había sido objeto de burla por sus avanzadas y atrevidas teorías, utiliza su ciencia para vengarse. Y como mano de obra aprovecha un perturbado sujeto hallado merodeando y perdido sin razón por un desierto africano. Adivine el lector de quién se trata. Obviando el dominio del cerebro por medio de ondas electromagnéticas los más novedoso es el invento de una especie de pantalla invisible y transparente capaz de rechazar los proyectiles. Como de costumbre aparecen en la aventura una serie de elementos que parecen pertenecer al reino de la fantasía o al de la ciencia-ficción. Pero el autor tiene la idea de dar explicaciones a todo lo que utiliza y el resultado es el de empobrecer una trama que hubiese ganado enteros si se hubiese inclinado decididamente a favor de la imaginación. La aventura termina de nuevo con un Olrik que ha conseguido librarse y un curioso mensaje, en boca de Blake, pontificando sobre el objetivo de la ciencia que es «el de trabajar en el avance del progreso y no el de servir a la vanidad…«. Y eso lo dice ¡un militar miembro del servicio secreto británico!.
La siguiente aventura El enigma de la Atlántida pertenece ya totalmente al género de la ciencia-ficción. Mortimer descubre una profunda cueva en una de las islas del archipiélago de las Azores que se dispone a explorar en compañía de Blake. La actuación del malvado y omnipresente Olrik obliga a nuestros protagonistas a adentrarse cada vez más en su interior salvando obstáculos que sólo ellos pueden salvar. Hasta que expuestos a vapores sulfurosos y a emisiones radioactivas pierden el conocimiento y casi su vida. Afortunadamente son recogidos, curados y cuidados por un grupo de personajes que resultan ser los descendiente de superviviente de la sumergida Atlántida. En sus dominios subterráneos Blake y Mortimer ayudaran a salvar el trono de Basileus puesto en peligro por la traición de XXX ayudado por los pueblos bárbaros, con vestidos y costumbres curiosamente similares a las de los antiguos aztecas, que viven en sus confines. Platillos volantes, naves espaciales, aparatos de vuelo personal y todo tipo de transportes terrestres y aéreos aparecen en escena en la aventura más inventiva de las realizadas hasta el momento. Al final los habitantes de la Atlántida que está a punto de sufrir un nuevo hundimiento deciden dejar de tentar la suerte y trasladarse con sus bártulos a otro planeta de la galaxia. Lo que da ocasión a Jacobs para lucirse con la bonita imagen de portada del álbum.
En el álbum siguiente, S.O.S. Meteoros, Jacobs vuelve a mezclar ciencia-ficción y aventura policíaca. Una climatología anormal castiga el continente europeo con continuas lluvias, tormentas y tempestades. Mortimer sospecha que estos infrecuentes fenómenos están provocados por la mano del hombre mientras Blake está convencido que sus autores pretenden desestabilizar el sistema. Como empieza a ser regla de la serie, el culpable es el desafortunado Olrik. Desafortunado, porque, ya debería saberlo, una vez más sus planes están condenados al fracaso debido a la intervención de la pareja protagonista.
La trampa diabólica es, posiblemente, la apuesta más decidida del autor por el género de la ciencia-ficción, un género que pretende analizar la actualidad extrapolándola a situaciones distintas y, actualmente, no posible. A veces sucede, sin embargo, que el bosque no nos deja ver los árboles y somos incapaces de adoptar actitudes positivas respecto el tiempo en que nos ha tocado vivir. Esta tesis, que puede resumirse en la frase «ni cualquier tiempo pasado fue mejor, ni cualquier tiempo futuro lo será» sirve a Jacobs para hacer una especie de demostración ficticia trasladando sus personajes a través del tiempo. Mortimer, gracias a un ingenio inventado por su enemigo Miloch, conoce la Tierra antes de la aparición del ser humano cuando estaba poblada de gigantescos animales que para nosotros serían realmente amenazadores, después es el protagonista de una historia de fanatismo medieval y, finalmente, va a parar a un futuro en el que la recién terminada segunda guerra mundial parece un juego de niños. La ingenua moraleja final de Jacobs es afirmar que llegará el momento en que alguien diga que «esos» eran los buenos tiempos. Recordemos: los tiempos de la guerra fría, la amenaza de destrucción nuclear en los que más de la mitad de la población mundial no tenía asistencia médica, ni escuelas y padecía hambre. Dos detalles me parecen destacables. El primero es el de la evolución del lenguaje con una escritura que se adapta a la fonética como puede verse en los grafismos hallados en las paredes, donde por cierto pueden leerse conocidas frases de la guerra civil española. El segundo es la confirmación de la tesis de que no pueden existir máquinas del tiempo basada en la simple razón de que nunca nos ha visitado nadie del futuro. Aquí la máquina existe, ha sido inventada en el siglo XX pero es, lamentable e irreparablemente destruida al final de la aventura.
En el episodio siguiente, El caso del collar, el autor vuelve a la aventura policíaca clásica. La aventura inicia un fuerte declive de la serie que deja intuir la incapacidad de renovación o el cansancio del autor. Echo que parece confirmarse cuando hay que esperar poco más de diez años para la salida de un nuevo episodio. El caso del collar comienza con la fuga de Olrik que, en esta nueva aventura parece haber rebajado considerablemente sus ambiciones: de querer, como antes, apoderarse de la Tierra pasa ahora a querer apoderarse, simplemente, de un valioso collar. Vamos, que el «malvado» por excelencia se ve rebajado al simple papel de «caco».
Diez años de espera levantaron una cierta expectación cuando se anunció, con gran despliegue de medios, la aparición de Las 3 fórmulas del profesor Sato aventura que fue terminada por Bob de Moor a la muerte de Jacobs. No puede negársele a la aventura un comienzo prometedor y apasionante. Los controladores aéreos del aeropuerto de Tokio detectan en sus pantallas la señal de lo que podría ser un OVNI. Los cazas que salen para confirmarlo y, si es necesario, abatirlo ven con sorpresa que el esperado platillo volante es, en realidad, un inmenso y destructivo dragón más propio de las leyendas niponas que del siglo XX. Lástima que pocas páginas después ya sabemos que se trata de un robot, fabricado por un científico japonés, que ha escapado al control de su creador. La repetitividad de Jacobs en sus argumentos hace intuir inmediatamente que el joven ayudante del profesor Sato, amigo de Mortimer, no es trigo limpio.
Aunque, como todo el mundo sabe, los científicos japoneses están sumamente adelantados en cibernética, los robots del profesor Sato reúnen dos cualidades que les hacen especialmente destacables. La primera es estrictamente científica: pueden elevarse y sostenerse en el aire a voluntad. La segunda es más bien de márqueting: han sido dotados de una apariencia que les proporciona un aspecto temible. Dos razones para ser deseables para todos los aspirantes a dominar el mundo con malos medios. Y, claro está, el primero de todos ellos, nuestro entrañable Olrik que no ha aprendido absolutamente nada de sus anteriores enfrentamientos con Blake y Mortimer. Al final todo se resuelve como era de esperar en favor de «los buenos» y, puesto que parecía seguro que la serie no iba a proseguir, Olrik y sus compinches desaparecen en la explosión del helicóptero donde viajaban. Bueno, también Sherlock Holmes reapareció después de muerto, ¿no?.
A la muerte de Jacobs en 1967, la serie había quedado interrumpida. Los lectores que estaban leyendo la aventura tuvieron que esperar a 1990 que Bob de Moor la terminase siguiendo el guión escrito por su creador. Parecía el final definitivo pero en 1996 la revista semanal Télérama empezó la publicación de una nueva aventura, El caso de Francis Blake, que fue dibujada por Ted Benoit con guión de Jean Van Hamme, el autor de THORGAL. Esta misma revista publicó también, cinco años más tarde y a cargo del mismo equipo, La extraña cita. Sin embargo otra revista, Le figaro Magazin, comenzó en 1999 la publicación de La maquinación Voronov por un nuevo equipo formado por el dibujante André Juillard -el autor de la extraordinaria serie LAS 7 VIDAS DEL GAVILÁN- y el guionista Yves Sente. En realidad La maquinación Voronov no puede definirse como una aventura sino más bien como una saga que, hasta el momento -y parece que definitivamente- está formada por cinco volúmenes: La maquinación Voronov (2000); Los sarcófagos del sexto continente (2 álbumes, en 2003 y 2004) y El santuario de Gondwana (2008), además del primero, origen de la saga, ya citado.
Parece además que Éditions Blake et Mortimer tiene prevista la aparición, en 2009, de un nuevo episodio, La Malédiction des trente deniers, con guión también de Van Hamme pero con dibujos, esta vez de René Sterne y Chantal de Spiegeleer. En realidad ignoro en que condiciones verá la luz este álbum puesto que Réne Sterne -el gran creador de ADLER, una serie desconocida en nuestro país- falleció súbitamente en noviembre del 2006.
Por interesantes que puedan ser estas nuevas series sigo creyendo que la obra de un autor merece el respeto a no ser cambiada. Y, como mínimo, debería ser juzgada de un modo diferenciado. No es nada nuevo en el cómic. E incluso puedo reconocer que segundas versiones han sido infinitamente mejores de las que idearon sus creadores. Pero a mi entender no sería ningún problema dejarlo claro cambiando, aunque fuese ligeramente, el nombre.
© Toni Segarra, octubre 2008
Toni Segarra ha trabajado como redactor en el semanario Treball en temas relacionados con la cultura popular: cine, novela negra, còmics, etc. Ha sido jefe de redacción de la revista Bang! dedicada al estudio del còmic. Es ingeniero industrial y actualmente trabaja en Mataró como profesor de matemáticas en un instituto de enseñanza secundaria. Fue uno de los artifices de la HispaCon de Mataró (1997), congreso anual de aficionados y profesionales españoles de la ciencia ficción, y actualmente además de mantener esta columna junto a Joan Antoni Fernandez, formó parte de la organización de las Trobades de Ciència-Ficció de Mataró.