por Xavier Riesco Riquelme
Nada más empezar este volumen doble de fantasía épica germana, tenemos un cortejo a la manera élfica: el caballero Farodin y el marginado Nuramon (los elfos titulares del volumen) se disputan civilizada y cortésmente el amor de Noroelle; al mismo tiempo Mandred, un cacique de un pueblo humano en otro mundo, se ve enfrentado a una bestia invencible que es más de lo que parece y que lo deja al borde de la muerte para que le sirva de peón en un siniestro plan.
Emerelle, la fría reina de la convocará la Ronda Élfica para acabar con la bestia, poniendo en marcha una serie de acontecimientos que acabarán produciendo el cruel destierro de Noroelle, la rebelión de sus dos pretendientes cortesanos contra su reina, una búsqueda que durará siglos y a la que se verá arrastrado el humano Mandred y una guerra de exterminio que abarcará más de un mundo. A todos estos elementos hay que sumar un par de armas encantadas con nombre propio, uno o dos destinos épicos y trágicos y una cierta dosis de ironía (no siempre conseguida del todo, pero sí que bienvenida).
Entremos a analizar los elementos de esta novela en dos volúmenes. La primera impresión que produce el mencionado cortejo élfico (y la historia de amor en general) es que es cursi de remate. Bueno, y en la segunda impresión también, qué demonios. Pero antes de que se me malinterprete, tengo que declarar que los autores saben perfectamente lo que hacen. La historia de amor no sigue los cánones modernos, sino que se retrotrae al amor cortés de la corte de Leonor de Aquitania y sus ideales de amor juglaresco (recitado de poesía incluido y nada de tocar a la amada, en este caso esperan cuarenta años para un casto besito en la mejilla); en oposición a tal ambiente cortesano, el personaje de Mandred, el tosco humano que vivirá para convertirse en antepasado viviente de su propia dinastía, hace de contrapunto humorístico, carnal y hasta zafio al mundo idílico de alta caballería de los elfos, aunque conserva una cierta dignidad épica propia sacada de las antiguas sagas nórdicas, que los autores usan como referencia estilística constante para dar profundidad literaria a su mundo narrativo: hay escaldos en vez de bardos y jarls en vez de jefes de tribu. También hay rastros de Titania en la reina Emerelle (me encanta el chiste de los autores al hacer que la reina se pille un cabreo monumental cuando alguien le cuela lo que en el fondo no es más que un changelling en la corte) y de los mitos clásicos en las otras criaturas feéricas (especialmente en los vocingleros centauros). Aunque los autores reconocen que pretendían remontarse a fuentes anteriores a las de la fantasía moderna, tampoco escapan del todo a las forma moderna del género, usando diversos mecanismos narrativos para proporcionar diferentes versiones del mismo hecho: como las palabras de un escaldo aumentan un incidente a la categoría de leyenda o como los registros de una iglesia pervierten un episodio cruento para servir a sus fines políticos. Esas inserciones en la narración, con sus cambios de estilo, intencionados e irónicos, dan cierto juego.
Narrativamente, la novela parece decididamente episódica: acumulando aventuras de los personajes, en grupo o en solitario, aunque hay una trama mayor que los involucra a todos: rescatar a Norelle de su exilio y destruir a un antiguo enemigo de los elfos cuyas maquinaciones a lo largo de siglos tienen por objeto dominar el mundo humano y exterminar a las criaturas de la Marca Alba (el mundo feérico). De hecho, la trama parece algo deslavazada, y episodios interesantes (como el del asalto al castillo troll, que me recordó curiosamente a la Espada Rota dePoul Anderson) se alternan con otros que no lo son tanto y algunas veces la historia amenaza con irse por las ramas (como en el caso de Nuramon y los enanos). Este carácter episódico recuerda incluso al de los libros de caballerías en estilo, pero hace que la obra tenga el defecto de que la supuesta amenaza omnipresente y malévola, el típico archienemigo, no tenga demasiada entidad al final de todo. Otros defectos, en mi opinión, es que los destinos de los personajes tampoco llegan a satisfacer del todo al lector (vamos un caso de “tanta historia para esto”), y la metafísica de todo el asunto (la repetida luz lunar y su proceso de reencarnación/liberación de almas) es algo empalagosa.
Aunque no es la gran obra de fantasía épica que promete la publicidad, si que es una novela cuyas cualidades la hacen interesante y una lectura amena: que mis advertencias no disuadan al potencial lector, el libro tiene su interés.
(c) 2009 Xavier Riesco Riquelme
Los Elfos, de Bernhard Henne y James Sullivan (Die Elfen; 2004). Ediciones Minotauro. Barcelona, octubre 2008. Traducción de Sergio Hernández Garrido. ISBN. 978-84-450-7730-6. 394 y 411 páginas (dos volúmenes).
TEXTO DE LA CONTRAPORTADA
Los humanos les temen por la aparente frialdad de su corazón; los enanos los evitan por su arrogancia; y los orcos y trolls ven en estos seres roeados de leyendas una sabrosa presa a la que cazar. Pero, ¿quienes son realmente los elfos? ¿Y cual es su destino? Esta es la aventura de los elfos Farodin y Nuramon quienes parten a luchar contra el demonio que amenaza a su gente, y del humano Mandred, que se ve envuelto en la búsqueda de la legendaria Ronda Elfica convocada por la reina Emerelle. Durante su viaje, los tres protagonistas descubrirán que el destino de sus pueblos y sus seres queridos está en sus manos