por Xavier Riesco Riquelme
Un buen nombre para una de las mejores novelas recientes de ciencia ficción dura.
El propio título es una declaración de intenciones. Lo que a primera vista es un oximorón poético es en realidad una referencia a un inquietante fenómeno neurológico, el blindsight del título original, por el que una persona perceptualmente ciega en determinada área de su campo visual muestra respuesta ante estímulos visuales en esa área. E inquietante también es el tono general de esta novela desde su inicio.
El primer contacto de la humanidad con una inteligencia alienígena es bastante curioso: alguien le saca el equivalente de una foto de alta resolución a la Tierra desde todos los ángulos. En respuesta, se envía una expedición a investigar el punto de origen de las sondas que han analizado el planeta. Y los primeros alienígenas con los que se encontrará el lector son precisamente los componentes de esa expedición de contacto, que incluye, por ejemplo, a un narrador incapaz de implicarse emocionalmente con lo que observa (y por eso se le encarga el trabajo de narrador), una lingüista con personalidad múltiple, una IA críptica o un capitán vampiro (en realidad un miembro de un antiguo linaje humano extinto, resucitado por ingeniería genética, pero los vampiros son tan peligrosos como sus homónimos sobrenaturales, aunque se extinguieron con la llegada de la civilización humana debido a un “pequeño” defecto de diseño, uno de los mejores golpes de ingenio de Watts). Y entonces llega el momento de entrar en contacto con los otros alienígenas: un enorme artefacto que se hace llamar (cosa que ya dice mucho) Rorschach, un entorno tan sumamente hostil que induce al delirio por disfunción cerebral (y qué delirios: mi favorito es el del personaje al que se le apaga el centro cerebral donde reside el “yo” y la conversación que mantiene entonces con los demás exploradores) y sobre todo, la imposibilidad de entender a esos alienígenas.
La escena más memorable, sobre todo para alguien interesado en el lenguaje, es ese primer contacto aparentemente positivo: una conversación fluida, con intercambio de información significativa, con lo otro, lo ignoto, pero que de repente se convierte en una pesadilla lingüística cuando se invoca el espectro de la Habitación China de Searle (un experimento mental sobre la conciencia y el lenguaje). Y la respuesta a mala leche de la supuesta habitación china ya es digna de una novela de terror. A partir de ahí, las cosas sólo pueden empeorar para la tripulación de la Teseo, que intentarán resolver un enigma que a lo mejor no tiene explicación comprensible para ellos.
Y a lo mejor el verdadero peligro para los seres humanos ni siquiera está tan lejos de casa.
Watts ha escrito una espléndida novela que rebosa ideas: los lenguajes humanos como posible arma no intencionada; la diferencia entre inteligencia y conciencia, y la espantosa posibilidad (para los seres humanos) de que pueda darse la primera sin la segunda; los efectos de campos magnéticos de terateslas sobre el cerebro humano y qué interesantes fenómenos ocurren al freírse este; ingeniería a gran escala, y todo tipo de desórdenes mentales (ya sean naturales o inducidos artificialmente).
En el plano narratológico, el recurso del supuesto narrador participante incapaz de empatizar, pero sí de modelar, es muy interesante y justifica el intento de la descripción objetiva. La novela también tiene una serie de episodios destinados a que el lector comprenda las circunstancias del este narrador, pero me temo, y este es el único punto algo negativo de esta obra: que la peripecia vital de Keeton resulta casi accesoria e innecesaria comparada con la trama principal.
Una novela de las que dan buen nombre al género.
(c) 2009 Xavier Riesco Riquelme
Visión ciega, de Peter Watts (Blindsight; 2006). Ediciones Bibliópolis, col. Bibliópolis Fantástica nº 59. Traducción de Manuel de los Reyes. Madrid, enero de 2009. ISBN. 978-84-96173-87-3. 304 pgs, 30,95 euros.
TEXTO DE LA CONTRAPORTADA
El 13 de febrero de 2082, más de 65.000 sondas de origen desconocido aparecieron alrededor de la Tierra, dispuestas en una red esférica para cubrir toda la superficie del planeta.
Con un destello simultáneo, se desintegraron en la atmósfera… y enviaron una señal al espacio.
Alguien acababa de hacernos una foto.
Un equipo formado por exobiólogos y especialistas en comunicación es enviado en la astronave Teseo tras la pista de la señal emitida por las sondas extraterrestres. Tras años en animación suspendida, la tripulación es despertada por los sistemas automáticos de a bordo más allá de los límites del sistema solar, en los helados páramos del Oort.
Allí tendrá lugar la más escalofriante experiencia de primer contacto que jamás pudieron imaginar. Una experiencia que cambiará para siempre sus ideas sobre el ser humano y su papel en el universo… si consiguen sobrevivir el tiempo suficiente.