¿SOMOS UN PAÍS DE NECRÓFAGOS?, por Domingo Santos

Me lo dijo no hace mucho un amigo, y no puedo por menos que darle la razón: “Si quieres que se vendan tus libros, muérete.” La frase es lapidaria, cierto, y nunca mejor empleada la palabra, con perdón del chiste fácil. Pero además es tristemente cierta.

En el lapso de unos pocos meses hemos sufrido la pérdida de tres grandes autores de ciencia ficción: dos luminarias mundiales como son Philip José FarmerJ. G. Ballard, y una luminaria europea, no por ello menor o menos brillante, Lino Aldani. Tuve el honor de hacer una semblanza de Farmer para BEM on Line y les propuse homenajear a Aldani publicando uno de sus mejores relatos. A la muerte de Ballard los amigos de BoL me propusieron escribir también algo sobre el gran autor inglés, pero el temor a convertirme en el necrólogo oficial de la casa me hizo declinar el ofrecimiento, con pesar puesto que Ballard es uno de mis autores preferidos. Afortunadamente, Xavier Riesco recogió la antorcha con un corto pero ilustrativo artículo.

necro-01Todo esto me ha hecho meditar un poco sobre el tema. Mi amigo de antes tiene la teoría de que los libros de un autor sólo se venden (el empleo aquí de la palabra en cursiva significa ventas por encima de lo habitual) cuando el autor o el libro reciben un premio importante o cuando el autor muere. Todo eso funciona un poco, explica mi amigo, como una campaña publicitaria más o menos subliminal. Lo de los premios tiene su razón de ser, aclara: de hecho, los premios literarios no son más que una campaña publicitaria orquestada por los editores: al fin y al cabo, esos premios se instituyen precisamente para eso, en el fondo sólo son un reclamo y un escaparate. Pero la muerte de un autor es un hecho imprevisto, y sin embargo para el editor es casi me atrevería a decir un golpe de fortuna, con un ventaja añadida: la de que la campaña de publicidad, en ese caso, es además gratuita.

A lo largo de los últimos años hemos podido ver multitud de ejemplos de ello. Apenas muerto un escritor, con su cadáver como quien dice aún caliente en el ataúd, sus libros aparecen de pronto como setas en todas las librerías. Imagino que debe de haber un departamento especializado en todas las editoriales que se ocupa de estar pendiente de estos sucesos: ¿Ha muerto zutanito? ¿Tenemos ejemplares de algún libro suyo en nuestros almacenes? ¿Sí? ¡Rápido, a la distribuidora! ¿No tenemos ninguno? ¿Quién es su agente? ¿Qué obras suyas están aún libres? ¡Rápido, contactemos! A los pocos días buena parte de su obra, en muchos casos olvidada en polvorientos almacenes (si no ha sido saldada) o en las estanterías de su agente literario, aparece de nuevo en las librerías, e incluso se crean escaparates especiales con sus libros reunidos en ramillete y grandes fotos del autor.

necro-02En el fondo este interés necrófago por la obra de un escritor recién fallecido es para mí algo incomprensible, más allá del hecho de que la noticia nos haya hecho recordar su nombre, que tal vez tuviéramos olvidado en algún oscuro rincón de la memoria. Incluso, si tenemos alguna obra suya en nuestra biblioteca, acudiremos corriendo en su busca y la situaremos la primera en nuestro montón de “libros a leer”.

Creo que esto merecería la atención clínica de los especialistas al uso en estas materias: psicólogos, psiquiatras. ¿Qué nos impulsa a proceder de esta forma? ¿Qué nos hace volver a leer una obra que casi habíamos olvidado sólo porque su autor acaba de pasar a mejor vida?

Y el fenómeno es universal. Se produce prácticamente en todos los países, en todas las sociedades del mundo. Pero en algunos países donde se da mucha importancia a la muerte, en México por ejemplo, en buena parte de Sudamérica, en los países latinos a orillas del Mediterráneo, en España (con su idolización de la tauromaquia, el más excelso y denigrante homenaje a la muerte) adquiere ribetes casi de culto. Mi amigo lo califica de obsesión literaria vampírica. Pero mi amigo, me digo, es un exaltado.

Aunque tenga toda la razón del mundo. Basta con echar un poco la vista atrás, revisar la fecha de la muerte de nuestros grandes escritores recientemente fallecidos, y consultar en el ISBN las fechas de las últimas ediciones y reediciones de sus libros. Comprobaremos que alrededor de la fecha de su muerte estas ediciones y reediciones se multiplican. Puedo dar fe de ello: lo he comprobado.

Volviendo al principio, me pregunto cuántas obras de Ballard serán reimpresas o saldrán de los almacenes de Minotauro e inundarán en los próximos meses las librerías, y si La Factoría de Ideas habrá notado un aumento en las ventas de A vuestros cuerpos dispersos de Farmer, o si algún editor estará preparando alguna reedición de alguna de las obras de estos dos autores (por desgracia, no creo que ningún editor esté interesado en reeditar el único libro de Aldani publicado en España, aunque, independientemente de su muerte, lo merecería). Comprobarlo puede resultar un interesante ensayo sociológico.

necro-03Mi amigo dice que en el fondo somos una sociedad enferma. ¿Por qué no leemos los libros de nuestros escritores cuando aún están con vida, cuando aún pueden sentir que su obra se mueve, que interesa al público lector? Comprar el libro de un autor recientemente fallecido es en el fondo un acto de necrofagia. Claro que, añade, siempre es mejor leer un libro porque su autor acaba de fallecer que no leerlo nunca.

En lo que a mí respecta, esto me hace consolarme un poco. Pienso que, cuando me muera, quizá, tal vez, acaso, despierte en algunos de mis hipotéticos lectores un interés que no he conseguido obtener en vida. Será un consuelo, pienso.

Claro que, entonces, maldita la gracia que me hará.

 

 

© 2009 Domingo Santos para BEM on line

 

Domingo Santos -Pedro Domingo Mutiñó- a pesar de haber sido un escritor de reconocido prestigio en el género (los premios Gabriel, por poner un ejemplo, toman su nombre de su novela homónima), es mucho más conocido por haber sido uno de los editores de la mitica revista Nueva Dimensión durante veinte años. Es imposible exagerar la importancia que para la ciencia ficción española ha tenido este autor, que, además de escribir, ha dirigido multitud de colecciones (Superficción, Ultramar, Acervo, Jucar…) y de revistas (la última de ellas la excelente Asimov Ciencia Ficción, de Robel), a través de las cuales ha dejado su impronta de forma indeleble.

Acerca de Interface Grupo Editor

Editamos en papel 75 números de la revista BEM entre 1990 y 2000 y desde 2003 hasta 2012 mantuvimos el portal BEM on Line. Tras múltiples problemas de software, decidimos traspasar a este blog los principales textos publicados en esos años. Interface Grupo Editor está compuesto por Ricard de la Casa, Pedro Jorge Romero, José Luis González y Joan Manel Ortiz.
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