Las armas del Sur fueron AK-47 Kalashnikov
Una de las veces en que Ahlmann regresó de Turquía -escribe Uribe-, donde lleva a cabo excavaciones que han sacado a la luz descubrimientos importantes, nos reunimos como de sólito y me pasó un periódico turco -hay que hablar este idioma para dirigir una excavación allí- que tomaba de «The Economist» la noticia de que los estudiantes del MIT, el prestigioso Tecnológico de Massachusetts, habían organizado una Convención de viajeros del tiempo a la que habían invitado a asistir a todos cuantos estuvieran entonces en la Tierra con el ruego de que, si les estaba vedado desvelar el futuro, dijeran al menos si estas convenciones se habían seguido celebrando en años sucesivos.
El porque vamos a tratar de una novela en la que aparecen estos viajeros. Si por ejemplo en Las ruedas del si, De Camp explicaba con coherencia lógica los orígenes de su universo alternativo, basado en hechos históricos realmente acaecidos que transcurrieron de otra manera y modificaron laboriosamente el curso de la Historia, en Las armas del Sur, Turtledove lo resuelve todo de un plumazo mediante un desplazamiento temporal
Ya hemos dicho, y seguro que lo volveremos a decir, que los viajeros del tiempo son en principio un desacreditado ejemplo de reduccionismo para crear una ucronía, la Historia debe modificarse por causas «naturales», por sucesos plausibles. Turtledove lo sabe y por eso hace enseguida de los viajeros poco más que un pretexto: son la causa obligada de que el Sur gane la guerra, pero carecen de relevancia en la acción posterior, que constituye el núcleo de la novela. Así consigue el autor producir una pequeña obra maestra de la que ya hemos tratado en una ocasión y nos excusamos por repetirla, pero es que hay que conocer al maestroTurtledove de estas ucronías y no sólo al último, que describe magistralmente un lugar y una época en las cincuenta primeras páginas de la novela y después sigue con un thriller que parece que hubiéramos leído ya.
Antes de entrar de lleno en el libro, diremos aún que hay ocasiones en que el viajero del tiempo, como el héroe de la tragedia griega, se enfrenta a situaciones dramáticas cuyo final y consecuencias conoce. Cuando viaja al pasado para modificar su presente, como el que se desplaza para matar a Hitler o a Stalin, no se trata ya de la libertad individual frente a la tiranía, sino de la libertad filosófica frente al destino. A todo esto son indiferentes los fanáticos viajeros de Las armas del Sur.
The Guns of the South (1992) es una joya de las ucronías cuya cubierta nos revela ya bastante sobre su contenido, al mostrar al general Lee sobre un fondo décimonónico, empuñando un arma automática del siglo XX, un fusil AK-47 Kalashnikov. Su acción se inicia cuando un grupo de racistas afrikaners que viaja ciento cincuenta años al pasado, desde el 2014 hasta el 1864, alcanza los cuarteles del ejército confederado en aquel duro invierno en que las tropas carecían hasta de calzado y ofrece una ayuda logística y militar que se concreta en cien mil modernos fusiles de asalto que llevarán a las tropas sudistas a la victoria en la Guerra entre los Estados de Norteamérica.
«-¿Qué nombre dais a vuestro fusil, señor Rhodie? La mayoría de los inventores dan su nombre a sus creaciones.
«-No es un Rhodie… Dadle su verdadero nombre, mayor, un AK-47».
El señor Rhodie explica al mayor que en el 2014 en África del Sur los negros tiranizan a los blancos en el país que ellos han construido y que hasta hay negros que se sientan en el Parlamento inglés. El mayor se escandaliza, por supuesto, y pregunta quién ha podido elegir a esos negros y qué leyes podrán aprobar. Hay blancos que votan a negros, le responde Rhodie, blancos que piensan como los que la Confederación combate.
Grant se rinde a Lee en Washington y se pacta la partición de los Estados en dos repúblicas independientes, la Unión -los USA- al Norte y la Confederación -los CSA- al Sur, todo lo cual ocupa sólo las primeras páginas del libro. Lo que sigue a continuación es una entretenida trama de aventuras en la frontera entre ambas naciones al entrar en el último tercio del siglo XIX o, como dice la novela, durante la Segunda Revolución Americana.
Al lector del género no dejarán de resultarle familiares otras historias sobre una guerra civil americana alternativa, mas Turtledove, que disfruta describiendo un Sur triunfante, va más allá y ofrece una detallada y amena «historia» de los CSA, los Confederated States of America, a lo largo del cuatrienio que se extiende desde 1864 hasta 1668, recreándose en sus relaciones con sus vecinos del Norte, los USA.
La primera elección presidencial del Sur enfrenta al general Robert Lee, racista pero no esclavista, y al general Natham Forrest, que pasa por ser el fundador del Ku-Klux-Klan, quien sí es esclavista. La designación recae en Lee, descrito como un hombre de su tiempo que entiende que la esclavitud no podrá perdurar y que el devenir del progreso acarreará en su nación cambios tan graduales como profundos y hasta deseables. Esto supone una novedad interesante respecto de otras historias semejantes, pues los personajes principales de este pasado quieren un mundo mejor -que es toda una utopía incipiente en las últimas páginas de la novela-, en contra de la distopía esclavista que aspiran a perpetuar los sudafricanos llegados del futuro: existe un claro conflicto entre las dos concepciones.
El protagonista secundario de la obra es también un personaje real, el sargento Nate Claudel, del 47 Regimiento de Carolina del Norte. Los demás son poco relevantes, incluidos Forrest y los afrikaners, de los que a veces se tiene la impresión de que son simplemente episódicos. Hay una vaga referencia a los racistas sudafricanos históricos, sobre todo a los policías y soldados que viajan por el tiempo, y poco más. Cuando los CSA pasan a ser abolicionistas, sus científicos son utilizados a la manera en que lo hicieron la URSS o los EE.UU. con los alemanes tras la Segunda Guerra Mundial.
El perfil histórico con que presenta Turtledove al Lee alternativo está inspirado en el de Lincoln: los discursos del vencedor en la realidad los pronuncia aquí el triunfador en la ficción. Tras la rendición de Washington, Lincoln se manifiesta con toda la amargura que mostró Lee tras la rendición en Gettysburg, en un claro ejercicio de lo que se podría llamar historia «especular», esto es, como vista al revés en un espejo.
No falta el bosquejo de la tecnología del mundo de la ucronía, para contribuir a la recreación de otro universo. Y asimismo un mapa político distinto: Alaska no fue comprada por los USA a Rusia, sino que fue conquistada por Canadá, lo que abunda en los recelos históricos habidos entre uno y otro país. El también obligado papel del libro ucrónico dentro de la ucronía, que conduce a cuanto realmente sucedió, lo juega aquí Picture History of the Civil War, editado en 1980. La novela, en fin, ofrece una detallada descripción sociopolítica de los CSA que falta en producciones como «Si Lee no hubiera ganado la batalla de Gettysburg», de Winston Churchill, o Lo que el tiempo se llevó, de Ward Moore, por no poner más que los dos más conocidos ejemplos.
Otra ucronía de Turtledove sobre la guerra de Secesión es How Few Remain (1998), que vuelve a utilizar un contrafactual reduccionista para alcanzar una consecuencia decisiva. Arranca de que no hubo un soldado federal que llevara al general McClellan la Orden Especial 191 de Lee, con sus planes para la batalla de Antietam, el día más sangriento de la guerra, que en nuestro mundo fue el punto de inflexión para la victoria yanqui y para el carácter «libertador» que revestiría después la guerra, una contienda que, para el autor y otros muchos, tuvo bastante de lucha entre clanes familiares e industriales.
El desenlace de este what-if presenta el tema de los derechos del individuo defendidos por un fuerte partido socialista fundado por Abraham Lincoln, tema que vuelve a aparecer en su continuación, The Great War: American Front (1999), donde Rooselvelt y Wilson, con dos filosofías opuestas sobre la manera en que debería comportarse su país con el resto del mundo -engullir o convivir-, son dos cameos que aparecen como los máximos mandatarios de los USA y los CSA, respectivamente. Y aún conoció otra continuación más, The Great War: Walk in Hell.
Es una trilogía que presenta una América desunida en cuestiones sociales que, durante el primer cuarto del siglo XX, aparece como el banco de pruebas de las guerras y la economía europeas. La maestría de Turtledove se ayuda de su gran conocimiento del período y su dominio de la combinación de pequeñas tramas subordinadas, con guiños constantes al lector sobre personajes históricos, por más que muchas veces sean poco conocidos del lector. Es además un autor exento de maniqueísmo para con sus personajes, permite a los propios villanos justificarse exponiendo las motivaciones de sus actos.
Un distinto desenlace de la batalla de Gettysburg es el punto jumbar de numerosas ucronías, las más debido al éxito de la famosa carga de Pickett. ¡Ah!, bastantes de nuestros compatriotas asocian las películas de la guerra de Secesión con loswesterns: al fin y al cabo, las guerras con los indios también fueron guerras americanas.
© 2009 Augusto Uribe y Alfred Ahlmann
Turtledove, Harry. The Guns of the South, Ballentine, 1992, hardcover y paperback, 561 pp.
Augusto Uribe es doctor en una ingeniería, periodista y tiene otros estudios; ya jubilado, es presidente de una sociedad de estudios financieros. Ha ganado varios premios Ignotus y ha publicado en libros y revistas como el antiguo BEM o Nueva Dimensión, que lo tuvo por su primer colaborador.
Alfred Ahlmann, director de la misión arqueológica española en Turquía, es doctor en Historia, profesor universitario en España e imparte clases en algunas universidades extranjeras: domina varias lenguas. Además de numerosos trabajos profesionales, ha publicado también artículos del género.