TIEMPO DESARTICULADO, de Philip K. Dick

Leído como una ucronía de anticipación

Dejando a un lado que en las novelas de Dick nunca se sabe si su universo es o no real, quienes conozcan Tiempo desarticulado quizá piensen que se trata de un mundo alternativo, aunque no ucrónico, ya que es una pequeña burbuja espaciotemporal encapsulada en el mundo real, pero este mundo es precisamente el que es ucrónico, no es el nuestro, sino otro.

PhilipDickPhilip Kendred Dick nació en Chicago en 1928 y murió en Los Ángeles en 1982 de un ataque al corazón, a un corazón maltrecho por las drogas. En una de sus narraciones hizo escribir a los últimos hombres sobre la Tierra en la caverna en que se refugiaron: «Aquí vivió una raza que fue lo suficientemente inteligente como para pensar, pero también lo suficientemente perezosa como para no hacerlo hasta sus últimas consecuencias». Lo mismo se podría decir de él.

Fue un autor tardío, empezó a escribir tarde y ninguno de sus libros fue un éxito de ventas a su publicación. Sus primeras ediciones fueron todas ediciones baratas en rústica y en España aparecieron, a más de mal traducidas, en una colección que las alternó con producciones de serie B, lo que da idea de lo poco que se cotizaban sus derechos de autor.

Ya antes de su muerte, sin embargo, se convirtió en un autor de culto, en el riguroso sentido del término, pues sus fieles ponían sus libros por encima de cualesquiera otros. La treintena de novelas y el centenar de cuentos que escribió no son todos de ciencia ficción, algunos pertenecen al mainstream.

Sus mejores novelas las escribió entre los 30 y los 40 años de edad, una década en la que ya empezaba a producir bajo la influencia de anfetaminas y drogas alucinógenas que al principio  parecían estimularlo sin causarle mayores daños. Su consagración llegó antes en Europa que en América, se suele leer que porque los europeos somos más aficionados a la ciencia ficción sofisticada que los americanos, que la prefieren de aventuras, pero creemos que también porque muchas de sus historias irritaban al lector medio estadounidense, en el supuesto de que exista un lector medio de ciencia ficción.

Decimos esto  porque entre los autores no lo hay, la inmensa mayoría se alinea  en uno u otro extremo de la ideología. En el número de junio de 1968 de las revistas Galaxy e If, por poner un conocido ejemplo, las páginas 4 y 5 fueron compradas por 82 escritores americanos de ciencia ficción para suscribir 41 que creían firmemente que los Estados Unidos debían permanecer en Vietnam y otros 41 que estaban profundamente convencidos de lo contrario. Los primeros estuvieron encabezados por el editor John W. Camnpbell y su cuadra, Sprague de Camp, Edmond Hamilton, Jack Vance, Jack Williamson, Poul Anderson, Fredric Brown y, ¡cómo no!, Robert Heinlein. Los segundos formaron con Forrest Ackerman, Isaac Asimov y Ray Bradbury al frente, junto conPhilip José Farmer, Harry Harrison y Robert Silverberg, más jóvenes como Delany o Disch y mujeres comoUrsula LeGuin o Joanna Russ, contando con la presencia, ¡faltaría más!, de Philip Dick. Al margen de estos 82, apenas rehusaron pronunciarse A.E. Van Vogt, Theodore Sturgeon, Clifford Simak, Roger Zelazny y pocos más. Nos disculpamos, sólo queríamos decir que no hay un autor medio de ciencia ficción y pensamos que tampoco un lector medio.

tiempodesarticuladoLos dos temas recurrentes de la obra de Dick son la creación de universos alternativos -con una obsesión, el tiempo, y una simbología, el juego- y la sustitución de seres vivos por mecanismos artificiales. Así, en Simulacra,el Presidente de los Estados Unidos es un simulacro electrónico y la primera dama, muerta hace cien años, está sustituida artificialmente. En Los tres estigmas de Palmer Eldricht, Barney Mayerson lleva siempre consigo en un portátil al Dr. Smile,  su siquiatra computeriazdo. Los universos alucinantes de Dick se fueron volviendo cada vez más hacia el horror y en ese sueño psicodélico que es Ubik ya no hay sólo seres vivos y seres artificiales, aparecen los que semiviven y se comunican en otro universo. y la ocupación del cazador Rick Deckard en Blade Runner no es sino la de destruir androides escapados, casi idénticos a los hombres.

La primera de sus grandes novelas fue Time out of Joint –quizá Tiempo dislocado si la versión francesa no hubiera sido Temps desarticulée-, que sería también su primer libro en tapa dura. Sus páginas iniciales discurren a la manera convencional, describiendo la vida cotidiana de una familia americana compuesta por el dueño de la casa, Reagle Grumn, su hermana, su cuñado y el hijo de éstos, una historia convencional, repetimos, si no fuera por el modo en que se gana la vida Reagle, resolviendo concursos de periódicos.

Un solo concurso entonces, que viene ganando desde hace casi tres años. Un diario publica las aventuras de un hombrecillo verde y pregunta dónde estará la próxima vez, lo que hay que señalar sobre un mapa mundi dividido en dos mil pequeños cuadrados. Nuestro hombre lo acierta siempre y le molesta que se hable de su intuición, porque pretende resolverlo con lógica matemática. Su principal herramienta de trabajo es la secuencia de avance, la representación sucesiva de los lugares en que ha aparecido antes: pasa las tiras con el cuadradito perforado sobre una pantalla iluminada y la sucesión de puntos luminosos se le presenta como una estructura que íbamos a decir lógica, pero tiene más de estética que de geométrica.

Se da cuenta de que el periódico lo trata con mimo, le consiente un fallo por cada diez respuestas acertadas y, cuando tiene una duda, le permite enviar más de una solución. Le dicen que el público quiere verlo llegar muy alto para más disfrutar luego con su caída. Y hay otras cosas, como la idea que le asalta de que millones de personas dependen de él y han invertido millones en él, lo que le crea un sentimiento de culpa.

tiempodesarticuladoinglesEs más, encuentra una revista enterrada que habla de la famosa actriz Marylin Monroe, que para él no existe, y en la radio galena que construye su sobrino -en ese mundo no hay radios- oye hablar de él. Así que huye de la ciudad en busca de la verdad y se topa con una «selenita» que le explica que la Tierra ha colonizado la luna y los colonos lunares se han rebelado contra la opresión terrestre,  se han enfrentado a las tropas allí destacadas y se han hecho con sus bombas de hidrógeno, que lanzan ahora sobre la Tierra.

El gobierno planetario de «Un Mundo Feliz Unido» conoce la facilidad de Reagle para relacionar datos en apariencia sin relación entre sí desde que estuvo destinado en una oficia meteorológica en una isla del Pacífico, así como el acierto de sus previsiones, que roza la predicción del porvenir. La visión del futuro cercano es otra característica frecuente en los personajes de Dick. El niño autista de Tiempo de Marte tiene esa capacidad: está en ese estado por haber visto su propia muerte. Y el citado Barney Mayerson de Los tres estigmas puede prever el futuro, por eso trabaja en «premoda».

El gobierno, retomamos el hilo de la novela, ha borrado la memoria a Reagle, ocultándole que los Estados Unidos ya no existen y haciéndole creer que sigue estando en 1959 y no en 1982. Cuando pensaba que resolvía las apariciones del hombrecillo verde estaba prediciendo realmente el lugar de caída de las bombas de hidrógeno, que se destruían con antimisiles.

Se da un miniuniverso alternativo en esa ciudad en que el gobierno lo ha encapsulado con unos pocos miles de personas que forman parte de la intriga, las autoridades y funcionarios públicos, los responsables de la televisión y las revistas locales, los redactores del periódico que organiza el concurso y los agentes gubernamentales, a más de su familia, que no es tal.

Y un segundo universo alternativo, éste decididamente ucrónico, es el mundo total. Al llegar 1982 las cosas no han sido así, bien sabía Dick que no iban a ser así -ni estado mundial planetario, ni colonos en la luna, ni bombas de hidrógeno sobre la Tierra-, por lo que nos hallamos ante una ucronía que podríamos decir de anticipación, que cada vez son más y sobre las que habremos de volver: un autor puede imaginar un futuro inmediato que antes de llegar ya es ucrónico porque el pasado del que se deriva no ha existido.

La distorsión del tiempo y el juego que antes mencionábamos son también evidentes y se dan otras circunstancias propias de Dick, como el igualmente mencionado sentimiento de culpa que atormenta al protagonista, semejante al que experimentan otros hombres aunque por motivos bien distintos. Se siente culpable por algo que no sabe bien lo que es y por algo que sí sabe, como es acostarse con la mujer de su vecino, para terminar enterándose de que no es su esposa, se trata de dos agentes que lo vigilan.

Es también característico del autor suponer el intervencionismo estatal, aunque jamás se trata del económico que conocemos, sino del social, entendido en un sentido amplio.

La novela arranca de modo sugestivo, para al final decepcionar un poco, se esperaba más de ella y daba para más. Como género, casi mejor que una ucronía, se podría decir que es un slipstream, literatura de deslizamiento hacia la ucronía.

© 2009 Augusto Uribe y Alfred Ahlmann

Tiempo desarticulado (Time out of Joint, 1958), Barcelona, EDHASA, 1988, Clásicos Nebulae, rúst., 290 pp.

uribe01Augusto Uribe es doctor en una ingeniería, periodista y tiene otros estudios; ya jubilado, es presidente de una sociedad de estudios financieros. Ha ganado varios premios Ignotus y ha publicado en libros y revistas como el antiguo BEM oNueva Dimensión, que lo tuvo por su primer colaborador.

 

 

 

alfredahlmann01Alfred Ahlmann, director de la misión arqueológica española en Turquía, es doctor en Historia, profesor universitario en España e imparte clases en algunas universidades extranjeras: domina varias lenguas. Además de numerosos trabajos profesionales, ha publicado también artículos del género.

 

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Editamos en papel 75 números de la revista BEM entre 1990 y 2000 y desde 2003 hasta 2012 mantuvimos el portal BEM on Line. Tras múltiples problemas de software, decidimos traspasar a este blog los principales textos publicados en esos años. Interface Grupo Editor está compuesto por Ricard de la Casa, Pedro Jorge Romero, José Luis González y Joan Manel Ortiz.
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