THE DRAGON’S NINE SONS, de Chris Roberson

El primer hijo del dragón se llama bixi, es capaz de levantar grandes pesos y aparece esculpido con frecuencia en la base de lápidas monumentales. El segundo es chiwen, reviste una apariencia de bestia, le gusta ver de lejos y aparece siempre en los tejados. Y el tercero es pulao, semeja un  pequeño dragón y le gusta rugir, por lo que se le representa en las campanas.

El cuarto hijo se llama bi’an, tiene forma de tigre, es poderoso y se le encuentra a menudo en las puertas de las prisiones, para amedrentar a los encarcelados. El quinto es taotie, le encanta comer y se le representa en los utensilios de cocina relacionados con los alimentos. Y el sexto es baxia, le gusta estar en el agua y por eso se le representa en los puentes.

dragons9El séptimo hijo se llama yazi, le gusta matar y se encuentra en espadas y cuchillos. El octavo es suami, tiene afinidad con los fuegos y por eso aparece en los quemadores de incienso. Y el noveno es jiaota, parece una caracola o una almeja y no le gusta que lo molesten, por lo que se le suele representar en el umbral de la puerta principal de las casas.

Esta leyenda la ha tenido muy en cuenta Roberson y varios de estos caracteres se pueden identificar en los personajes de su novela. Zhuang, el capitán de la nave, sería claramente bixi, Tao, el jefe militar, seríachiwen, Fukuda, el nipón, sería suami, y así sucesivamente.

El sobrenombre de Hijos del Dragón se originó a partir de las leyendas y los tótems de las tribus más antiguas. Después de derrotar a la tribu de Chiyou y unificar la región central del país, la tribu de Huandi abandonó su viejo tótem y adoptó el del dragón, combinado con la cabeza de oso y el cuerpo de serpiente del tótem de la tribu dominada. Esta formación de la imagen del dragón representa el proceso de integración de las distintas nacionalidades de China.

Más tarde la figura del dragón apareció en todo tipo de motivos y hasta dio lugar a un carácter de escritura. Se puede encontrar en los oráculos inscritos en huesos de mamíferos y caparazones de tortuga, y en los trozos que los arqueólogos han desenterrado de antigua cerámica, con dragones rampantes o enroscados. El dragón es el tótem de los antepasados de la nación china y las leyendas cuentan que sus primeros dirigentes eran hijos de dragones -y de mujeres mortales- y por eso todos los que  descienden de ellos son Hijos del Dragón.

La novela Los Nueve Hijos del Dragón ya la dimos como favorita al premio, por más que con reservas, en la presentación que hicimos de los finalistas del último Sidewise. Es la sexta narración de una serie enmarcada en el universo alternativo creado por Chris Roberson como Historia del Celeste Imperio -Zhung-Huo, el Reino Medio, en su lengua-, un mundo ucrónico en que, a partir del siglo XV, China forjó un Imperio en progreso constante, primero a escala planetaria y después  interplanetaria.

Son varias las líneas de divergencia que presenta con la realidad. La principal surge en nuestro 1424, con la ascensión al trono del emperador Zhu Zhanyi y la subsiguiente expedición marítima de la «Flota del Tesoro», que circunvala el mundo, basada en una tradición que reza que la mandó un almirante eunuco, un héroe popular chino. Roberson la trata como un acontecimiento a nivel mundial, troca al almirante chino por otro musulmán que alcanza las costas del Pacífico americano en nuestra California y la bautiza Khalifah, de Califato. De ahí proviene uno de los personajes relevantes de la novela, cuya acción se sitúa en un alternativo 2052 en el que la conquista del espacio -y por ende de la Tierra- se dirime entre el Celeste Imperio y el Dominio Mexika. Tras una primera guerra planetaria, han llevado su confrontación al espacio, donde pugnan por la colonización y el domino de Marte.

1424 supuso realmente en nuestro mundo un punto de inflexión para China, pues tras la muerte del emperador Yongle, el más grande de la dinastía Ming -el último tiempo e que la ficción coincide con la Historia-, la monarquía se volvió introspectiva y se olvidó del mundo exterior, todo lo contrario de lo que imagina Roberson. La otra premisa importante de la novela es que Méjico es una gran potencia, por más que su territorio estuviera por un tiempo bajo control chino, del que se liberó de una manera particularmente sangrienta.

Existe un gran contraste entre las dos culturas, muy tradicional la china, que vendría a representar el conservadurismo europeo en la Historia real, y de signo contrario la mexika, por más que siga manteniendo la estructura social de los tiempos de Moctezuma y siga practicando una religión que se fundamenta en los sacrificios humanos rituales, lo que da lugar a una serie de momentos dramáticos: incluso en el espacio hay pirámides aztecas de sacrificios. Como curiosidad, a los mexikas les gusta construir maquetas de mundos, particularmente de Marte, como querrían que estuvieran, esto es, dominados por ellos.

Aunque ambas naciones han mostrado gran habilidad para viajar por el espacio, su nivel tecnológico es relativamente bajo, ni tienen superordenadores de vuelo ni poseen inteligencia artificial. Sus computaciones se basan en el ábaco y sus armas apenas superan el nivel del rifle, luchan en el espacio con dardos y flechas y los mexikas con cuchillos de obsidiana; lo más avanzado que poseen son los chorros de manganeso. Salvando las distancias, estamos hablando de una tecnología espacial steampunk. Los trajes de los mexikas, por ejemplo, siguen los modelos de los que lucían los guerreros jaguares y águilas de la época precolombina.

La novela es una glosa de los méritos de la civilización china a nivel estelar, pero en ella, como a lo largo de toda la serie, aparecen interesantes escenarios parciales, tal el de la Segunda Guerra Mexika, ya recreada en el cuento previo «Línea de dicotomía», que tiene lugar un año antes sobre la superficie de Marte, donde ya aparece uno los protagonistas de Los nueve hijos del dragón, el «estandarte» Yao. Algunos de sus acontecimientos son punto de partida para los de la novela y el destino de Yao.

Las cinco narraciones anteriores de la serie son todas cortas y están entrelazadas entre sí, algunas sólo episódicamente, como es el caso de la preciosa «Cero Uno» que comentamos cuando se tradujo. Ésta es la primera novela y en ella aparece por primera vez la cronología completa del Celeste Imperio.

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Chris Roberson

En 2052, a un grupo de nueve orientales condenados a muerte se les ofrece la oportunidad de salvar sus vidas si destruyen una base espacial enemiga situada en un asteroide. Abundando en lo expuesto, el relato se centra en los aspectos de estrategia militar de la misión suicida y, en mayor medida aún, en los caracteres de los personajes. Cada uno es objeto de un tratamiento singularizado que incluye su historia personal y cómo llegó a cometer el crimen que lo ha condenado a muerte.

El dragón de la novela, que se describe tal como aparece en su cubierta, es en realidad una nave de guerra capturada a los mexikas, ya que los navíos estelares chinos tienen una apariencia barroca, a la manera de pagodas orientales. Si la tecnología de los chinos ya hemos dicho que es steampunk, la de los mexikas es bloody steampunk, con naves que arrancan con sangre humana y tripulantes devotos de sus antiguos dioses sangrientos.

Pero, curiosamente, la mexika es una sociedad que premia el esfuerzo individual, mientras que la del Celeste Imperio se basa en el bien colectivo, a la manera del Occidente de nuestro mundo. Eso explicaría por qué, en ese universo alternativo, no se producen movimientos de secesión de los países que componen ese imperio cuasi planetario en el que  Vinlandia, nuestros Estados Unidos, fue colonizada por gentes procedentes de la Gran Bretaña y es un lugar donde se sigue profesando la fe cristiana y utilizando el calendario gregoriano.

Apenas se nombran personajes de raza anglosajona, a pesar de que forman parte del ejército interestelar de los Ocho Estandartes.  Los héroes de la novela pertenecen a la etnia china Han, aunque también los hay coreanos, vietnamitas y hasta un japonés y un khalifato. Las mujeres, por su parte, pese a tratarse de una trama marcial en la línea del mejor Heinlein, desarrollan tareas importantes: así, el cerebro de la misión es una mujer de la Inteligencia del Celeste Imperio.

Roberson ha dedicado tiempo y ganas a investigar la historia de China y Méjico, para mejor extrapolar las dos culturas, y parece que también a estudiar las órbitas dinámicas de los asteroides y las secuencias de los viajes espaciales, logrando construir con ello una historia de ciencia ficción militar inverosímilmnete plausible, con una misión que es una combinación excitante de película de guerra y novela del Oeste.

Es una ucronía eficaz, llena de talento y una de las más fáciles de leer que hayamos visto nunca. Es, como tal, una buena iniciación en el género, particularmente para los aficionados al space opera y la ciencia ficción militar.

© 2009 Augusto Uribe y Alfred Ahlmann

Roberson, Chris. The Dragon’s Nine Sons, Solaris, 2008, paperback, 430 pp.

 
uribe01Augusto Uribe es doctor en una ingeniería, periodista y tiene otros estudios; ya jubilado, es presidente de una sociedad de estudios financieros. Ha ganado varios premios Ignotus y ha publicado en libros y revistas como el antiguo BEM o Nueva Dimensión, que lo tuvo por su primer colaborador.

 

 

alfredahlmann01Alfred Ahlmann, director de la misión arqueológica española en Turquía, es doctor en Historia, profesor universitario en España e imparte clases en algunas universidades extranjeras: domina varias lenguas. Además de numerosos trabajos profesionales, ha publicado también artículos del género.

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