Siempre me ha parecido que Amos de títeres era una novela un poco fuera de lo habitual en Heinlein. Ya me imagino que muchos enarcarán las cejas al leer esto, y lo cierto es que no puedo ofrecer una buena explicación del porqué. Trataré de razonarlo, a mi manera, pero dudo que convenza a nadie.
La obra de Heinlein está compuesta principalmente por su «Historia del futuro», formada por un conjunto de novelas y narraciones de diversa extensión, dentro de las cuales incluso podrían entrar sin dificultad las muchas novelas para público juvenil que empezó a publicar a partir de 1947 –a fin de popularizar la conquista del espacio entre niños y jóvenes– y concluyó en 1963; además de todas estas obras tenemos las «adultas», cuyo máximo exponente es Forastero en tierra extraña y casi toda su obra a partir de ésta, con alguna excepción puntual; y, finalmente, aquellas donde plasmó sus ideas –y ya sabemos de qué hablamos al decir esto–: Los dominios de Farhan y Expanded Universe.
Cierto: a veces incursionó en la fantasía (Ruta de gloria y algunas novelas cortas) con desiguales resultados. Y, aunque en principio, alguno pensaría que Amos de títeres podría ser considerada una de sus (escasas) novelas de acción —Intriga estelar, Tropas del espacio, Viernes, El día de pasado mañana–, en realidad no es así, puesto que Intriga estelar y Tropas del espacio son aventuras espaciales, Viernes es una más de las novelas del Heinlein adulto y participa del grueso de su obra final, y El día de pasado mañana es una novela insignificante poco recordada y que se basaba en una idea ofrecida por el editor John W. Campbell. Por el contrario, Amos de títeres es una de sus novelas más famosas, reeditadas y leídas… pero su temática sorprende bastante. ¿Por qué? O, mejor dicho, ¿por qué me sorprende a mí?
Se trata de una obra típica del súbgenero «invasión alienígena», que tantas novelas y relatos originó principalmente en la década de 1950 –y la de Heinlein es precisamente de 1951–, para ir disminuyendo en cantidad durante la de 1960 y quedando reducida a escasas muestras a partir de 1980. Pero, además, Amos de títeres entra en una clasificación espacial dentro de ese subgénero de «invasión alienígena», que podríamos denominar «siniestra invasión», o algo así, y que fue la dominante en la década de 1950.
En dicha subdivisión encontraríamos, junto con la novela de Heinlein, la famosa de Jack Finney La invasión de los ladrones de cuerpos (más famosa por sus muchas versiones cinematográficas que por su texto original), El oculto poder, de Joan Hunter Holly, montones de cuentos de Philip Dick, y ya en 1965 una muestra tardía en A Plague of Demons, de Keith Laumer. Todas estas novelas –y los relatos de Dick «El padre falso» y «Lo humano»– tienen como rasgos comunes lo macabro de la historia, lo tenebroso de la narración, una sociedad que cae en la paranoia, lo desesperado de la situación presentada y la angustiosa lucha de los protagonistas (o de un único protagonista en la mayoría de los casos) contra un invasor despiadado. Y en parte todo esto se resumiría luego en la famosa serie televisiva Los invasores, creada entre 1967-1968, y que recogía el estado de ánimo de aquellas historias de la década anterior.
Pero hay más: la situación social a que da lugar la invasión –tanto en Heinlein como en Finney, tanto en Laumer como en Hunter Holly— parece un remedo del famoso maccarthismo que se vivió en Estados Unidos durante aquellos años. De ahí a identificar a los alienígenas invasores –camuflados como seres humanos, o suplantando/poseyendo de una forma u otra a seres humanos, o creando dobles suyos o siendo, sencillamente, invisibles para el resto de la gente– con las «perniciosas ideas comunistas» que invadían el cerebro de tantos norteamericanos –o se temía que lo invadieran–, hay un solo paso, y se dio. Es decir: lo dieron los críticos y comentaristas, y luego los historiadores del género. Pero, claro, algunas de estas novelas e historias han sobrevivido a su época, y perviven hoy como clásicos, y ahora esas etiquetas que les colgaron, como si fueran el precio de una gabardina exhibida en una tienda de ropa, molestan en cierto modo: son colgajos inútiles las más de las veces (porque además hay generaciones de lectores que ignoran todo eso, lo mismo que ignoran tantas otras cosas, y se enfrenta a la novela sin prejuicios). Así pues, ¿cómo acercarse a una obra tan caracteristica de una época y tan inesperada en su autor como es Amos de títeres? Pues, en 2010, como lo que es: una soberbia novela de acción y entretenimiento. Y es que leída en la actualidad, la obra tiene el mismo pulso trepidante de entonces, el mismo poder de enganchar al lector y de cautivarle hasta el final. Lo dije una vez y lo repito de nuevo: Heinlein es casi el único autor de ciencia ficción –clásico o moderno, antiguo o actual– que puede leerse y releerse sin que resulte anticuado ni se caiga a pedazos. Su obra –para mal de muchos– desafía al tiempo.
Con Amos de títeres, Heinlein quiso ofrecer en 1951 una novela dedicada al público adulto, incluso aunque ello se apartara del rigor científico que envolvía toda su obra. Con eso quiero decir que la diferenció claramente de las juveniles que había empezado a publicar en 1947 y seguiría escribiendo hasta 1963, con una pausa de cinco años entre la penúltima y la última. El problema es que al editor de entonces la novela le pareció «demasiado para adultos» en un género, la ciencia ficción, leído mayoritariamente por jóvenes. Así que obligó a Heinlein a realizar diversos cambios y supresiones en el texto (e incluso puede que hiciera él mismo algunos por su cuenta, sin permiso del autor…). Hasta 1989 no se reeditó la obra en su integridad original, y ésta es, afortunadamente, la versión que ofrece ahora La Factoría de Ideas en su colección Solaris.
¿Qué diferencias hay entre la edición original de 1951 –traducida al castellano al menos hasta tres veces en diversas épocas– y la íntegra de la novela? Estas son algunas de las principales diferencias:
*Capítulo 1: El protagonista, Sam, está en la cama con una mujer que ha conocido en un bar cuando se despierta, y que ya no reaparecerá más.
*Capítulo 11: Sam intenta ligar con una de las enfermeras que le atienden mientras se recupera de sus heridas: la enfermera está casada.
*Capítulo 19: Es mucho más largo que el de la edición de 1951 –el triple–, con distinta estructura y cambios de orden en las escenas.
*Capítulo 24: Hacia el final del capítulo aparecen algunos detalles de las babosas en la llamada «zona roja» –la zona estadounidense ocupada por ellas– que no aparecían en 1951, y se descubre que las babosas son ahora conscientes de los impulsos sexuales de los seres humanos (lo cual hace que el trabajo de Mary ya no sea necesario para el Viejo y sus agentes).
*Capítulo 26: Cuando Sam se dispone a cumplir la misión de infiltrarse entre las babosas, elige finalmente la Unión Soviética, en lugar de la «zona roja» de Estados Unidos, como en la edición de 1951, lo que da lugar a algunos cambios, aunque como en 1951 la misión finalmente no se lleve a cabo.
*Capítulo 35: Al acabar la novela nos enteramos de que Sam y Mary han tenido una niña, inexistente en la edición de 1951, de la cual cuidará el Viejo cuando parten hacia Titán.
*Otros cambios destacables, aparte de escenas suprimidas en su día, sin excesiva importancia, son la «limpieza» de texto: se suprimieron las palabras «virginidad», «incesto», «virgen» y otras de tipo sexual en 1951, sustituidas a veces por expresiones inocuas. En el capítulo 16, una mención de pasada a un doctor en 1951 es ahora doctora en la edición íntegra (y no es un problema del traductor de anteriores ediciones: es que Heinlein deja claro que es una mujer en la descripción de lo que hace, pero eso fue suprimido por el editor en su día).
Asimismo, la vida matrimonial entre Sam y Mary sufrió notables recortes, supresiones y suavizaciones de toda clase y tamaño, tanto en diálogos, como en expansiones efusivas. Su estancia en la cabaña de Sam principia con una visita al pueblo, muy breve, inexistente en 1951. Además de las alusiones de tipo sexual, se suprimieron en 1951 todas las referidas a la Unión Soviética, los comunistas y el régimen estalinista, y lo cierto es que en la edición íntegra de la novela es lo único que suena desfasado, ciertamente, puesto que transcurriendo la acción de la historia a principios del siglo XXI, desprende en las alusiones antisoviéticas un tufillo muy de la época en que se escribió; en todo caso, es pecata minuta.
En suma, la novela para adultos de Heinlein quedó en 1951 como una novela más que podía leer cualquier lector sin distinción de edad ni sexo. Y, es evidente, Heinlein era más astuto que sus editores: puesto que era imposible suprimir ni cambiar en la obra lo más esencial de ella: para demostrar que un humano no ha sido poseído por una babosa de Titán… ¡deben ir todos desnudos! En efecto, el desnudismo obligatorio en todo el planeta es la única arma para combatir la posesión alienígena, y, desde el punto de vista editorial, es divertido pensar cómo debió sudar el editor original de 1951, suprimiendo las palabras «incesto», «virginidad», «virgen», las escenas de galanteo entre Sam y Mary, las alusiones matrimoniales y el que la mujer no es una posesión del marido, entre otros detalles, pero teniendo que tragar con que los personajes se desnudaran en una sesión del Congreso, empezando por el presidente de los Estados Unidos, o se les desnudara a la fuerza. Dejando aparte el punto de vista literario y la calidad en sí de la novela (óptima), el golazo a lo Messi que Heinlein les colocaba a los editores es de antología.
¿Comprenden por qué este autor es siempre motivo de tanta controversia? En todo caso, finalmente se puede disfrutar de una edición íntegra en castellano, y tanto para el que la conocía como para el que no, su lectura es obligada.
© 2010 Juan Carlos Planells. Publicada originalmente en Planells, Fact and Fiction.
Contraportada
En puntos clave de la geografía de los Estados Unidos una fuerza invasora se está apoderando de las comunicaciones, el gobierno, la industria… y de los cuerpos de la gente. El país es incapaz de detenerla, los invasores se multiplican con mayor rapidez de la que pueden ser destruidos, controlando la mente de cualquier incauto que se cruce en su camino.
Es entonces cuando entra en acción Sam Cavanaugh, un eficaz oficial de inteligencia de la sección más desconocida del servicio secreto de los Estados Unidos. Cavanaugh es el único hombre capaz de detener la invasión, pero para hacerlo… ¡tendrá que dejarse invadir él mismo!
Sobre al autor
Robert Anson Heinlein nació en Missouri en 1907 y se graduó en matemáticas y física por la Universidad de California. Su primera novela, Rocket Ship Galileo, se publicó en 1947. Otras de sus obras son: Estrella doble (1956), Starship Troopers (Tropas del espacio, 1959), Forastero en tierra extraña (1961) y La luna es una cruel amante (1966), publicada en La Factoría de Ideas, todas ganadoras de premios Hugo.
Fue comentarista invitado en el primer alunizaje del Apolo 11. En 1975 recibió el galardón de Gran Maestro por toda su obra literaria en los premios Nébula. Su obra es una de las más vastas y galardonadas que se han escrito. Brillante y polémico, su trabajo no deja nunca indiferente al lector y es una referencia clave para entender la evolución del género. Heinlein falleció en 1988.
Titulo original: Amos de títeres (The Puppet Masters, 1951)
Autor: Robert Anson Heinlein
Premios: 4 Hugo y 3 Locus
Traducción: David Luque Cantos
Ilustración de cubierta: Dominic Harman
Fecha de publicación: Febrero de 2010
Formato: 23 x 15 cm
Encuadernación: Rústica con solapas
Páginas: 320
PVP: 20,95 €.
ISBN: 9788498005424
Colección: SOLARIS FICCION Nº: 133
Edita: La Factoría de Ideas
Género: Ciencia ficción
Puede leer, si esta interesado en esta novela, otra reseña de la misma escrita por Ricard de la Casa si pincha aquí