SHUTTER ISLAND; THE NINTH CONFIGURATION
por el Taller, Alfred Alhmann
Tal vez el apasionado cinéfilo Martin Scorsese sea uno de los mejores directores en activo de Hollywood. Pese a la meritoria Infiltrados (The Departed, 2006), con Shutter Island nos regala la que, a nuestro gusto, bien puede ser su mejor película en muchos años. Parte de la crítica considera, además, que la interpretación de Leonardo Di Caprio es la mejor de sus colaboraciones a la producción del director neoyorquino, aunque hay que decir enseguida que no todas las críticas han sido favorables, ha habido bastantes muy a favor y algunas otras en contra: los diarios nacionales la han situado en general muy arriba en el ranking de mejores en cartel.
Como se lee en la ficha técnica, es un thriller de horror psicológico, rodado en los cinco meses que van de marzo a julio de 2008, aunque la Paramount retrasó su estreno hasta febrero de 2010. Está basado en la novela del mismo título de Dennis Lehane de 2003, publicada en España en 2005 por RBA.
En el tormentoso inicio del otoño de 1954, dos agentes federales, Teddy Daniels (Leonardo Di Caprio) y Chuck Aule (Mark Ruffalo), son enviados al penal psiquiátrico de Ashecliff, en la isla de Shutter, en la bahía Boston. Las escenas ambientadas en el exterior se filmaron con gran verismo en la isla también bostoniana de Peddocks y las interiores en el manicomio de Medfield, en el mismo estado de Massachussets.
Allí, donde la mayoría de los pacientes son psicópatas asesinos, han de investigar la desaparición de una habitación blindada de la interna Rachel Solando (Emily Mortimer). El director de la institución, el Dr. Cawley (Ben Kingsley), les explica que Rachel se hallaba bastante recuperada después de haber ahogado a sus tres hijos, aunque creía que seguía estando en su casa y que sus hijos seguían con vida. Las escolleras que circundan el perímetro de la isla hacen imposible que Rachel haya alcanzado otra costa y tampoco se ha podido esconder en el faro.
Una noche Teddy tiene un extraño sueño sobre Dolores Chanal (Michelle Williams), una mujer muerta cinco años antes en un incendio, en que ésta le advierte de que el marido de Rachel está vivo y en la isla, así como el hombre que provocó el fuego. En un interrogatorio a los internos que estaban con Rachel durante la última terapia de grupo, uno propone escapar a Teddy y el espectador va descubriendo poco a poco que nada es lo que parece ser.
La isla se presenta como un mundo de ficción cuyas reglas están dictadas por los locos y no, como debería ser, por los cuerdos, doctores, enfermeras y demás normales. El filme deja entender una coexistencia entre la locura y la salud mental donde el loco, escondiéndose en una imaginaria realidad paralela, rechaza al cuerdo que es su antitético, al que ve como un loco. Para no volverse loco de verdad, el protagonista ha de hacer un viaje a su identidad misma y construir lentamente en torno a sí una vida vacía: hasta se pregunta si la locura será contagiosa, sobre lo que vuelve más de una vez.
La película está hecha con tal maestría técnica y formal que es imposible apartar los ojos de ella durante su visionado. Pero más que lo que va pasando, importa lo que el espectador va descubriendo o intuyendo. Scorsese juega con la credulidad que le otorga de entrada el espectador y cuenta con mucho tiempo para hacerlo, en un largometraje de más de dos horas de duración. Va dando indicios, va dejando pistas que permiten intuir al espectador la falsedad de la realidad colectiva.
El guión es fiel a la novela, con un final idéntico, pero con una contribución importante del guionista y el director al texto del libro, donde Scorsese demuestra su gran oficio. Como la novela es un flashback y la cinta no, ésta obvia la narración en 1993 del moribundo Dr. Sheehan, lo mismo que hace con el relato de la vida juvenil de Daniels en Boston, es de suponer que por su gran extensión.
La libro ofrece una mayor ambigüedad moral, no narrativa, que la película. Un buen ejemplo lo encontramos en la exposición de las diferencias entre las distintas escuelas psiquiátricas, basadas unas en la terapia de choque y otras en la psicofarmacopea, de las que no se sabe cuál es peor. Del Dr. Cawley tampoco se va a saber a cuál pertenece, aunque al menos en apariencia es un personaje mejor en la filmación que en el texto escrito.
Las ambigüedades de la novela están mejor resueltas en la pantalla, como es el caso del trasfondo de la era atómica, el de la guerra de Corea o el de que la acción se desarrolla en tiempos de McCarthy: se dice expresamente que el penal/hospital está financiado por el Comité de Actividades Antiamericanas y cuenta con la presencia del Dr. Naehring (Max Von Sydow), que es la viva imagen de un criminal nazi refugiado en los Estados Unidos y todo un reflejo de lo que pudo haber sido la realidad, hasta el punto de que el final casi sugiere al espectador que tal vez Teddy no sea sino una víctima del siniestro senador. Durante la proyección, el espectador no puede sustraerse a la sensación de que se halla ante un mal sueño.
El Dr. Jeremiah Naehring es un personaje apenas presente en la novela, un mad doctor de origen centroeuropeo que alcanza gran relevancia en el filme, interpretado de modo magistral por Max Von Sydow. Es quizá un pequeño recuerdo fílmico de Scorsese a su venerado Ingmar Bergman, de quien el actor sueco fue uno de sus intérpretes más representativos.
El guión de Kalogridis supo fundir los elementos oníricos de la novela, en la que no falta ni el Mago de Oz, en una conseguida atmósfera fílmica. Además deja acertadamente en el tintero referencias culturales domésticas como la canción Buffalo Girls, la tarta Maggie Monpie o los juicios Kefaur, propias sólo de la mentalidad americana.
A Scorsese no parece interesarle tanto el misterio cuanto la desazón que busca provocar en el espectador con un envoltorio onírico, ya hemos dicho que logrado, con el dominio de escenas tales como las de fusión de lavados de cerebro propios de los nazis o los soviéticos, que es otra de las aportaciones de la película a la novela, donde sólo se dejan como flotando en el aire.
También la cinta deja en el aire algunas cosas, como la cita subliminal recurrente de la guerra de Corea o de El mensajero del miedo (1964), de John Frankenheimer, interpretada por Sinatra. Como curiosidad diremos que el próximo proyecto Scorsese/Di Caprio va a ser una biopicture del cantante.
Mucho se ha hablado por parte de la crítica especializada sobre las raíces fílmicas de Shutter Island. Se coincide en Corredor sin retorno (1963), de Samuel Fuller, y otras obras de autores menos conocidos para el público común, como el Bedlam (1946), de Mark Robson, y hasta el tan traído y llevado Gabinete del Dr. Cagliari (1919), de Robert Wiene. Las menciones de otras películas se cierran con Spellbound (Recuerda, 1945), de Alfred Hitchock -la novela cita no casualmente La sombra de la duda, la película preferida de entre las suyas por el propio director británico- y, sobre todo, con The Ninth Configuration, que vamos a recuperar brevemente.
La novena configuración (1980), escrita, dirigida y producida por William Peter Blatty, es la segunda película de la «Trilogía de la Fe», tras la triunfadora El exorcista, que nunca llegó a completarse. Está basada en la novela anterior Twinkle, Twinkle, «killer» Kane, título con que también se ha conocido el filme. Ganó el Globo de Oro y dos premios más, así como cuatro nominaciones, pero no fue un éxito de público. En España alcanzaron a verla unos pocos en los inicios de las cadenas privadas de televisión y después cayó en el olvido.
La acción de ambos filmes se desarrolla en un hospital psiquiátrico, la de La novena configuración en un establecimiento del Ejército. Un militar profesional, el coronel Hudson Kane (Stacy Keach), llega como nuevo director al Centro 18, un castillo gótico situado en la costa noroccidental de los Estados Unidos (en la realidad una fortaleza alemana del siglo XI, debido a problemas de presupuesto que obligaron a rodar en Centroeuropa), que acoge a oficiales, muchos de ellos veteranos de la guerra de Vietnam, que padecen trastornos psiquiátricos y a otros de los que se sospecha que pueden ser simples simuladores que no desean volver al combate.
Se inicia con un montaje de secuencias paralelas, con una canción de fondo al estilo Joan Baez, que presentan la película como si de un relajado videoclip se tratara, conformando unas primeras imágenes que dan cierto aire de comedia a la primera parte, pero que nada tienen que ver con la segunda, más dura y donde Blatty se vuelca sobre el sufrimiento humano, el sacrifico y la fe. Una vez más como Shutter Island, bordea a menudo la línea que separa la locura de la salud mental. Y también como en Shutter Island, las cosas no van a ser como parecen.
Dennis Lehane, el autor de la novela en que se basa Shutter Island, bien pudo verse atrapado en su juventud por las imágenes de La novena configuración, pues algunas de sus páginas tienen todo el sabor de un homenaje a la olvidada película de Blatty. Cuando estas imágenes aparecen en la pantalla no son, pues, iniciativa de Scorsese, aunque las recoja con gusto por lo aficionado que es a incluir en sus filmes secuencias o guiños a otros.
Coincidimos con Moreno Cortina en que la película está muy cuidada visualmente y tiene escenas de gran potencia estética, como la primera, en que el barco con los dos agentes se acerca a la isla, el mentado sueño de Teddy con Dolores cuando ésta se convierte en cenizas o el recuerdo del fusilamiento de los nazis en el campo de concentración.
Su guión es uno de esos que funciona como un mecanismo de relojería perfectamente engranado: cada imagen y cada diálogo tienen su importancia y, cuando terminas de verla, todo está en su sitio.
Toda la película, ya lo hemos dicho, es muy hitchockiana y juega en su contra que el espectador moderno es menos inocente que el de los tiempos de Hitchock. Shutter Island está en la tradición de un buen puñado de películas estrenadas en la última década y, al ver algunos detalles del principio, algún espectador cinéfilo habrá adivinado por donde van a ir los tiros pero, incluso con eso, es una buena muestra del oficio de un director.
© 2010 por el Taller, Alfred Alhmann
FICHA TECNICA
Título Shutter Island
Dirección Martin Scorsese
Producción: Martin Scorsese, Bradley J. Fischer, Mike Medavoy, Arnold W. Messer.
Distribuida por Paramount Pictures
Guión Laeta Kalogridis basado en el libro de Dennis Lehane
Intérpretes Leonardo Di Caprio (Teddy Daniels), Mark Ruffalo (Chuck Aule), Ben Kingsley (Dr. John Cawley), Michelle Williams (Dolores Chanal), Patricia Clarkson (Ethel Barton), Max Von Sydow (Dr. Jeremiah Naehring), Emily Mortimer (Rachel Solando)
Música 19 composiciones con supervisión de Robbie Robertson
Fotografía Robert Richardson
Presupuesto US$.80.000.000
Género Thriller de horror psicológico
USA, 2010, 138 minutos
Estreno en España 19 febrero 2010
Alfred Ahlmann, director de la misión arqueológica española en Turquía, es doctor en Historia, profesor universitario en España e imparte clases en algunas universidades extranjeras: domina varias lenguas. Además de numerosos trabajos profesionales, ha publicado también artículos del género. También comparte en este portal y con Augusto Uribe, la columna sobre los mundos ucronicos Al-Ghazali Al-Magribi.