Siempre es un placer leer un buen libro de ciencia ficción, como es el caso que nos ocupa, Flashforward del canadiense Robert J. Sawyer. Porque se trata exactamente de eso: una buena idea, un buen planteamiento, un excelente desarrollo (que no esquiva los temas morales o éticos ni mucho menos) y un desenlace convincente. Poca broma para los tiempos que corren.
No sé si mucha gente sabe que la génesis de Flasforward se incia en los Premios UPC 1988, que ganó Sawyer con «Universo monolítico», precisamente la novela corta que daría pie a esta novela y que la colección Nova de Ediciones B publicó la primavera del año siguiente en su volumen correspondiente (lamentablemente, parece definitivo que ha dejado de publicar los ganadores del Premio UPC a partir de la pasada edición, cosa que lamento profundamente). Posteriormente, Sawyer, un tipo simpático con pinta de profesor chiflado pero listo como pocos en esto de la edición, decidió ampliarla y la convirtió enRecuerdos del Futuro, que fue publicada en su momento por La Factoría de Ideas en su colección Solaris Ficción y que ahora, oportunamente, ha reeditado (también en bolsillo) con la portada y el título de la serie de televisión.
Hay que reconocer que el argumento es muy original: en un momento determinado, todos los habitantes del planeta pierden la consciencia y, durante un minuto y cuarenta y tres segundos, tienen una especie de visión que, posteriormente, se deduce que es su futuro dentro de 21 años. Y ello sucede justo cuando el protatonista de la novela, el científico canadiense Lloyd Simcoe y su equipo inician un experimento innovador en un acelerador de partículas en Suiza. Evidentemente no todo el mundo estaba despierto en el momento en que se produce el suceso, dependiendo en la zona horaria, y algunos de los que lo estaban tuvieron la mala suerte de estar al volante, o en un avión en el aire… sufriendo los previsibles accidentes. Pero la inmensa mayoría que lo sobrevivieron, simplemente se vieron a sí mismos en una visión del futuro en la que no podían interactuar (son espectadores, pueden ver y oir pero no enviar ninguna señal). Y esa visión, inevitablemente, les va a cambiar sus vidas, para bien o para mal.
La trama está muy bien montada y se mueve entre diversos frentes: el científico, su ayudante y prometida, que pierde a su hija en un accidente de tráfico, precisamente durante el suceso. Otro de los protagonistas que sabe que es asesinado porque hay otras personas que estaban leyendo sobre su muerte cuando tuvieron la visión y que investiga sobre su futura muerte para tratar de prevenirla…. Fascinante, ¿no?
A Sawyer no le tiembla la mano cuando tiene que reflexionar sobre las diferentes posibilidades que ofrece la novela y juega con ellas: ¿Es el futuro inmutable o podemos cambiarlo según las decisiones que tomamos en cada momento? ¿Se trata de sólo uno de los futuros posibles o no importa lo que hagamos dado que el futuro está escrito y, en realidad, no tenemos libre albedrío? Sawyer nos explica la teoría del Universo Monolítico (vemos siempre una cara de un objeto tridimensional inamovible y el fenómeno hace que echemos un vistazo a otra cara antes del momento) para luego cuestionarlo y cargárselo. Otras explicaciones tomarán su lugar y nos harán pensar sobre ello.
Porque, si meditamos durante unos minutos sobre ello observaremos que las conclusiones son estremecedoras según creamos una cosa u otra. Por ejemplo, si en mi futuro veo que tengo en la mesa del salón una determinada estatuilla que ya poseo en la actualidad, ¿qué me impide romperla para que, así, no pueda estar cuando llegue el futuro real tras los veintiun años? ¿Eso implica que algo será diferente en él, que lo será todo…? Y si una pareja va a casarse y, en su visión, se ven compartiendo su vida con otros tras esos años, ¿se casarán igual, sabiendo que su unión fracasará o decidiirán dejarlo correr? O aquel que lucha por ser un artista y que se ve en el futuro como camarero en una bar de mala muerte, ¿va a seguir viviendo sabiendo que nunca lo logrará o decidirá que es mejor acabar cuanto antes y se suicidará ahora? Y, en ese caso, ¿qué sucederá con el futuro en el bar que había visto? ¿Deja de existir y ya está? Muchos interrogantes que, poco o mucho, se van desvelando a medida que el libro se desarrolla hasta su excelente conclusión.
Robert J. Sawyer es un escritor práctico, con un estilo directo y sin florituras que consigue conectar con el lector y atraparlo, enredarlo y hacer que este piense. Como digo, no tendrá un gran estilo, es cierto, va siempre al grano, pero tampoco se va por las ramas como la mayoría de autores de best-sellers, llenando páginas y páginas con información que nada aporta a la historia principal. Eso confiere a la novela un ritmo ágil y vibrante durante sus más de trescientas páginas que, y eso es novedad hoy en día, son las necesarias para su correcto desarrollo (de hecho, cuando leí en su momento «Universo monolítico» recuerdo que me pareció demasiado denso, precisaba de más espacio que las bases del Premio UPC, para novela corta, no le podían conceder).
Comentar también que la edición de La Factoría es muy digna, con una traducción correcta y sin erratas apreciables.
Por último, todos los lectores sabrán que, de esta novela, se realizó una serie de televisión de igual título y que hasta hace poco daba su primera temporada en nuestro país la cadena Quatro, y que ha sido cancelada por baja audiencia. Las diferencias entre la serie y la novela son sustanciales aunque la historia de fondo permanezca inmutable. Comencemos por el protagonista. Mientras en el libro es el científico canadiense Lloyd Simcoe, en la serie es un policía ex-alcohólico llamado Mark Benford. También la duración del desvanecimiento es diferente en el libro y en la serie: 1 minuto y 43 segundos contra 2 minutos y 17 segundos, algo que no consigo entender a qué puede ser debido. Por último, el futuro que se sueña también es de dos periodos de tiempo muy distintos. Mientras que en el libro la gente se ve a sí misma dentro de 21 años, en la televisión, supongo que por esa prisa en que todo suceda pronto que suelen acarrear las series, el plazo es de solo seis meses.
En resumen, una novela altamente recomendable para los amantes de la buena ciencia ficción, vibrante y que hace reflexionar. Una excelente elección para leer estos tiempos caniculares.
© 2010 Joan Manel Ortiz para BEM on Line
Flashforward, de Robert J. Sawyer (Flashforward; 2001). La Factoría de Ideas, col. Thriller. Madrid, noviembre de 2009. Traducción de Carlos Lacasa Martín. ISBN. 978-84-9800-557-8. 317 páginas, 20,95 euros.
TEXTO DE LA CONTRAPORTADA
Durante un par de minutos la conciencia de toda la raza humana se desvanece y es proyectada hacia el futuro. Así empieza la novela en la que se ha basado Flashforward, la serie de televisión del momento en todo el mundo.
Mientras la humanidad debe restañar los catastróficos efectos inmediatos, las implicaciones más serias tardan algo más en aparecer. Aquellos que no recibieron visiones del porvenir tratan de descubrir cuál es la causa . Otros buscan ya (o tratan de evitar conocer) a sus futuros amantes, o investigan su propio asesinato…
A medida que las verdaderas consecuencias de lo sucedido comienzan a hacerse claras, todos quieren un destello del futuro, una oportunidad para saltar y ser testigo de su éxito… O para aprender a evitar sus errores.