Resulta un poco complicado ponerse a escribir sobre La Red de Indra, la nueva novela de Juan Miguel Aguilera, publicada en nuestro país hace ya algunos meses por Alamut Ediciones, sin temer explicar demasiado de su argumento y estropear su disfrute al lector interesado. Pero dado que, como digo, han transcurrido ya un lapso de tiempo prudencial desde su publicación, supongo que a estas alturas, muchas de sus sorpresas ya han corrido por ahí y, quien más quien menos, estará al corriente de su argumento. Lo cual no es óbice para intentar no fastidiarla en demasía y tratar de no revelar más que lo absolutamente imprescindible para escribir este comentario.
La Red de Indra es una novela de las que podríamos denominar “con artefacto”, que bebe de las fuentes clásicas como Esfera, de Michael Crichton, Mundo Anillo de Larry Niven o Cita con Rama de Arthur C. Clarke, un tipo de ciencia ficción en el que el escenario es casi más importante que las personas que lo habitan. La Red de Indra representa el retorno de Aguilera a la ciencia ficción más clásica, un género al que ha aportado muchas cosas remarcables, comenzando por la serie de Akasa Puspa -escrita parcialmente con Javier Redal-, con una fuerte apuesta por el hard (ciencia ficción tecnológica) pero con algunos puntos débiles que comentaré más adelante.
El argumento de la novela gira en torno al descubrimiento por parte de los Estados Unidos de una geoda, una gran cúpula de material desconocido, que reposa enterrada desde tiempo indeterminado en plena meseta Laurentina canadiense. Naturalmente, deciden proceder a su desentierro ante el temor de que las autoridades del país en el que se encuentra, como sería lo lógico, quisieran participar en el proyecto, privándoles así de su gran descubrimiento y de las eventuales ventajas militares que este pudiera reportar.
De este modo el coronel Jim Conrad, jefe de la expedición norteamericana, siguiendo instrucciones de sus superiores, «recluta» a los mejores especialistas mundiales en los diversos campos científicos que puedan ser de utilidad, entre los que se hallan Laura Muñoz, su ex esposa y el ayudante de esta, Neko, dos destacados científicos españoles. Lo que todos ignoran, porque Laura decide ocultar su estado, es que está gravemente enferma de cáncer y tiene que someterse urgentemente a terapia. Cuando los acontecimientos se precipitan, ya es demasiado tarde.
El libro se divide en dos parte bastante diferenciadas. La primera es la exposición del fenómeno de la Geoda, su tamaño, las incógnitas y preguntas que conlleva y las teorías e investigaciones de los científicos. La segunda parte comienza cuando toman la decisión de abrirla y se ven abocados a atravesarla. Una primera parte es la más «dura», con abundantes teorías científicas que harán las delicias de los aficionados a la Ciencia Ficción Hard. En la segunda parte, la acción toma protagonismo y recuerda ligeramente a un episodio de Stargate, en la que los exploradores supervivientes tendrán que luchar en un futuro lejano contra seres increíbles. Acción a raudales y algunas conclusiones algo discutibles en su resolución.
Aguilera es un gran diseñador de escenarios y sabe hacértelos vivir: ¡cómo describe la geoda, sus secretos, lo que sucede en ella! Poco se puede añadir al consejo de que se sienten y disfruten del espectáculo. Nadie como el escritor valenciano para ello. No obstante el libro, al llegar a su mitad, gira argumentalmente y la acción toma casi total protagonismo. Los supervivientes se ven arrojados a un nuevo escenario completamente incomprensible para ellos, donde tienen que enfrentarse a peligros que ni podemos sospechar. Todo les es extraño y, poco a poco, van descubriendo donde se encuentran y quienes son los seres que les rodean, y el lector con ellos.
Pero, como he dicho, existen diversos aspectos mejorables, en mi opinión, en La Red de Indra. El primero de ellos es el tratamiento que confiere Aguilera a sus personajes. El autor trata por todos los modos posibles de darles profundidad, de enseñarnos que son seres de carne y hueso, pero fracasa cuando nos muestra como interrelacionan entre ellos y como se desenvuelven ante las situaciones en las que se van encontrando. Sus reacciones parecen demasiado forzadas y, a medida que se nos muestran los secretos que estos ocultan, cuesta cada vez más creérselos. Un segundo aspecto que creo que lastra la novela es la resolución de la misma, con algunas sorpresas ciertamente increíbles, como la auténtica personalidad de Kaplan, y el modo en que se desarrollan los acontecimientos hasta la conclusión, con ese final casi feliz que resulta demasiado poco verosimil. Un tercer y último «pero» tendría que ver con las ilustraciones que ha realizado el propio autor y que sólo comprenden el inicio de la novela. ¿Por qué no haber seguido con ellas? Está muy bien saber cómo era el campamento científico, pero a mí personalmente me hubiera gustado mucho haber podido ver la concepción del autor de algunos de los seres o escenarios a los que se enfrentan los protagonistas.
Resumiendo, La Red de Indra es un buen libro de ciencia ficción, con una primera parte realmente impresionante y una segunda que resulta menor, aunque igualmente entretenida. Recomendable para amantes de las novelas con sentido de la maravilla.
El libro se completa con el relato «Todo lo que un hombre puede imaginar», una historia en la que su protagonista es, ni más ni menos, que el propio Jules Verne, y que permite al autor valenciano realizar su propio homenaje al escritor francés dentro de un contexto de ciencia ficción. Bien narrado y, sobre todo, bien escrito, la historia rezuma delicadeza y sensibilidad, que hace suspirar por leer más narraciones cortas suyas, un formato en el que Aguilera no se prodiga en demasía. El relato aparece como «Apéndice» en la edición, sin una relación directa con la novela, contrariamente a lo que pudiera parecer de entrada.
© 2010 Joan Manel Ortiz para BEM on Line
La red de Indra, de Juan Miguel Aguilera (2009). Ediciones Alamut. Madrid, junio de 2009. Ilustración cubierta, Marina Taibo. ISBN. 978-84-9889-023-5. 320 pgs, 19,95 euros.
Contraportada
Laura Muñoz es una madura profesora de física que ha llevado una vida intensa, incluyendo dos divorcios y su participación en la Iniciativa de Defensa Estratégica durante la Guerra Fría. Ahora se prepara para afrontar la parte que supone más sosegada de su carrera.
Se equivoca. El inesperado reencuentro con su primer marido, el coronel Jim Conrad del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, la conduce a ella y a su joven ayudante Neko a viajar a un lugar remoto para enfrentarse a un misterio de colosales proporciones
Un satélite militar estadounidense ha descubierto un objeto enterrado a gran profundidad en la meseta Laurentina canadiense. Se trata de una geoda perfecta de dos kilómetros de diámetro, para la que los geólogos no encuentran ninguna explicación racional. Además, este asombroso artefacto tiene al menos dos mil millones de años de antigüedad. Los militares norteamericanos se han hecho cargo de la situación y han levantado sobre ella una base destinada a investigarla. Pero los problemas con el gobierno canadiense no tardan en surgir, y todo se complica cuando Jim Conrad descubre que hay un traidor entre sus hombres. En esas circunstancias, sólo puede confiar en Laura para que le ayude a desentrañar el misterio de la geoda.
Pero nada de lo que habían imaginado les había preparado para lo que iban a encontrar en su interior…
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