Del dios César y diosa Cleopatra
«La historia nos ha contado que en el año 30 a.C., después de perder la batalla de Actium y darse cuenta de que su destino estaba sellado, Cleopatra, la última reina de Egipto, intentó salvar la vida de Cesarión, el hijo habido de su unión con Julio César, enviándolo a la India. El plan era que el joven viajase hasta la ciudad de Berenice, a orillas del Mar Rojo, y allí embarcarse en dirección a Asia, escapando así del destino que a buen seguro le tenía reservado Octavio, el vencedor de la guerra e hijo adoptivo de César.
La historia nos ha contado además que a medio canino de Berenice, Rhodon, tutor y consejero del joven faraón de sólo diecisiete años, convenció con engaños a su pupilo para regresar a Alejandría e intentar pactar con el romano. Octavio, sin embargo, tenía otros planes: Dos Césares son demasiados Césares, dicen que se justificó antes de enviar al muchacho al verdugo. Pero la historia se equivoca…«
Se equivoca para Jordi Solé, nacido en Sabadell en 1966, licenciado en Ciencias de la Información, que inició su carrera profesional en 1987 como redactor del Diari de Barcelona. Colaboró en otros periódicos y revistas y habló de programas de televisión en la radio. Ha publicado el libro Telemanía, las 500 mejores series de TV de nuestra vida, del que se vendieron más de diez mil ejemplares. Hijo de dioses es su primera novela.
Le han hecho algunas entrevistas interesantes, cuyas respuestas utilizamos, y dice en una que Cesarión le parecía un personaje desaprovechado, ya que sus genes permitían esperar grandes cosas de él, pero fue muerto sin poder demostrar si estaba a la altura de sus padres. La oportunidad que le negó la vida se la ha querido dar él en la ficción.
En el año 30 a.C., tras la batalla de Actium, Cesarión no cae en manos de Octavio, huye de Alejandría y se dirige al Mar Rojo. No le acompaña Rhodon, sino el legionario Tito Pullo, veterano de la Décima Equestris, la legión preferida de César, que ha jurado protegerlo por fidelidad a éste. Octavio descubre el plan y envía tras ellos a asesinos a sueldo, entre ellos al mejor de su tiempo, un oscuro y siniestro personaje letal al que se conoce como Scilla y que oculta su rostro tras un turbarte negro. Pullo decide entonces olvidarse de la India y encaminarse al imperio parto, confiando en que su rey, enemigo acérrimo de Roma, acogerá al depuesto faraón.
La novela va narrando las vicisitudes de los dos protagonistas a través de los límites orientales del imperio romano. Tienen que dejar atrás a sus perseguidores, particularmente al antagonista de la trama, el logrado villano Scilla, que les acecha desde que salen de Egipto hasta que alcanzan la ciudad más occidental de Partia, en los territorios de los actuales Irán e Irak, pero el desierto les tiene reservadas muchas sorpresas.
Será un entretenido y sorprendente viaje de más de mil millas, que arrancará del Egipto de los últimos faraones, con poco del lujo de sus magníficos palacios y mucho de su abrasadores desiertos llenos de peligros, como las tormentas de arena, las cobras mortales o los bandidos sedientos de sangre. Atravesará los también terribles desiertos de Arabia y Siria y pasará por lugares de leyenda, como Petra, Damasco o Palmira, que Cesarión y Pullo, siempre con la sombra alargada de Scilla pisándoles los talones, harán como miembros de una caravana guiada por el nabateo Obodas y su bellísima hija Badriya, bautizada por Cesarión como Selene, que no es una chica de su tiempo sino una mujer moderna, un anacronismo frecuente como licencia de autor en las ucronías.
La novela es una ucronía, pues está protagonizada por un personaje que en la vida real ya no existía, y una historia secreta, pues nos desvela algo que no sabíamos, pero que no modifica la Historia conocida. Y por encima de todo es una novela de aventuras, con su parte de thriller y de melodrama, que te engancha y no te permite levantar los ojos del libro. Tiene la justa extensión de poco más de trescientas páginas, lo que hace que la narración no sufra altibajos.

Jordi Solé
La historia que inventa apenas cambia en nada la historia oficial. «De Roma y sus hombres han escrito autores mejores que yo -dice Solé–, de manera que si pretendía jugar en la misma liga que Robert Graves o Colleen McCullough, iba a perder seguro. Así que me planteé hacer algo que no se le hubiera ocurrido a nadie, por lo que no podría perder en una comparación directa. Jugar con la historia pero sin alterarla, aprovechando al máximo lo poco que sabemos del personaje principal y de su final para crear una realidad paralela, si no verídica, sí del todo verosímil, una realidad alternativa plausible. Me encantaría que lo que cuenta el libro hubiera sucedido de verdad: la Historia es una sucesión de hechos que no debieron ocurrir».
A Tolomeo XV, dicho Cesarión como diminutivo de César, la novela empieza presentándolo como un chico malcriado e insoportable, pero que podría llegar a ser un gran hombre si alguien quisiera y pudiera educarlo. Pullo lo va a hacer, pero antes ha de recorrer un largo camino hasta una condición nueva, un viaje iniciático en el que se irá desprendiendo de todo lo que era cuando lo emprendió para rematará como un hombre renacido.
Tito Pullo y Lucio Voreno fueron dos centuriones que cita César en La Guerra de las Galias porque, arriesgando heroicamente sus vidas, consiguieron rechazar el asalto de los nervios y eburones a una fortificación de la Nona Hispana. Aparecen ambos como simples legionarios en la famosa serie Roma, de donde tomó el autor la figura de Pullo.
«Roma me encantó y Pullo me enamoró, aunque los guionistas aprovecharan el nombre real de un legionario del que poco se sabía para crear todo un personaje para la serie. Mi Pullo tiene, entre otras cosas, el físico de Ray Stevenson, el actor que lo interpretó. Pero luego creé mi propio Pullo, que es más inteligente y más tierno que el de la serie.«
De un modo muy informal, el muy cinematográfico Ahlmann le dijo un día a Uribe que echaba de menos a Voreno en Hijo de dioses: «Es posible que con él, como Rosencrantz y Guildenstern, hubiésemos tenido el «Voreno y Pullo han muerto» de Jordi Solé, si nos permitís esta pequeña broma con la obra de Tom Shepard.

Agripa
Hay además una lista de secundarios memorables que, aparte de Octavio y su fiel general Agripa, son súbditos poco frecuentes en las novelas históricas sobre Roma, habitantes de la periferia del Este del Imperio u oscuros elementos en la historia real, como Rhodon o el jefe de espías Sejano, Obodas y Selene. Y el asesino a sueldo Scilla, que toma su nombre de un monstruo mitológico que se enfrenta a Ulises en la Odisea. Todos los nombres están bien elegidos para que suenen como algo conocido.
En una lectura superficial, Scilla puede parecer cruel y brutal, mas nunca mata por placer, es un profesional con un código de conducta implacable que mata para cobrar la recompensa de sus encargos o para mantener su seguridad. El maestro de quien lo aprendió todo tuvo un solo descuido, fiarse de él, y lo pagó con la vida: Scilla lo degolló cuando ya no tenía nada que enseñarle. Eso le ha servido de lección para no tener nunca ni el más mínimo descuido.
Dice Solé que Scilla fue el personaje que mejor trazó psicológicamente antes de empezar a escribir el libro, aunque quizá al hacerlo dio más de sí de lo que esperaba, y quizá por eso nos ofrece el regalo añadido de un relato inédito que, a modo de spin off de Hijo de dioses, nos cuenta su origen (pinche aquí para leerlo), que hay que leer después del libro porque contiene información que desvelaría anticipadamente alguna de sus sorpresas.
Hijo de dioses da en la diana, carece de los altibajos de la saga de Ash, que hace tan poco comentamos, y de su densa introspección en un período histórico, porque las pretensiones de Solé eran otras. Consigue mucho con su mezcla de aventuras y «acción histórica» en un vistazo, a través de su trastienda, de lo que fue uno de los mayores Imperios de la Historia.
«Es una novela de aventuras, pero el hecho de contar una historia inventada no me daba patente de corso para jugar alegremente con los hechos reales y el marco histórico. De manera que, cada vez que escribía algo de la época, me documentaba.»
Se advierte enseguida que la ambientación histórica está muy cuidada, sin errores y plagada de términos hard de las civilizaciones romana y egipcia. Están logradas las descripciones de las armas que usan, las rutas que recorren y las ciudades que visitan, con sólo las licencias que precisa la narración.

Cleopatra, reina de Egipto
Le pondríamos la pega de que las grandes sumas de dinero que llevan consigo exigirían monedas de alto valor que habrían de cambiar por otras fraccionarias al llegar a una ciudad. Y un Scilla, al final ya escaso de recursos, parece que debería detenerse a tomar la bolsa de sus víctimas.
Por lo demás la historia está concebida como una serie. La segunda entrega transcurrirá en Britania y será muy distinta de la primera. La tercera se desarrollará en Tarraco y en ella Cesarión se enfrentará cara a cara con Octavio. El autor ya tiene en su cabeza dónde morirá su héroe, pero espera escribir antes mucho sobre él. Y verlo en la pantalla, si es posible.
© 2011 Augusto Uribe y Alfred Ahlmann
Solé, Jordi. Hijo de dioses, Pàmies, Histórica, Madrid, 2010, rúst., 332 pp., 20’95 Euros
Augusto Uribe es doctor en una ingeniería, periodista y tiene otros estudios; ya jubilado, es presidente de una sociedad de estudios financieros. Ha ganado varios premios Ignotus y ha publicado en libros y revistas como el antiguo BEM o Nueva Dimensión, que lo tuvo por su primer colaborador.
Alfred Ahlmann, director de la misión arqueológica española en Turquía, es doctor en Historia, profesor universitario en España e imparte clases en algunas universidades extranjeras: domina varias lenguas. Además de numerosos trabajos profesionales, ha publicado también artículos del género.