LES PARAULES D’OPOTON EL VELL, per Alvel·lí Artis-Gener

La ucronía crepuscular de un azteca

La novela de Federico Andahazi El conquistador narra el descubrimiento de Europa por los aztecas. Su lectura nos trajo a la memoria, a más de Aztec Century, de Christopher Evans, y alguna más, las Paraules d’Opoton el vell (Palabras de Opoton el viejo), de Aztec Century, de Christopher Evans, y alguna más, las Paraules d’Opoton el vell (Palabras de Opoton el viejo), de Artís-Gener, subtitulada Crónica del siglo XVI de la expedición azteca a España. Los aztecas Quetza en aquélla y Opoton en ésta arriban a España poco antes del viaje de Colon de 1492.

artisAvel·í Artis-Gener, «Tisner», (1912-2000), de parlar foradat, nació y murió en Barcelona. Fue escritor, periodista, escenógrafo y dibujante. Sirvió como oficial de Estado Mayor del ejército republicano y tras la guerra se exilió primero en Francia y después en Méjico, donde residió hasta que en 1965 regresó a España. Fue Director del Pen Club Català, tradujo obras de García Márquez, Vargas Llosa y otros al catalán y en 1982 fue candidato al Senado por Nacionalistes d’Esquerra. Su condición de Presidente de la Associació d’Escriptors en Llengua Catalana no le sirvió para mantener el nombre de Avelí con que siempre había firmado.

«La idea de escribir una crónica -rigurosamente apócrifa- del siglo XVI surgió a partir de un planteamiento muy sencillo: imaginar la conquista de México, pero al revés. «Al revés volteado», que decimos allá, en mi segunda patria. Fue un libro de difícil y lenta gestación: ¡tardé trece años en escribirlo! Bueno, sin exageración: en pensarlo, escribirlo, reescribirlo, estudiar una geografía ignorada y un bellísimo idioma.

«Mi «Opoton» me ha producido algunos quebraderos de cabeza. En varias ocasiones he tropezado con lectores que tomaban por auténtica la tergiversación y me felicitaban por el hallazgo. Era tan complicado -y tan hiriente- decirles la verdad que tuve que aprender un gesto hipócrita, que no dice ni si ni no, acompañado de una sonrisa bobaliuona, como la que en un caso similar habría hecho mi entrañable Opoton.»

Dice la página web de Ediciones 62 que es parodia sarcástica de las crónicas castellanas de la conquista de Méjico, pero esta crónica es hermosamente original. Opoton, como Artís, es memorialista minucioso, tiene talento de narrador, dimensión ética de la vida y una cordialidad y franqueza que lo hacen quizá un tanto ingenuo, pero seductor. Señala sin amargura que «la mayor diferencia entre nosotros y los extranjeros es la manera de entender la vida». Más que paródico, es especulador, cuenta la historia del Descubrimiento como vista al revés en un espejo, con una gran capacidad para saber por qué las cosas fueron como fueron.

En náhualt Opoton significa Hedor, nombre que recibió porque tenía una mofeta en su jardín. Se le apodaba el viejo, como a su padre, a su abuelo y al padre de su abuelo, todos alfareros. Cuando tenía veinte veces cuatro años y era el único superviviente de la expedición a España comenzó a escribir su crónica: los frailes le habían enseñado a leer y escribir.

opoton-2El carpintero Cuauchichic, amigo de Opoton, construye una enorme canoa, un navío como jamás se había visto, del que tiene conocimiento el Gran Señor Aquel-Que-Habla y, guiado por los oráculos de los dioses, le ordena construir otras cinco embarcaciones iguales, para emprender una gran expedición. Se hace una leva de reclutas voluntarios que vaya a buscar al buen dios Quetzalcóatl, cuyo retorno se acerca.

«Los que teníamos ganas, orinábamos mientras el Tlacateca decía su bonito parlamento, ya que entonces nadie se ocultaba de tener ganas […] y como ya había orinado me decidí a alistarme. Nunca tomo una decisión antes de orinar y no me vengáis ahora con que son manías de viejo porque eso ya lo hacía cuando era joven, justamente un tiempo en que orinaba cono si nada.»

Aún concediendo que un carpintero pudiera construir él solo tan enorme canoa y luego se le ayudara con las otras, la expedición hubiera sido rigurosamente inviable para unos mejicas que carecían de marina de guerra, como ha demostrado la Historia en otras ocasiones.. Pero se embarcan tres mil seiscientos hombres y, tras ochenta días de navegación, llegan a Vilanova de Arousa, en el territorio que bautizan Nuevo Yautepec. Cuando uno de los desembarcados estornuda, una de las mujeres que están lavando en el río exclama sin volverse «¡Susús!» -obviamente «¡Xesús!»-, y las primeras europeas que han visto serán ya para siempre las «sususas».

Artís comete algún pequeño error con la Fala Galega y, aún reconociendo que los aztecas no saben leer ni escribir y los gallegos sí, y que están más avanzados en cosas de herramientas, ignora la situación sociopolítica de Galicia. Vilanova no era entonces una tribu de bárbaros con clavos, escopetas, yesca y pedernal para hacer fuego. Había allí una notable «irmandade» que era un foco de libertad y rebeldía frente a la tiranía del poder, mientras los aztecas obedecían a un rey-dios.

Entablan relaciones amistosas con los vilanoveses, mas no con los de A Pobra do Deán, al otro lado de la ría, ni con los de Muros, en la ría de Noia, que no aceptan el vasallaje y les hacen guerra, así que toman prisioneros y los reparten como esclavos, ya que está prohibido sacrificar en tierra extraña. Los «naturales gallegos» no ofrecen víctimas a los Dioses, por lo que no es de extrañar que los tengan tan abandonados. Sus costumbres son absurdas desde el punto de vista mejica y el autor hace ver con ironía cómo interpretaron los españoles a los aztecas desde su perspectiva.

Remontan el Ulla hasta Padrón y se unen a los peregrinos que van a Sant Yago en Compostela, en busca ellos de Quetzalcóatl. En la catedral les dice el obispo que hablan como vascos, por lo que marchan ahora hacia la «terra dos vascos». Empiezan a pensar que Sant Yago puede ser un avatar de Quetzalcóatl, al que en otros sitios llaman de otro modo. Ya de vuelta en su tierra, reflexionará Opoton «cómo podría haber Dioses diversos que hubieran emprendido el mismo trabajo de hacer el mundo».

A más de esclavos y gallegos libres, llevan consigo mujeres locales, entre ellas a Doña Jimena, compañera del Tlacateca, que aprende pronto su idioma y sirve de intérprete, y a la Clotilde, mujer tan aplicada para las cosas de la generación que abruma a Opoton en la tarea de fabricar hijos. Al llegar a Arzúa, la Araduca de Tolomeo, se dividen en tres cuerpos de ejército, de los que dos avanzarán por tierra y uno por mar, con sus seis canos y nueve carabelas que han tomado en las islas Sisargas.

Paraules-d_Opòton-el-Vell-Avel·lí-Artís-Gener-portadaSe citan en Oyarzun y la tropa de mar recala en Fisterra -hemos vertido todos los topónimos al gallego-, para dotar a las canoas de velas y quillas, siguiendo las instrucciones de los Pedropérez, los capitanes de las carabelas castellanas, que no hablan la Fala Galega. La singladura siguiente los lleva hasta Malpica, donde presencian un auto de fe y se sorprenden de que sí haya sacrificados a los Dioses y de que las víctimas no se muestren contentas con su suerte. Después, en la costa de la Fala Bable, los observadores que han destacado vuelven con la noticia de que los cuerpos de ejército terrestres han sido desbaratados, sus jefes encarcelados y sólo unos pocos han conseguido proseguir su camino por las montañas. Se desploma sobre ellos el abatimiento y el autor emula a la Ilíada:

«Ya únicamente cantos y flores de tristeza se pueden recoger aquí, en Artedo, que es el solo lugar donde permanece la valentía».

La narración de su desvalimiento se va tornando cada vez más triste. A la altura de Luarca y después de Gijón -que bautizan Gijón del Injusto Combate- son cañoneados por naves de guerra, de modo que, cuando fondean en San Esteban de la Barquera, nada más les restan cinco maltrechos navíos.   Siguen su camino a pie hasta la tierra de los vascos para descubrir con asombro las boinas y ver que no hablan lo que ellos ni saben de Quetzalcóatl. Una Compañía de Fala Castilla mata a muchos y hace prisioneros a los demás, pudiendo escapar tan sólo unos pocos, que cruzan el Ebro. Deciden ahí dar por terminada su misión y volver a donde ocultaron sus naves, con escenas tan dolorosas como el hallazgo de unos compañeros muertos, irreconocibles por estar medio devorados por las fieras del bosque.

Encuentran a siete guerreros y a Doña Jimena, que ha visto ahorcar al padre de su hijo, en tan avanzado estado de gestación que pare por el camino. Toman la canoa en mejor estado y, de los 3.600 hombres que partieron, vuelven 27 al Aztlán. El último detalle enternecedor es que unos duros guerreros  hambrientos se fingen desganados para que no falte comida a la mujer que está amamantando al hijo del Tlacateca.

Se lee en la Introducción que la novela busca un paralelismo entre dos personas que viven una cultura y hablan una lengua ajenas, el Méjico del siglo XVI y la Cataluña del XX, el náhualt y el catalán, confrontados ambos a España y al castellano. Ni la situación política de aquel Méjico y esta Cataluña son las mismas ni el catalán hacorrido la suerte del náhualt. Si tal fue el propósito del autor, el resultado lo ha superado y por eso ha de postularlo fuera del texto: quien emula a Homero escribe más que literatura de combate. Quede, pues, la lectura de la novela como la ucronía crepuscular de un azteca.

 

© 2011 Augusto Uribe y Alfred Ahlmann

 

Artis-Gener, Avel·lí. Paraules d’Opoton el Vell, Cadí, Barcelona, novel·la nº13, 1968, rúst., 289 pp. Existen varias ediciones. Hay reediciones de Eds. 29, Barcelona, 19–, 19– y 2000, y una edición en castellano de la misma editorial, 1977, trad. Angelina Gatell, rúst., 215 pp.

 

 

uribe01Augusto Uribe es doctor en una ingeniería, periodista y tiene otros estudios; ya jubilado, es presidente de una sociedad de estudios financieros. Ha ganado varios premios Ignotus y ha publicado en libros y revistas como el antiguo BEM o Nueva Dimensión, que lo tuvo por su primer colaborador.

 

 

 

alfredahlmannAlfred Ahlmann, director de la misión arqueológica española en Turquía, es doctor en Historia, profesor universitario en España e imparte clases en algunas universidades extranjeras: domina varias lenguas. Además de numerosos trabajos profesionales, ha publicado también artículos del género.

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