LOS ÚLTIMOS DÍAS DEL MUNDO, de Armand y Jean-Marie Laurieu y EL MUNDO CONECTADO, de Rainer Werner Fassbinder

Ficha técnica

Título                       Los últimos días del mundo
Título original            Les derniers jours du monde
Dirección y guión       Armand y Jean-Marie Laurieu sobre una novela del mismo título de Dominique Noguez (1991)
Intérpretes               Mathieu Amalric, Robinson
Catherine Frot, Ombeline
 Sergi López, Theo
Karin Viard, Chloé
Clotilde Hesme, Iris
Fotografía                 Thierry Arbogast
País                         Francia (en coproducción franco-española)
Género                    ciencia ficción, apocalíptica
2009, 130 minutos
Estreno en España    3 de diciembre 2010

Los últimos días del mundo es una rareza que no ha llegado a nuestras pantallas hasta finales de 2010, cuando es una co-producción franco-española de mediados de 2009; además, buena parte de su acción se desarrolla en el Norte de España. Ahora se encuentra ya disponible en DVD en ambos países y la recomendamos a los amantes de la ciencia ficción y de las narraciones insólitas. Es de lamentar que haya pasado casi desapercibida en España esta curiosidad, de amplia difusión más allá de nuestras fronteras, incluso allende el Océano. Obtuvo dos premios en el Festival de Cine Fantástico de Sitges.

derniers joursSe anuncia el fin del mundo no por el gran desastre a que nos tienen acostumbrados las películas americanas de catástrofe, tan abundantes en la década de los 70, sino por una conjunción de cercanos desastres menores a nivel mundial, ambientales, políticos y militares -contaminación, epidemias, misiles-, que suponen la antesala del final. Un final que no sólo no se narra con los caracteres apocalípticos con que lo haría una producción de Hollywood sino que, para asombro del aficionado, no se inicia en Nueva York, ni siquiera en otro lugar de los Estados Unidos, sino en Biarritz. Este final se muestra sin dramatismos, con un sencillo realismo y un fino sentido del humor. Parece por veces la típica comedia sentimental francesa.

Es una cinta que se aleja del cine francés habitual de películas intimistas, entre la seudoburguesía y la seudobohemia, desarrolladas en espacios cerrados. Pasa a espacios abiertos, rueda escenas con multitudes, narra desastres y movilizacionesde la sociedad. Conforma así un largometraje peculiar, que sorprende gratamente por la originalidad de su guión, a lo que hay que añadir las buenas interpretaciones de sus actores.

El protagonista, que recibe el esclarecedor nombre de Robinson, es un antihéroe al que, mientras el fin del mundo se acerca, no le importa el universo que se va a derrumbar a su alrededor, sino sus problemas personales; es el símbolo de la sociedad. En plena crisis existencial intenta recuperarse del fracaso de su enamoramiento de una femme fatale antillana, que conoció en San Sebastián y por la que ha abandonado a su mujer. A pesar de la inminencia del desastre, o quizá para enfrentarse mejor a él, se embarca en un road movie, una verdadera odisea de carretera.

El papel se confió acertadamente a Mathieu Amalric, el actor de La escafandra y la mariposa, quizá no muy conocido del público español, pero que es un excelente cicerone del viaje apocalíptico, erótico y festivo, que lo hace atravesar los Pirineos para conducirlo a través de dos países en ambos sentidos.

La trama fílmica recorre a modo de flashback y de presente dos veranos consecutivos de su vida y, alternando el ayer y el hoy, nos va ofreciendo su periplo en busca de su amada en Donosti, Pamplona, Zaragoza o las montañas de Montserrat, para luego retornar a Francia, con una estremecedora secuencia final en París, el paisaje preferido de la cinta, que, aunque dura más de dos horas, se desenvuelve con un tempo cautivador. Son realmente hermosos los planos de una nuit parisienne deshabitada, como guiños al espectador que evocan escenas diurnas de 28 días después, de Danny Boyle.

Como dijo uno de los hermanos Laurieu (Pintar o hacer el amor), guionistas y directores del filme, el final lleva al principio, lleva a revisar la vida que hemos vivido y a plantearse su sentido, con situaciones como las cuevas prehistóricas que sirven de refugio o la escena de los protagonistas corriendo desnudos por las calles.

Ya dijo el protagonista al leer el guión  que se trataba de una película «de piel». Hay desnudez, una desnudez bien tratada donde los actores se despojan de su ropa para perder la capa de protección que todos encontramos en ella y mostrar sin encubrimientos nuestras debilidades.

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 Catherine Frot y Mathieu Amalric

El resto del reparto es asimismo bueno. Robinson lleva a cuestas en su periplo tres historias de amor, tres mujeres existenciales las tres, que se van difuminando y desaparecen de la escena antes de los últimos días. Una es Ombeline (Catherine Frot, La cena de los idiotas), la que fuera amante de su padre y le hace llegar su pasión en el presente. Otra es Chloé (Karin ViardCambio de planes), su esposa, que desea recuperarlo. Y la tercera es la dominicana Omahyra, la mujer fatal de que se había enamorado, a la que busca con una necesidad personal de encontrarla; aparece siempre en flashback. Y aparece también Iris (Clotilde HesmeRivales).

El otro papel masculino, Théo, lo interpreta el actor catalán Sergi López (El laberinto del fauno), cada vez más frecuente en el cine francés, que abusa un tanto de sus recursos habituales, que repite. Representa a un cantante de ópera homosexual, «capaz de pagarse una copa de whisky aunque sea el fin del mundo», un antiguo amigo de Robinson al que ahora vuelve a encontrar.

El rodaje de la película en Pamplona, que contó con la asistencia de la Navarra Film Commission, tuvo lugar en dos ocasiones. La primera en verano, durante los Sanfermines, chupinazo incluido, con el ambiente de la calle como telón de fondo, un ambiente que para nada ha decaído con el anuncio del fin del mundo y por el que se deja llevar el protagonista. La segunda cuatro meses después, en otoño, cuando el equipo visitó calles y bares típicos de Pamplona.

El mundo conectado

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Daniel F. Galouye

En 1964 el escritor norteamericano Daniel F. Galouye publicó una misma novela con dos títulos, Simulacron-3 en los Estados Unidos y Counterfeit World en el Reino Unido. En España fueron, respectivamente, Simulacron-3 en la colección Infinitum, de Ferma (1967), y Mundo simulado en la colección Erus, de Veron (1973). En Alemania se publicó en 1965 como Welt am Draht, literalmente El mundo en el alambre. 

Éste es el título que recogió en 1973 el gran Rainer Werner Fassbinder para llevar la historia a la pequeña pantalla, en una serie de dos capítulos y más de tres horas de duración, filmada en celuloide de 16 mm. Fassbinder y su co-guionista Fritz Müller-Scherz, colaborador por años del director berlinés, pagaron 15.000 marcos de entonces por los derechos, que serían la mitad en euros.

Pese a ser una aportación más que interesante a la ciencia ficción televisiva de los 70, deudora de la estética de la época, permaneció inédita en España hasta que, el pasado verano, Avalon rescató su versión remasterizada -de registro analógico a digital-, que se proyectó por primera vez en el Festival de Berlín de 2010. Hoy es un DVD de éxito, disponible en muchos países, un proyecto televisivo ambicioso y bien filmado por un director que sabe lo que quiere y cómo hacerlo: para más de uno, un título de culto del cine de autor.

el mundo conectado-1En un futuro no demasiado lejano, el profesor Henry Vollner (Adrian Hoven), del IKZ, el Instituto Cibernético del Futuro,  construye un ordenador avanzado, llamado «Simulacron» porque es capaz de simular un universo poblado por nueve mil personas eléctricas semejantes a las humanas, que se creen reales. Dicho sea anecdóticamente, esta sociedad virtual, imagen de la real,  vive  en un ambiente que se mueve entre el Berlín de los años 30, grato al director, que allí pasó su primera infancia, y el de los 70, el actual cuando se rodó el telefilme.

El propósito con que se construye el simulador es utilizarlo para mejor estudiar comportamientos y hacer análisis sociales. Falta en la película lo que se dice en la novela, que sustituirá a los odiosos encuestadores. Y es que en el mundo real los encuestadores poseen autorización legal para irrumpir en cualquier momento en la vida de cualquier ciudadano e interrogarlo sobre ideas, opiniones, gustos y cuanto deseen.

Parece que perdida la razón, el profesor se suicida, aunque lo hace en extrañas circunstancias; desaparece también misteriosamente el Jefe de Seguridad del proyecto, ante la aparente amnesia de quienes lo habían tratado por años. A Vollner lo sustituye su ayudante, el Dr. Fred Stiller (Klaus Lowitsch), que recibe grandes presiones, sobre todo políticas y económicas, para darle otro uso a la computadora, como un adelanto de la sociedad en el tiempo para predecir el futuro de una elección o de la producción de acero con respecto a otros materiales que podrían reemplazarlo.

Stiller empieza a pensar que ni el IKZ es lo que creía ni las cosas son lo que aparentan, de lo que asimismo lo previene una persona simulada que ha logrado salir del mundo virtual tomando el cuerpo de una persona real. Es un decadente Einstein, uno más de las personas eléctricas que intentan pasar a un cuerpo físico.

Stiller empieza a vivir entre ambos universos, el real y el simulado. Cuando lleva un tiempo en éste, le envían una señal desde el otro: un botones de hotel se le acerca con una pizarra en que se le avisa de una llamada y, cuando acude a la cabina telefónica, su conciencia lo vuelve a conducir a la realidad. Es una ciencia ficción sin efectos especiales, pero convincente. Matrix y varias películas más le deban algo a este Mundo conectado.

La falta de grandes efectos especiales la suple Fassbinder con un espléndido casting en que, a más de los citados, no faltan dos rubias «de las de antes», Mascha Rabben y Barbara Valentin, que interpretan a Eva Vollner y Gloria Fromm. También hay grandes segundos actores, el inolvidable Gottfried John, habitual de los filmes de Fassbinder, que hace de Einstein, Ingrid Caven, que es la secretaria Uschi, Günter Lamprecht en el papel de Wolfgang y Eddie Constantine como el hombre de negocios que recoge en su automóvil a un Stiller fugitivo.

Si el primer capítulo es más bien exterior y técnico, el segundo lo es interior y psicológioco, con n reflexiones acerca de la confusión entre realidad y simulación y la pérdida de la propia identidad. Todo ello sobre una acción de cine negro que recoge la implacable caza de Stiller en un clima de pesadilla, entendida como alteración de la realidad. El protagonista llega a desconocer en qué universo se halla y duda de si él mismo no será también una simulación, si está a un lado o a otro del espejo.

Fue la única película de ciencia ficción que dirigió Fassbinder, mas no su única contribución al género. Fue el protagonista de Kamikaze 1989 (1981), junto con muchos de sus habituales intérpretes y colaboradores .

El filme mereció opiniones mucho más divididas que las de El mundo conectado, pero es también un título de culto. Se inicia con una voz femenina en off que dice que la República Federal de Alemania es el país más poderoso de la Tierra -a continuación de  los tumultos de 1970 que tanto significaron allí- y sigue su discurso en un Berlín entones semifuturista, en un guiño del director, Wolf Gremm, a El mundo conectado.

el mundo conectado-2Existe un control de tipo fascista y una organización de lucha callejera, los Krismo Pompas, eco de la banda Baader Meinhof, a la que combate la policía local. Fassbinder es el teniente inspector Jansen, que empieza a ver una trama oculta relacionada con el piso 31, que es el título de la novela del sueco Per WahlÖÖn en que se basa el guión de la cinta. El secreto conduce en principio a un hombre misterioso y después hasta quizá más allá de las estrellas. El hombre misterioso es Franco Nero, protagonista a su vez de la última película que dirigió Fassbinder.

Siempre bajo una capa de autoría berlinesa, la película presenta con una buena dirección artística un futuro inmediato no tan distópico como el de El mundo conectado, pero con el mismo aire de mundo alternativo.

El mundo conectado conoció un remake titulado Nivel 13, de  factura propia de las producciones de ciencia ficción de Hollywood de los 90. Está menos conseguido y se aproxima más al cine negro, con interpretaciones interesantes s como las de Armin Mueller-Stahl, el director del proyecto, y Dennis Haysbert, el detective.

Por otra parte, si bien Welt am Draht fue la única película de ciencia ficción que dirigió el polifacético Fassbinder, en 1981 fue el protagonista de otra producción del género, Kamikaze 1989, junto con otros actores y colaboradores habituales suyos, bajo la dirección dWolf Gremm.

© 2011 por el Taller, Alfred Alhmann

 

alfredahlmann01Alfred Ahlmann, director de la misión arqueológica española en Turquía, es doctor en Historia, profesor universitario en España e imparte clases en algunas universidades extranjeras: domina varias lenguas. Además de numerosos trabajos profesionales, ha publicado también artículos del género. También comparte en este portal y con Augusto Uribe, la columna sobre los mundos ucronicos Al-Ghazali Al-Magribi.

Acerca de Interface Grupo Editor

Editamos en papel 75 números de la revista BEM entre 1990 y 2000 y desde 2003 hasta 2012 mantuvimos el portal BEM on Line. Tras múltiples problemas de software, decidimos traspasar a este blog los principales textos publicados en esos años. Interface Grupo Editor está compuesto por Ricard de la Casa, Pedro Jorge Romero, José Luis González y Joan Manel Ortiz.
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