por Xavier Riesco Riquelme
Pandémica, esa es la palabra que le viene a uno a la mente para describir la avalancha de material zombi que atesta las librerías. Dolmen, una editorial interesante en su especialidad cómics y libros, tiene su propia línea Z bien surtida a base de autores patrios –de hecho, me tropecé con algún nombre conocido en el prólogo-, y como prueba de ello valga este Vol. 3 de Antología Z, dedicado, como no, a las bamboleantes entidades de ultratumba.
Bueno, vayamos por partes, como dijo el asesino en serie:
Para empezar, «La Gabardina» de Jorge García Fernández hace algo muy interesante con el material necrótico a mano: el stream of conciousness de un zombificado, entremezclando las necesidades de la carne muerta con flashbacks y que describen el proceso de la enfermedad y la justificación de acciones injustificables.
A continuación Javier Fernández Bilbao empieza «Almas en Crudo» con una curiosa reflexión sobre la teología inherente a la posesión o no de alma en casos de cadáver ambulante, para luego perder algo de fuelle en favor de la historia de un meapilas y su ruptura sentimental.
Entonces, de Juan José Castillo juega al despiste con el lector con su historia de desconocidos en una barca, para ordenar luego las piezas creando una historia singular que recuerda, curiosamente, a El Día de los Trífidos.
Tras los anteriores, he aquí el que me parece el relato estrella de este volumen: «Eres Leyenda, Visentín», perpetrado por Juanfran Jiménez, diseccionando sardónicamente los tiempos y costumbres de nuestra sociedad usando el espejo de otra donde las guerras contra los muertos vivientes son algo más bien común y donde un peculiar y algo pueblerino cazador de zombis es invitado a un programa de telebasura llamado El Diario de PatriZia para que se convierta en previsible objeto de las risas del sofisticado público de ciudad. Evidentemente, las cosas no saldrán exactamente como se esperaban, gracias a la personalidad del en un futuro ínclito Visentín, sus métodos de supervivencia y a los bocadillos de lomo del público. Humor, chusco, burla sangrante, parodia brillante y referencias a Richard Matheson ¿qué más se puede pedir?
Después de la salva de risas de «Eres Leyenda…», la propuesta de Roberto J. Rodríguez, «La Sordidez es la Mejor Compañía», es curiosa en cuanto contiene una revisitación del triste pasado nacional y, entre otras cosas, el contraste entre la explosión cultural y la inquietud bohemia de una época y los años de hierro gris y comunión forzosa, contado todo ello en monólogo absorbente por un revenant vengativo (pese a su discurso). Lamentablemente, la conclusión no tiene tanta fuerza, pero como esfuerzo es loable.
«Manual de urbanidad para zombies» de Rafael Tiburcio García es una broma que no alcanza muy lejos, ni tampoco lo pretende, supongo.
«Marie y el Cuervo», de Gissel Escudero tiene la virtud de recuperar un escenario ya casi olvidado, el de los esclavos africanos y sus amos europeos en Luisiana, para una violenta historia de brujería ancestral, pantanos y caimanes.
El pastiche holmesiano de José Vicente Ortuño, «Sherlock Holmes y los zombies» es como las criaturas titulares de este volumen: feo, torpe y desmañado; y sin embargo dotado de alguna infernal vitalidad que hace que se tambalee más allá de lo que en justicia le correspondería, dejando en el lector una suerte de fascinación por ver hasta dónde sería capaz de llegar. Lamentablemente no muy lejos en este caso, pero la verdad es que a uno le gustaría ver la versión holmesiana de la escena de Dawn of the Dead (el remake) entre Watson y el Coronel Moran apostando por ver quién mata más (“ese, el que se parece a Disraeli”, me los imagino diciendo. Eso sí, Ortuño hace sus deberes y el comentario sobre los gurkhas tiene especial mala leche.
En «Silencio», de Antonio J. Cebrián da una buena vuelta de tuerca al tema de la muerte viviente y la muerte en vida, usando la familia como origen y terreno del aprendizaje infantil sobre la muerte, la ancianidad y el apego, a veces más allá de lo razonable, a los seres queridos, a veces por motivos no tan elevados.
«Regresado», de Jorge García Azaña es, en realidad, una historia de venganza clásica que toca el tema de la resurrección pero no insiste en él, más catatonia al estilo Poe que carne muerta alzada.
El que los mundos de los zombis y los yonkis no están muy alejados es algo sabido: unos parecen estar en el extremo más cercano a la muerte en vida y los otros a la vida en la muerte. Y ambos seres parecen ser de ideas fijas: comer o chutarse. Así que cuando el arrastrado protagonista de «La Mandanga» de Santiago Sánchez Pérez se encuentra viviendo en medio de un apocalipsis zombi, su principal preocupación es procurarse el material al que es adicto a cualquier precio. Así empieza un tarantinesco relato de torturas, alianzas incómodas entre yonkis y brutalidades varias que está entre lo mejor del volumen en mi opinión.
Gerard P. Cortés acomete en «Hopeless» una deconstrucción/reconstrucción del género del western en clave de posapocalipsis zombi que posee un par de detalles memorables (la camiseta del Boca Juniors o lo de la generación que crece viendo películas de Eastwood como evasión y de Romero como entrenamiento) pese a lo predecible de la historia, que quizás sea lo pretendido.
«No me acostumbro» de Juanjo Pulido tiene mala leche y comentario social urbanita rematados por un buen chiste al uso de los tiempos que corren.
«Mala Suerte» de José Martín Ramiro es un estupendo relato bufo sobre el zombi con peor suerte del mundo, un tipo tan miserable en vida que hasta morirse parecía una mejora, pero nada de eso: sigue siendo el más desgraciado de los desgraciados y el último mono. Hasta que precisamente esa concatenación de calamidades –incluyendo perder todos los dientes de un palazo- lo convierten en el imposible héroe de la historia que al final se queda con la chica y todo en un final hollywoodense tintado de graciosa necrofilia.
«Sujeto Cero» de Roberto Jiménez Muncharaz comparte intención con el primer relato de este volumen en cuanto a los procesos mentales y justificaciones de un infectado (citando a Enjuto Mojamuto), pero no tiene ni la prosa ni la gracia de ese, amén de que parece que le ha robado la máquina de teletransporte al Cronenberg de La Mosca.
Para finalizar, «Soy el Superviviente Definitivo» de Ángel Villán es un chiste repetido sopotocientas veces gracias al uso del artilugio narrativo de sopotocientos finales alternativos diferentes. Y el chiste tampoco era tan bueno, para empezar.
© 2012 Xavier Riesco Riquelme para BEM on Line
Titulo original: Antologia Z Volumen 3
Seleccionadores: Juan de Dios Garduño y Alavaro Fuentes
Fecha de publicación: Mayo de 2011
Páginas: 247
PVP: 17,95 €.
ISBN: 978-84-93814397
Sello: Dolmen Books
Edita: Ediciones Dolmen
Texto de la contraportada
Juan de Dios Garduño y Álvaro Fuentes han seleccionado para todos vosotros los mejores relatos de zombis ganadores del certamen Antología Z3 de Dolmen.
¿Qué ocurriría si los zombis hubiesen aparecido en pleno Oeste, rodeados de rudos pistoleros?
¿Qué está dispuesto a hacer un drogadicto por conseguir “un chute” tras un Apocalipsis Zombi?
¿Puede una horda hambrienta de zombis medirse con el intelecto del genial Sherlock Holmes?
¿Conseguirá Max Power, el exboina verde más musculado, armado y molón, llegar a convertirse en el superviviente definitivo?
Todas las respuestas a estas preguntas y más, las encontrarás dentro de los diecisiete relatos que conforman este libro.