MOEBIUS, EL GENIO INFINITO, por Joan Antoni Fernàndez

Jean Giraud, conocido mundialmente como MOEBIUS, falleció el pasado sábado 10 de marzo de 2012. En BEM on Line, más concretamente desde SCRATCH!, la columna dedicada al Cómic y de la mano de Joan Antoni Fernàndez, hemos querido dedicarle un pequeño homenaje al que fue uno de los grandes maestros del arte.

Amigos aficionados al cómic: Gir ha muerto, ¡viva Moebius!

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Jean Giraud, aka Moebius

La repentina desaparición del artista Jean Giraud, con tan sólo 73 años de edad, nos deja sin uno de los grandes dioses del dibujo. De entre el selecto grupo de ilustradores que forjaron la era dorada del cómic, allá por los setenta y ochenta del siglo pasado, pocos son los que hasta el día de hoy han seguido maravillándonos con su talento, y de todos ellos nadie destaca con más fuerza que el genial Moebius. Por fortuna, gracias a ediciones de gran calidad, sus fieles seguidores podremos seguir disfrutando del arte inmortal de su obra, caer subyugados en los universos oníricos que supo crear con trazos casi imposibles.

Hablar de Jean Giraud (Nogent-sur-Marne 1938 – París 2012) es hacerlo del cómic en su más pura expresión, sentir toda la épica del mismo, su evolución desde el clasicismo absoluto hasta cotas de creatividad antes inconcebibles. El influjo de su pluma ha sido tan enorme que incluso traspasa géneros, alterando las bases del cine fantástico, muy en especial el de animación. Moebius es una de las pocas figuras que cuenta con el beneplácito del gran público, el cual acepta sin reparos que la obra de este genio sea considerada Arte con mayúsculas. Como el propio autor decía, el cómic muchas veces ha sido despreciado al considerase destinado a un público mayoritariamente joven, lo cual hace que sea rechazado por sectores más “maduros”, más “cultos”.

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Hijo de un matrimonio divorciado, Jean Giraud pasó su infancia en la banlieue parisina bajo el cuidado de sus abuelos. Ya a la temprana edad de doce años comenzó a dar muestras de sus grandes dotes de dibujante, llegando a publicar su primera historieta en la revista Coeurs Vaillants. En 1955, con tan sólo dieciséis años de edad, marchó con su madre a México, donde descubrió todo un mundo nuevo y experiencias exóticas, como la marihuana. Sin duda fue en el país azteca, mientras se aficionaba al jazz y a los efluvios psicodélicos, donde comenzó a gestarse en su interior el nacimiento del que sería su alter ego, Moebius.

Ya de regreso a París, tras realizar el servicio militar, publicó su primer trabajo para la revista Far West. Por supuesto, se trataba de una serie del Oeste bajo el título de Frank et Jeremie, con un estilo todavía muy alejado de sus mejores obras. Así y todo, ello sirvió para que en 1961 comenzara a trabajar como aprendiz de Jijé (Joseph Gillain), uno de los grandes maestros de la historieta clásica belga y firma habitual en la revista Spirou. Incluso llegó a colaborar con él en un álbum de la serie Jerry Spring (La Ruta de Coronado-1962), una experiencia que le sirvió de base para forjar su futura obra.

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Como tantos otros artistas de su generación, Jean Giraud tuvo la suerte de coincidir en el tiempo con todo un referente del cómic mundial, la célebre revista francesa Pilote, editada por Dargaud y creada por otro monstruo del cómic, el guionista René Goscinny. Era 1964 y Giraud apenas contaba veinticinco años de edad cuando, con guión de Jean-Michel Charlier, de su pluma y firmando como Gir, nacía uno de los grandes mitos de la historieta: la serie del Teniente Blueberry. Aquí explotaría el talento del artista, llegando incluso a guionizar la serie tras la muerte de Charlier en 1989. Baste decir que a día de hoy todavía siguen publicándose las aventuras de este personaje, si bien bajo el control creativo de otros autores.

Si analizamos los dibujos de la serie Blueberry, al primer instante notaremos la pasión que siente Giraud por el cine. De entrada, el rostro del protagonista está basado en el actor francés Jean-Paul Belmondo, dotándole de gran vigor, mostrando un sex-appeal que rompía con los típicos esquemas de personajes con matices andróginos, basados en el modelo Tintín. Por otra parte, el propio ritmo y los encuadres nos recuerdan a las películas de John Ford y, más que nunca, a la acción y violencia de Sam Peckinpah o Sergio Leone. Bajo la panorámica de un desierto de ensueño, duro y despiadado, el estilo se vuelve más directo, huyendo de forma progresiva de la influencia de Jijé. Son relatos que pretenden ser adultos, sin concesiones a un público infantil.

Moebius003Visto desde la perspectiva de los años, se hace difícil comprender que Jean Giraud pudiera aguantar mucho tiempo en Pilote, siempre bajo la férrea batuta del gran René Goscinny. Aún siendo éste un genio de la historieta, sin duda uno de los mejores guionistas de todos los tiempos, la suya era una concepción muy diferente del género, opuesta a la de Giraud. Era Humor contra Ciencia Ficción, Racionalidad contra Fantasía, Clasicismo contra Experimentación, Rigidez contra Libertad. No es de extrañar que ya en 1963 un tal Moebius surgiera de la nada para adoptar una vida paralela a Giraud, colaborando en la revista Hara-Kiri, de claro enfoque underground y transgresor.

Tal vez el sobrenombre de Moebius sea el más adecuado para firmar los dibujos que desarrollará el artista en su nueva faceta. Ese anillo en forma de infinito, creado por el matemático y astrónomo alemán Möbius (1790-1868), capaz de mostrar tres dimensiones en una superficie de dos, sin duda describe muy bien lo que será su sorprendente estilo, tan alejado de Gir. La obra de Moebius se muestra como una búsqueda incesante de una nueva dimensión, de universos desconocidos, mundos ingrávidos donde la fantasía y la tecnología más avanzada se den de la mano en una armonía poética, creando un bucle eterno entre ensoñación y magia. Y, todo hay que decirlo, con unas ilustraciones que suelen carecer del más mínimo guión. La mayoría de las veces no explican historias, se limitan a producir sensaciones.

Moebius004No obstante, Gir continuaría dibujando en Pilote su famoso Blueberry durante años, como si fuera un organismo autónomo, por completo independiente del transgresor Moebius. Para explicar la extraña dualidad del artista, esa dicotomía de estilos tan contrapuestos, primero conviene señalar que tan popular serie daba muy bien de comer. También cabe resaltar la pequeña revolución que encabezó contra Goscinny a raiz de Mayo del 68. En una tensa reunión que tuvo lugar en un café del Barrio Latino de París, Giraud le cantó la caña a su editor, acusándole de ser un lacayo de Dargaud y de infantilizar en exceso la revista. Como consecuencia de todo ello, Goscinny, harto del mundo editorial, quedó anímicamente hundido y nunca volvió a ser el mismo. Todo ello permitió mayor libertad a los dibujantes y que Gir pudiera hacer un Blueberry más adulto.

No obstante, fruto de una evidente tensión interna, se produce en Enero de 1973 un momento decisivo. Hasta entonces, muchos aficionados se negaban a aceptar que el autor de Blueberry y el iconoclasta Moebius fueran la misma persona, al mostrar unos estilos tan diametralmente opuestos. Pero nuestro autor por fin se atreve a publicar bajo la firma de Gir una historia corta, en la cual se vislumbra el inconfundible trazo de Moebius. El título de la obra es La Deviation (La Desviación), toda una declaración de intenciones. Allí se nos explica las vacaciones del dibujante Jean Giraud con una perspectiva a todas luces alejada de sus anteriores trabajos, ofreciendo una visión onírica y un estilo casi caricaturesco. El gran cambio se está gestando y Moebius toma el control.

Ese mismo año tres autores abandonan Pilote. Son Marcel Gotlib, Nikita Mandryka Claire Bretecher, quienes se juntan para fundar la revista L’Écho des Savanes, una especie de copia de la irreverente Mad. Será allí donde Moebius publicará la primera de sus obras extensas, Le Bandard Fou, una desquiciada combinación de sexo y ciencia ficción que, en lo futuro, será marca del autor. Este hecho servirá para que el artista se plantee crear una revista propia, rompiendo sus ataduras.

Moebius005El año 1974 registra un hito importante en la historia del cómic mundial. Es entonces cuando Jean-Perre Dionnet, Bernard Farkas y  Phillippe Druillet se unen a Jean Giraud, más Moebius que nunca, para fundar el sello editorial Les Humanoïdes Associés. El paso siguiente resulta de lo más lógico: la creación de su propia revista, la mítica Métal Hurlant. El resto ya es Historia.

Teniendo un sitio propio donde publicar a su antojo Moebius se siente liberado, se dedica a crear sin la menor cortapisa. Es el momento cumbre de su obra, iniciado con las cuatro tiras de Arzach, publicadas entre 1975 y 1976 (Arzak, Harzak, Harzach y Harzack). Son historias sin palabras y como el autor mismo señala “sin pies ni cabeza”, que ofrecen al lector todo un universo onírico donde se potencia  la imagen, como la fascinante ingravidez proyectada por el ave prehistórico que cabalga el protagonista, mostrando a la vez una fantasía heroica donde palpita la soledad.

La siguiente obra resulta una auténtica genialidad. Buscando material para Métal HurlantJean Pierre Dionnet rescata de un cajón unas planchas de Giraud, desechadas de un trabajo anterior para un especial de Pilote. Como consecuencia de ello, El garaje hermético de Jerry Cornelius aparece publicada en 1976 y todavía hoy en día sorprende por su frescura. Con un guión inexistente y constantes cambios a salto de mata, el propio Moebius reconoce que muchas veces iba dibujando sobre la marcha, sin recordar lo anterior, por lo que comenzaba un hilo sin haber cerrado el otro. La historia se nos presenta como una ensoñación en un mundo a niveles diferentes del real, donde una serie de personajes pintorescos aparece y desaparece en una gozada sin fin, con sus clásicos “continuará” cerrando cada episodio. Como maestro de ceremonias, el personaje del Mayor Grubert tal vez sea quien lleve más parte del peso de tan delirante relato, con referencias continuas a la ciencia ficción y en especial a la obra de Michael Moorcock. Reforzado por un guión tan inconsistente, el trazo del dibujo se muestra cada vez más estilizado. A lo largo de la historia Moebius va puliendo su estilo hasta convertirlo en un poema visual.

Pero la eclosión total del artista, su completa escisión del terrenal Gir para emerger como el onírico Moebius, no puede entenderse de pleno sin la intrusión en su vida de otro genio del cómic. Por supuesto, me estoy refiriendo al chileno Alejandro Jodorowsky.

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En el año 1975 Moebius conoció a Jodorowsky y ambos congeniaron enseguida. Prueba de ello es que  el dibujante siguió al guionista hasta Estados Unidos para ayudarle con el story board de un guión de cine que iba a ser espectacular. Se trataba de realizar una película de diez horas sobre la novela Dune, de Frank Herbert. Entre los actores del film, aparte de Charlotte Rampling y David Carradine, destacaban Orson Welles como el Barón HarkonnenAlain Delon como Duncan IdahoMick Jagger en una breve aparición vestido de mujer, y  el mismísimo Salvador Dalí como el Emperador Shaddam IV, papel por el que el pintor pretendía cobrar a 100.000 dólares la hora. ¿A alguien conocedor de la industria hollywodense le extraña que el proyecto no llegara a buen puerto?

No obstante, la amistad y colaboración que surgió entre ambos artistas, Moebius y Jodorowsky,  propició resultados excelentes. De entrada, sirvió para que el dibujante conociera a Dan O’Bannon, un guionista de cine que, tras el fiasco que supuso Dune, se resarció escribiendo el guión original de la película Alien. Fue el propio O’Bannon quien le pasó a Moebius el argumento de la que sería una de sus mejores obras: The Long Tomorrow. En tan sólo dieciséis páginas ambos asentaron las bases, tanto en cómic como en cine, de toda la ciencia ficción que estaba por llegar. El propio director Ridley Scott reconoce haberse inspirado en dicha historia para recrear en el film Blade Runner su ciudad vertical, ese decorado tan llamativo que es uno de los signos de identidad de la película.

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The Long Tomorrow engarza por vez primera la serie negra, detectivesca, con la ciencia ficción. Su protagonista, el rapado detective Pete Club, es el primero de una larga serie de arquetipos que invadirán tanto la pantalla como las páginas ilustradas. El mundo futuro, urbano y abigarrado, que crece tanto hacia arriba como se hunde hacia abajo, sus vehículos aéreos, sus tubos anti-gravedad y sus mutantes, hoy en día puede parecernos casi cotidiano. Pero entonces fue toda una novedad que causó furor, quitando el aliento a los aficionados. Y lo que es más importante, todavía lo quita.

El paso por Hollywood sirvió para que Moebius trabajara a lo largo de los años en el diseño de decorados y vestuarios de varias películas. Su mano se nota en Alien (1979), con esos trajes tipo buzo que lucen los astronautas de la nave Nostromo. También sería el responsable del vestuario de Tron (1982) y, ya bajando el listón, podemos señalar sus colaboraciones en Masters del Universo (1987) y The Abyss (1989). Más interesante sería su participación en El quinto elemento (1997), esa gamberrada sublime de Luc Besson. Igualmente colaboró en los diseños de algún videojuego, como PanzerDragoon (1995).

Pero volviendo al cómic, no podemos dejar de mencionar una pequeña joya que, con guión de Jodorowsky, aparece en 1978. Me estoy refiriendo a la extraordinaria Los Ojos del Gato, inquietante relato de terror donde ambos autores se muestran sublimes, subrayando lo mucho que nos pueden ofrecer en unas pocas páginas. Impactantes son las imágenes creadas por un Moebius desatado que ningún buen aficionado debería perderse.

Aunque sin duda la obra más conocida de este binomio de autores, la que les hará alcanzar un éxito sin precedentes, será la saga de El Incal. Iniciada en 1980, y aprovechando el trabajo que Moebius realizara para Jodorowsky y su frustrada película Dune, representa el punto álgido en la carrera de ambos. Los cerca de tres mil dibujos realizados entonces son reciclados para crear una historia fascinante. En esta serie y su continuación, Las aventuras de John Difool, se nota más que nunca la extraordinaria capacidad del dibujante. El Tarot se halla presente en toda la historia, de hecho Difool representa el signo del Loco ( fijémonos en que Difool suena en inglés como The Fool), un ser que combina sabiduría e insensatez. En resumen, un símbolo que nos muestra la naturaleza cuántica de la realidad.

A partir de ese momento, poesía y metafísica se dan de la mano en la obra del artista, como en el caso de Venecia Celeste (1984). Moebius hace tiempo que se ha dejado arrastrar por el chamanismo de Jodorowsky, así como por la meditación y ciertas sustancias alucinógenas, recuerdo de su estancia en México. De hecho, él mismo vive influenciado por el escritor, antropólogo y chamán Carlos Castaneda, cuyo libro El arte de ensoñar ha causado gran mella en su pensamiento (El garaje hermético y Mayor Fatal). Llega un momento en que sueño y realidad se mezclan, tal vez ayudados por el peyote al que el dibujante es aficionado. Así no resulta extraño que llegue a afirmar: “Ya no sé si soy Jean Giraud soñando que es Moebius, o Moebius soñando que es Gir”.

Pero de repente, a finales de los ochenta, marcha a Los Ángeles y comienza a dibujar para la editorial americana Marvel. Contacta con el guionista Stan Lee y entre ambos realizan una historia de Silver Surfer (Parábola). Tal vez influenciada por el ilustre colaborador, la historia pierde acción y se vuelve introspectiva, aunque el dibujo es de gran calidad y el Galactus de Moebius resulta majestuoso. Al menos la unión contra natura entre un hombre de industria como Stan Lee y un artista de la talla del dibujante francés consigue crear una obra digna, incluso interesante. No es su mejor trabajo pero llama la atención. Claro que el público adicto a los cómics de super héroes no estaba preparado para ello. En un mercado tan infantiloide como el americano, donde el simple cambio de vestimenta de un personaje con superpoderes levanta críticas airadas, no se podía esperar que el genio de Moebius fuera reconocido.

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Como mandan los cánones, nuestro artista también realizaría algún encargo para DC Cómics (SupermanI am Not Batman). No obstante, nada tan brillante ni memorable como su anterior etapa francesa. Sin duda resulta difícil para un autor europeo amoldarse al estilo mucho más mercantilista y rígido que impera en las grandes compañías de cómics americanas. Tal vez por ello mismo, a pesar de ser gran admirador en sus inicios del manga japonés, en especial de Katsuhiro Otomo, sorprendió a todos cuando en entrevistas recientes cambió su postura para considerar a la industria japonesa como una plaga que lo invadía todo.

Por supuesto, como remate final, no podemos dejar de mencionar la que ha sido su gran despedida del cómic: Inside Moebius, un meta-relato donde, tras decidirse a abandonar de forma definitiva la marihuana, el artista nos ofrece una especie de diario con sus experiencias. Así aparecen de nuevo antiguos personajes como Blueberry o Arzach, los cuales toman nueva vida para enfrentarse a su creador.

Igual que los grandes pintores, Jean Giraud nos ofrece dos etapas muy diferentes de su obra. Primero, bajo la firma de Gir, nos muestra el realismo academicista de sus primeros años, con un Blueberry transitando paisajes desérticos de ensueño, con una combinación de tonos rojizos y mostrando imágenes de tinte impresionista, donde impera una línea clara deudora del cómic tradicional. Luego, como un nuevo Picasso, o tal vez un Miró, va sintetizando el trazo, la línea se depura hasta casi alcanzar la caricatura. Bajo la firma de Moebius llega a alcanzar un alto nivel de abstracción, es capaz de mostrar y sugerir mundos fascinantes con apenas unos esbozos. Su nivel estético alcanza cotas inimaginables, sabe producir un delirante barroquismo visual, un grafismo recargado que, por extraño que parezca, resulta liviano.

Sin duda la herencia de Moebius es muy profunda. Su sello personal impregna no sólo el cómic, también ha hecho mella en el diseño del cine reciente, hasta del videojuego. Hijo de una generación psicodélica, sus relatos acostumbran a ser sensoriales, más oníricos que reales. Ha sido, es y será un referente estético, un creador de universos jamás vislumbrados hasta entonces.

Y lo que es más importante, su obra cada vez cuenta con un mayor número de admiradores. El mejor homenaje que podemos hacer a su persona, sin duda es sentarnos a leer y disfrutar con cualquiera de sus incontables historias. La libertad y la imaginación serán nuestras compañeras.

 

© Joan Antoni Fernàndez, marzo de 2012

 

joanantononifdezJoan Antoni Fernández nació en Barcelona el año 1957 y actualmente vive en Argentona. Escritor desde su más tierna infancia ha ido pasando desde ensuciar paredes hasta pergeñar novelas en una progresión ascendente que parece no tener fin. Ha sido ganador de premios fallidos como el ASCII o el Terra Ignota, que fenecieron sin que el pobre hombre viera un duro. Inasequible al desaliento, ha quedado finalista de premios como UPC, Alberto Magno, Espiral, El Melocotón Mecánico y Manuel de Pedrolo entre otros. Ha publicado relatos y artículos en Ciberpaís, Nexus, A Quien Corresponda, La Plaga, Maelström, Valis, Dark Star, Pulp Magazine, Nitecuento y Gigamesh, así como en la web NGC y en BEM on Line. Que la mayoría de estas publicaciones hayan cerrado es una simple coincidencia… según su abogado. También es colaborador habitual en todo tipo de antologías, aunque sean de Star Trek. Hasta la fecha ha publicado seis libros: Reflejo en el agua, Policía SideralVacío ImperfectoEsencia divinaLa mirada del abismo Democracia cibernética. Ha ganado el premio de relatos en catalán Manuel de Pedrolo.

 

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