BEM on Line, el BoL, se nos va. Lleva la friolera de veintidós años conmigo, con todos nosotros: los primeros diez años en soporte de papel, los siguientes doce en una siempre cuidada edición electrónica.
En su primera etapa, cuando sólo era “el BEM”, creó escuela, por calidad, rigor y puntualidad, de lo que debía ser un fanzine —en realidad un semiprozine—, en un mundo donde los fanzines se caracterizaban en general por lo breve de su vida y la irregularidad de su aparición. Setenta y cinco números llegó a publicar BEM en papel, que tengo atesorados en una parte muy reservada de mi biblioteca donde guardo las cosas que quiero conservar contra todo tipo de robos y saqueos. La etapa del BoL es más difícil de enumerar y catalogar: aunque el buscador es una herramienta terriblemente útil, la electrónica sigue sus propios parámetros. Reconozco que más de una vez he cometido la herejía de imprimir de sus páginas una noticia, un artículo, un relato, que me interesaban particularmente, y lo he guardado en un archivo rotulado como el “rincón del BEM” para consultarlo cómodamente en el momento en que lo he necesitado.
Y desde hace un tiempo el BoL me ha concedido el honor de permitirme entrar en sus páginas y colaborar regularmente con ellos. “El rincón de Gabriel” ha sido para mí un medio de expresar ideas y transmitir vivencias que de otro modo seguramente no hubieran salido de mis cajones. Mis diatribas contra la SGAE y su particular visión de la propiedad intelectual, mis choques con la censura, mi emocionado recuerdo a Magdalena Mouján Otaño y su “Gu ta gutarrak” con motivo de su fallecimiento, mi homenaje a Virgil Finlay. Algún que otro relato. Y la fraternal amistad que he ido desarrollando con el tiempo con sus responsables, más allá y por encima de cualquier colaboración.
Ahora el BoL se nos va. Me gustaría hacer un panegírico sobre lo que ha sido, ha representado y representa en la historia de la fantasía y la ciencia ficción en nuestro país, pero no es aquí ni el momento ni el lugar: todo el mundo ya lo sabe. Ignoro en concreto las razones que han motivado esa decisión; no quiero saberlas, aunque las imagino: el agotamiento, la presión de otras tareas ineludibles, circunstancias personales… Las conozco todas en carne propia. Atrás queda la satisfacción de un trabajo bien hecho, un abundante ramillete de premios a lo largo de los años, y una obra que continuará siendo útil a mucha gente. Porque BEM On Line no seguirá actualizando sus contenidos, pero quedará en la Red como una extensa y completa página de archivo de datos que se extiende sobre lo más importante ocurrido en los últimos doce años dentro del campo de la fantasía y la ciencia ficción.
Sí, estoy triste. Todas las despedidas son tristes, aunque sean circunstanciales. Porque el nexo de unión entre el BoLy yo puede que se rompa, pero en absoluto se romperá el nexo de amistad entre José Luís González, Pedro Jorge Romero, y sobre todo Ricard de la Casa y Joan Manel Ortiz, y mi humilde persona.
Había pensado titular esta breve nota con un melancólico “Adiós, amigos”. Pero una persona muy cercana a mí me aconsejó en cierta ocasión: “No digas nunca adiós, di hasta luego. Un adiós da idea de algo definitivo; un hasta luego se refiere a algo temporal». Así que, haciendo caso a quienes te aconsejan bien porque te quieren bien, no diré adiós. Ni siquiera diré hasta luego. En su lugar diré: “¡Hasta siempre, amigos!”
© 2012 Domingo Santos
Domingo Santos (Pedro Domingo Mutiñó), a pesar de ser un escritor de reconocido prestigio en el género (los premios Gabriel, por poner un ejemplo, toman su nombre de su novela homónima), es mucho más conocido por haber sido uno de los editores de la mitica revista Nueva Dimensión durante quince años. Es imposible exagerar la importancia que para la ciencia ficción española ha tenido este autor, que, además de escribir, ha dirigido multitud de colecciones (Superficción, Ultramar, Acervo, Jucar…) y de revistas (la última de ellas la excelente Asimov Ciencia Ficción, de Robel), a través de las cuales ha dejado su impronta de forma indeleble. ActualmenteDomingo Santos vive en Zaragoza, sigue dedicado a labores editoriales y escribe una columna en BEM on Line con el nombre de El rincón de Gabriel.