CONOCIENDO A CLAUDIO BIONDINO

Esta es la cuarta entrega de “Entre Ushuaia e Irún”. Seguramente me siento más afianzado y creo que le he perdido un poco el miedo a los escritores que entrevisto. El tiempo dirá si eso es adecuado o no. Por lo pronto vamos con uno que ha emergido en los últimos meses con mucha fuerza y al que le auguro (esa palabra me da risa, pero la uso lo mismo) un gran futuro como escritor.


Gaut vel Hartman: Antes de entrar de lleno en tu actividad literaria me gustaría que nos cuentes qué significa tu especialización en antropología de la política.

Biondino: Lo central de este enfoque (por lo menos para mí), es el estudio de la dimensión simbólica de los procesos políticos. Es decir, intento comprender la manera en que las personas que participan en dichos procesos ven el mundo, y cómo esa visión influye en la organización política. Si bien en este momento estoy trabajando en un caso historiográfico, más adelante me interesa investigar también procesos políticos contemporáneos. Otra actividad académica, que planeo desarrollar más adelante, es el estudio crítico de las propias bases del conocimiento en ciencias y en humanidades, desde un punto de vista epistemológico. Para eso necesito hacer un postgrado en filosofía, algo que pienso encarar después de doctorarme.

Gaut vel Hartman: Volveremos luego sobre esto, en especial para ver cómo se relaciona con la ficción en general y con la ficción especulativa en particular. Pero antes es preciso que nos digas cómo te vinculaste con la ciencia ficción.

Biondino: Mi vinculación con la ciencia ficción empezó desde muy chico y tuvo grandes vaivenes, así que mejor lo cuento en forma cronológica. Lo primero que recuerdo es una fascinación estética. Las imágenes del espacio me atraen desde que tengo memoria. Al principio, no hacía distinciones de gusto entre la ciencia y la ficción, es decir, entre la astronomía y la ficción cinematográfica: me interesaba todo por igual. Recuerdo con nostalgia un libro grande, de tapas duras, de astronomía para niños. No me acuerdo el nombre, pero me quedó grabada una imagen del sistema solar en medio de la oscuridad del espacio. Podía quedarme horas mirando esas imágenes. Aún antes de aprender a leer, repetía como un loro los nombres y el orden de los planetas, mientras mis familiares me miraban extrañados…

Después vino Star Wars (yo tenía cinco o seis años) y quedé enganchado para siempre en la estética del space opera. Si bien hoy en día no me interesa como género literario, he conservado un placer (un tanto infantil, tal vez) en ver las películas de Star Wars y Galáctica. Aunque suene extraño, nunca me atrajo Star Trek, pero no tengo la menor idea sobre la causa de esa diferencia de gustos. Después de aprender a leer, uno de los primeros libros que recuerdo era una versión de Star Wars para chicos, con muchas fotos de la película. Por supuesto, me compré todos los muñequitos que pude.

Cuando tenía ocho años mis padres se separaron y me mudé con mi madre y mi hermana a un pequeño pueblo de la provincia de Córdoba, que se llama La Cumbre. Mi hermano se quedó en Buenos Aires. En esa época me abalancé sobre la biblioteca del pueblo, y comencé a leer novelas de ciencia ficción y aventuras. Unos años después (a los once más o menos), empecé a comprar y canjear libros para leer más. De CF recuerdo haber leído Asimov, algunas revistas Nueva Dimensión (me acuerdo en especial del cuento “Los reyes de la arena”, de George R.R. Martin) y los dos libros de “Campo de Batalla: la Tierra”, del tristemente célebre L. Ron Hubbard (Bueno, no me culpen, era chico…) Pero mi favorito era, sin dudas, Julio Verne. También leía a Conan DoyleJack London, y novelas de aventuras, policiales y de espionaje, de las que no recuerdo los autores. Para esa época, recuerdo haber escrito una saga (con la imagen de Star Wars en la cabeza), de tres “novelas” estilo space opera. Obviamente, era escritura infantil. Cuando las releí, tiempo después, las quemé… hoy me gustaría tenerlas de recuerdo. En la secundaria mis lecturas se volvieron más eclécticas (García Márquez y Jorge Amado, por ejemplo), y disminuyeron un poco en favor de la música.

Gaut vel Hartman: ¿La adolescencia modificó tus gustos, lo que estudiabas te desvió en otra dirección?

Biondino: A los diecisiete años volví a Buenos Aires. Mi madre había fallecido, y yo me fui a vivir a la casa de mi padre y mi hermano. Mi hermana se casó en Córdoba y se quedó allá. Terminé la secundaria en Buenos Aires, y pasaron cuatro años hasta que empecé la carrera de antropología. En esos años mi pasión principal era la música: iba a dos o tres recitales por semana, y hasta toqué el bajo en una banda. De todos modos, casi siempre estaba leyendo un libro (me había dado sobre todo por Borges y Cortázar), y siempre veía películas de ciencia ficción y de aventuras. En 1995, coincidiendo con el fallecimiento de mi padre, empecé la carrera. Y ahí se produjo un quiebre: dejé de leer literatura. Durante mis estudios universitarios, no recuerdo haber leído más de dos o tres novelas (una era de LeGuin). Leía constantemente libros académicos de antropología, filosofía e historia. Una lamentable restricción que aún estoy pagando por lo atrasado que voy en la lectura de los géneros que me apasionan.

Hace alrededor de un año y medio, tal vez un poco más, me di cuenta de las ganas que tenía de volver a darle un espacio importante a la literatura (a veces cuesta mucho saber qué es lo uno tiene ganas de hacer en la vida…) Buscando en Internet, descubrí Axxón, y el sitio me enganchó de inmediato. Me anoté en la lista Axxón, y en mi presentación puse, entre otras cosas, que quería recuperar mi contacto con la lectura y, más adelante, probar en algún taller literario a ver si podía escribir algo. Y recuerdo, Sergio, que vos me respondiste (haciendo pressing al mejor estilo de los equipos de Bielsa…), que no tenía por qué hacer una cosa primero y la otra después; que mientras me ponía al día con mis lecturas, podía ir ejercitándome en la escritura. Me recomendaste inscribirme en el Taller 7, y eso fue lo mejor que hice en mucho tiempo. El Taller me dio el impulso para soltarme, y las primeras herramientas para empezar, de a poquito, a producir textos medianamente legibles.

Gaut vel Hartman: ¿Cómo fue tu experiencia en el Taller 7?

Biondino: Actualmente no estoy participando en el Taller por motivos de tiempo, pero espero reintegrarme pronto. Aprovecho para agradecerle a todos los compañeros el apoyo, la colaboración y la “buena onda” para conmigo. Gracias al taller empecé a escribir, terminé varios cuentos y tengo otros en proceso. Tengo el honor de que varios de ellos hayan sido publicados en Axxón, uno en Erídano y uno en BEM on Line (el que acompaña esta entrevista). También me siento muy honrado por la traducción y publicación de uno de esos cuentos en francés, en el sitio Infiní.

Gaut vel Hartman: ¿Qué estás leyendo?

Biondino: En este último año y medio estuve tratando de recuperar el tiempo perdido, así que vengo leyendo hasta cuando duermo… Como le comentaba hace poco a un compañero de la lista Axxón, lo que más me asombra es la velocidad con la que la lectura puede modificar los gustos de una persona. Cuando ingresé al grupo, había leído autores de gran nivel (como Borges o Cortázar, por ejemplo), pero casi no había leído a los autores más importantes de ciencia ficción. Las excepciones eran Asimov y Ursula LeGuin, pero incluso de ellos me faltaba leer obras muy importantes.

Las lecturas de este tiempo me hicieron “despegar” de Asimov (sin ofensas para el buen doctor) y, sobre todo, perdí el interés en el space opera. Me armé un plan de lectura en base a las referencias que encontraba en Internet y a las recomendaciones de las listas. Decidí no dedicarme a profundizar en la obra de los escritores que más me gustaran, sino leer las obras más importantes de la mayor cantidad de escritores posible, para hacerme de un panorama más o menos amplio. Y en eso estoy. Después sí me concentraré en las obras de los escritores que más me hayan gustado.

La lectura me llevó a darme cuenta de que lo que más me interesaba, en el caso de la ciencia ficción, era su versión social y humanística. Eso no implica que no lea obras “hard”, pero si todo se reduce a la idea central y a la “verosimilitud científica”, en detrimento de los aspectos literarios y la especulación social, ahí sí pierdo el interés.

Gaut vel Hartman: ¿Qué autores han influido más en tus gustos, es decir, en qué dirección te parece interesante seguir para potenciar lo que ya has leído?

Biondino: Voy a mencionar a los autores que más me impactaron pero, al ser una lista de lector principiante, se puede modificar con el tiempo. Los autores “clásicos” que más me gustan son, entre otros, Borges, Cortázar, Bioy Casares, Poe, Cordwainer Smith, Lem, Ballard, LeGuin, Dick, Sturgeon, Vonnegut, los hermanos Strugatski, Calvino. En cuanto a los autores “más recientes”, he tenido problemas para acceder a la producción anglosajona. Pero quiero mencionar a dos autores que sí leí y que me parecen brillantes: Greg Egan y Ted Chiang. Respecto a los autores hispanos contemporáneos, hago una lista reducida (y distribuida por países) ya que conozco más que de los “anglos”, y hay muchísimos que me gustan. Nombro sólo algunos: Carlos Gardini, Angélica Gorodischer, Sergio Gaut vel Hartman, Eduardo Carletti, Alejandro Alonso, Pablo Dobrinin, Luís Saavedra, Pedro Félix Novoa Castillo, Mauricio-José Schwarz, Yoss, Juan Pablo Noroña, Alfredo Álamo, Raquel Froilán García, Víctor Conde.
Por otra parte, debo decir que la literatura me interesa por encima de las divisiones en géneros. Así que me armé también una lista de lectura general, sin tener en cuenta si las obras pertenecen o no a la famosa clasificación: “Fantasía, CF y Terror”. Tengo claro que, dentro del campo de la literatura, lo que más me interesa es la ficción especulativa y conjetural. Pero si hay algo que quiero evitar es la actitud de “ghetto”. No me interesa ponerle cadenas a mis gustos ni a mis ideas. De modo que, después de un primer reconocimiento del campo especulativo, estoy empezando a abordar todo tipo de literatura.

Gaut vel Hartman: ¿Cómo influye entonces lo que estás leyendo en lo que estás escribiendo?

Biondino: Respecto a las ideas para los cuentos, no tengo “idea” (valga la redundancia) de dónde vienen. Tengo una carpeta en mi computadora que se llama “Almacén de ideas”. Cada vez que se me ocurre algo lo anoto ahí, así no se escapa. Lo que sí noté, en forma retrospectiva, es que, a pesar de estar interesado principalmente en la ciencia ficción, los primeros cuentos me salían más bien “de fantasía” (sin entrar en el tema de las fronteras de los géneros). Era una “fantasía conjetural”, por llamarla de alguna forma, y no “épica” ni nada por el estilo, pero “fantasía” al fin. Después aparecieron también los cuentos “de CF”. Pero aparecieron solos, no fue planificado. Creo que en ese cambio influyó la lectura continua de obras de ciencia ficción. Esto me hace acordar a lo que dice Pablo Capanna sobre la CF argentina: que no se hace a partir de la ciencia sino de la propia CF…

Gaut vel Hartman: Podemos decir que dimos toda la vuelta. Ahora me interesa descubrir cómo confluyen tus intereses como lector, tu formación y tu actividad como escritor. Hablaste de la dimensión simbólica de los procesos políticos y del estudio crítico de las bases del conocimiento en ciencias y en humanidades. ¿Cómo juega el punto de vista epistemológico en la ficción? ¿Pudiste conciliar estos diversos factores en algún cuento o una serie de ellos?

Biondino: Creo que, en los pocos cuentos que llevo escritos, la antropología, la política y la epistemología han aparecido, por el momento, con cuentagotas. Trato de no controlar en forma demasiado conciente el proceso de generación de ideas para relatos, así que nunca intenté forzar la utilización de mis intereses académicos en lo que escribo. Por otra parte, siento que van surgiendo “naturalmente”. En uno de los últimos cuentos que escribí, un arqueólogo del futuro lejano intenta proteger los restos de una civilización alienígena extinta, pero se ve entorpecido por intereses políticos y económicos que lo exceden. En una serie de relatos cortos sobre humanos modificados, aparece un antropólogo que no logra comprender a estos “modis” que va a estudiar; ellos le terminan enseñando algunas cosas a él, con lo cual aparece también la crítica epistemológica.

Gaut vel Hartman: ¿Te parece posible llegar con estos temas a la novela? Es decir, en la línea de LeGuin, construyendo un marco amplio en el que se pueden explorar diferentes culturas y diferentes facetas de esas culturas, ¿te ves escribiendo una obra de envergadura, una saga o una serie de novelas relacionadas?

Biondino: Bueno, de hecho, tengo preparada una serie de fichas y esquemas para una novela. Al releer esas notas, me di cuenta de que la historia no sólo era muy “antropológica”, sino también muy “leguiniana”. Pero no descarté la idea por eso. Las influencias son inevitables. La clave estará en ver si soy capaz o no de darle un enfoque personal y novedoso a la cuestión… Ya veremos. De todos modos, por ahora no pienso empezar a escribir esa novela. Creo que a mi escritura aún le falta madurar para emprender un proyecto de largo aliento. Pero en el futuro, me gustaría escribir tanto cuentos como novelas.

En cuanto al tema de los universos y las sagas, prefiero los primeros. En las sagas que he leído hasta ahora, el empuje de la historia va perdiendo fuerza, el relleno lo va invadiendo todo, y termina dominando el tedio. Creo que no hay que empujar una historia más allá de los límites que ella misma termina imponiendo. En cambio, la idea de universo me parece mucho más fructífera, y autores como Cordwainer Smith o Ursula LeGuin son un gran ejemplo de ello. En algún momento, me gustaría construir un universo capaz de albergar (y dar sentido a) una serie de historias relacionadas, pero preferiría que cada una de esas historias conserve su autonomía y no se extienda más allá de lo que dicte su propia coherencia interna. Reconozco que hay algunas trilogías, y hasta tetralogías, muy buenas (como Los cantos de Hyperion, por ejemplo), pero me parece que la mayoría de las interminables (e insoportables) sagas contemporáneas tienen más que ver con el marketing que con la literatura.

Gaut vel Hartman: Para cerrar, a pesar de que es difícil celebrar misa y repicar las campanas, ¿cómo ves a tus pares, los nuevos escritores hispanoamericanos de ficción especulativa? ¿Te parece posible la “consagración” (sin escaparle al relativismo de tal palabreja) de una generación de autores como la que estamos presentando en “Entre Ushuaia e Irún”, que se pueden leer en Axxón y en otros e-zines y antologías? ¿Crees que por fin la literatura conjetural producida en nuestro idioma sea leída fuera del área lingüística propia?

Biondino: En realidad, la primera “palabreja” que se me hace complicada de aceptar no es “consagración” sino “pares”. Creo que hay, efectivamente, una nueva generación de escritores hispanoamericanos que puede dar mucho de que hablar, pero yo no me considero todavía un “escritor”, sino más bien un principiante de taller literario. En cuanto a la nueva generación de escritores, de los que sólo he mencionado algunos anteriormente, no tengo la menor duda de su capacidad, ni de que están produciendo una renovación del género; incluso están rompiendo el cascarón del género para llevarlo más allá de sus fronteras tradicionales.

Ahora bien, el hecho de que la literatura conjetural en español, por buena que sea, trascienda los límites de nuestra área lingüística, no sólo depende de la calidad de los escritores. Es necesario también que se incentive primero un mercado unificado a nivel hispano o, mejor, iberoamericano. Además de las fronteras de los ghettos del género, hay que pasar por encima de las fronteras nacionales. Los argentinos tenemos que leer a los portugueses, los portugueses a los mexicanos, los mexicanos a los brasileños, los brasileños a los españoles, los españoles a los cubanos, e ir tejiendo un entramado que fortalezca la literatura especulativa en toda el área lingüística. Los escritores más importantes que pudieran emerger de una trama semejante, seguramente llamarían la atención de los hablantes de otras lenguas. Si, en cambio, nos encerramos en provincialismos estériles, no creo que lleguemos demasiado lejos. Por eso me parece crucial la apertura (tanto mental como virtual) de espacios como éste, que estimulan a leer la producción de quienes están escribiendo ficción especulativa en el enorme espacio lingüístico y cultural que se extiende entre Ushuaia e Irún.

© Sergio Gaut vel Hartman marzo de 2007

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